El venezolano Enrique Moya realiza desde el 2001 el Festival de Poesía Latinoamericana en Viena, un evento bienal que ha impactado a las nuevas generaciones de aedas y figura en la agenda de muchas personas con deseos de estar ahí.
Moya, tras recordar que el próximo Festival será en mayo de 2009, aclara que su Festival no tiene acuerdos de intercambio con otros eventos similares latinoamericanos, “porque el problema es que cuando estableces esa especie de convenios debes plegarte a un tipo de intercambio donde no siempre la literatura es lo que importa. Sólo vienen al Festival aquellos que hemos leído bien y estamos seguros de poder traducir correctamente. Además, nuestro Festival tiene unas normas bastante estrictas de invitación. Al principio era como una faja que apretaba mucho, pero veo que la decisión de tener unas normas bastante rígidas ha sido sabia. Eso da la ocasión de conocer la obra de los poetas sin mediaciones extraliterarias, amiguismos ni simpatías previas de ningún tipo. Conocemos a los poetas personalmente cuando llegan al aeropuerto. Mantener una sana actitud crítica frente a la literatura es lo que permite hacer encuentros de calidad. Por otra parte, tradicionalmente Viena está acostumbrada a tener lo mejor de la música, la literatura, el cine, etcétera. y eso, sumado a que recibes apoyo financiero del Ministerio Austriaco de Cultura, la Ciudad de Viena y al apoyo institucional que te da la Universidad de Viena y la Casa de la Literatura de Viena, genera una enorme presión, la inmensa responsabilidad de invitar a escritores de incuestionable mérito”.
-¿Ha tenido problemas para invitar a un venezolano?
-No, en realidad no. Pero cuando estuve en Caracas, en octubre pasado, me sorprendió un poco que los escritores que apoyan al actual Gobierno están muy comprometidos con el proceso ideológico-político en curso, y en función de él planifican sus actividades literarias. En mi opinión, y por décadas de experiencia en el sector cultura, los paradigmas políticos de la acción cultural que mejor funcionan, son aquellos que miran a un artista o a un escritor desde su obra y no desde su simpatías estéticas, personales o políticas. De hecho, entre los que apoyan al Gobierno hay algunos excelentes escritores que he querido invitar, pero están tan metidos en sus asuntos, que me han dicho que no. Entonces, si en el futuro no los invito, ya ellos sabrán por qué. A mí lo que me importa del escritor es su literatura no su inclinación política; a nadie diría (como se hace ahora en Venezuela) que sólo invito “escritores progresistas” identificados con el proceso.
-¿Qué visión tiene del estado actual de la literatura venezolana y su lucha para cruzar el Gran Charco?
-La literatura criolla tiene exactamente los mismos problemas que tienen casi todas las literaturas de la periferia. En el caso venezolano existen, desde mi punto de vista, dos periferias, una dada por lo cultural y otra dada desde lo comercial. Sumado el hecho de que una literatura como la nuestra siempre ha estado incluso en la periferia de la periferia por un destino noblemente elegido, pues no obstante haber tenido uno de los premios literarios más prestigiosos del mundo de habla hispana (Premio Rómulo Gallegos) y una de las editoriales más prestigiosas del continente (Monte Ávila), nos dedicamos por años a descubrir y promover la literatura de los demás, pero no la nuestra. Esto quiere decir que nuestra literatura ha sido marginal porque de algún modo nuestras políticas y voluntades estaban dirigidas a realizar una gran biblioteca latinoamericana de grandes autores, cosa que se logró, en gran medida, con la Biblioteca Ayacucho y las colecciones de Monte Ávila, en la parte editorial y con el Premio Rómulo Gallegos en la parte promocional; pero en la que nuestros autores estaban, y aún están, marginados, quizá por aquello de no ser juez y parte… y quizá también, por cierta timidez continental frente a la gruesa literatura que nos venía de los grandes polos literarios de América Latina, Argentina y México por una parte y, por otra no de peso menor, como la literatura cubana”
Añade que luego está la literatura periférica vista desde los centros de poder económico y político, donde incluso hay grandes tradiciones literarias y hay grandes espacios tomados por la industria cultural; es decir, donde tienes que estar para que tu obra sea conocida, o desde donde tu obra tenga el chance de salir del anonimato. “Hubo un momento en el cual lo que vino a llamarse el Boom y, en alguna medida, el Postboom respondía a criterios circunstanciales de carácter básicamente político; pero la época ideológica ya pasó y ahora las reglas del juego para ser escritor conocido y reconocido han cambiado radicalmente; no basta ser buen escritor y persona comprometida con la izquierda para hacerte un espacio, como fue lo que sucedió, un poco más o menos, con el Boom. Esto no quiere decir que nuestros escritores fueran unos oportunistas de la izquierda (que los hubo, y Mario Vargas Llosa ha confesado sin pudor ser uno de ellos), no; eso quiere decir que hubo un momento en la cual su luz pudo brillar porque el momento histórico-político estaba enfocado en América latina, y la solidaridad internacional no sólo alcanzó a las víctimas de las dictaduras sino también a los escritores que fueron al exilio o que empezaron a hacer carrera de escritor en medio de grandes necesidades fuera de sus países. Una ironía que no pretende herir a nadie sería que Pinochet, Videla y los Escuadrones de la muerte de El Salvador hicieron indirectamente más por los escritores de América Latina que los agentes literarios de Barcelona”.
Moya, tras recordar que el próximo Festival será en mayo de 2009, aclara que su Festival no tiene acuerdos de intercambio con otros eventos similares latinoamericanos, “porque el problema es que cuando estableces esa especie de convenios debes plegarte a un tipo de intercambio donde no siempre la literatura es lo que importa. Sólo vienen al Festival aquellos que hemos leído bien y estamos seguros de poder traducir correctamente. Además, nuestro Festival tiene unas normas bastante estrictas de invitación. Al principio era como una faja que apretaba mucho, pero veo que la decisión de tener unas normas bastante rígidas ha sido sabia. Eso da la ocasión de conocer la obra de los poetas sin mediaciones extraliterarias, amiguismos ni simpatías previas de ningún tipo. Conocemos a los poetas personalmente cuando llegan al aeropuerto. Mantener una sana actitud crítica frente a la literatura es lo que permite hacer encuentros de calidad. Por otra parte, tradicionalmente Viena está acostumbrada a tener lo mejor de la música, la literatura, el cine, etcétera. y eso, sumado a que recibes apoyo financiero del Ministerio Austriaco de Cultura, la Ciudad de Viena y al apoyo institucional que te da la Universidad de Viena y la Casa de la Literatura de Viena, genera una enorme presión, la inmensa responsabilidad de invitar a escritores de incuestionable mérito”.
-¿Ha tenido problemas para invitar a un venezolano?
-No, en realidad no. Pero cuando estuve en Caracas, en octubre pasado, me sorprendió un poco que los escritores que apoyan al actual Gobierno están muy comprometidos con el proceso ideológico-político en curso, y en función de él planifican sus actividades literarias. En mi opinión, y por décadas de experiencia en el sector cultura, los paradigmas políticos de la acción cultural que mejor funcionan, son aquellos que miran a un artista o a un escritor desde su obra y no desde su simpatías estéticas, personales o políticas. De hecho, entre los que apoyan al Gobierno hay algunos excelentes escritores que he querido invitar, pero están tan metidos en sus asuntos, que me han dicho que no. Entonces, si en el futuro no los invito, ya ellos sabrán por qué. A mí lo que me importa del escritor es su literatura no su inclinación política; a nadie diría (como se hace ahora en Venezuela) que sólo invito “escritores progresistas” identificados con el proceso.
-¿Qué visión tiene del estado actual de la literatura venezolana y su lucha para cruzar el Gran Charco?
-La literatura criolla tiene exactamente los mismos problemas que tienen casi todas las literaturas de la periferia. En el caso venezolano existen, desde mi punto de vista, dos periferias, una dada por lo cultural y otra dada desde lo comercial. Sumado el hecho de que una literatura como la nuestra siempre ha estado incluso en la periferia de la periferia por un destino noblemente elegido, pues no obstante haber tenido uno de los premios literarios más prestigiosos del mundo de habla hispana (Premio Rómulo Gallegos) y una de las editoriales más prestigiosas del continente (Monte Ávila), nos dedicamos por años a descubrir y promover la literatura de los demás, pero no la nuestra. Esto quiere decir que nuestra literatura ha sido marginal porque de algún modo nuestras políticas y voluntades estaban dirigidas a realizar una gran biblioteca latinoamericana de grandes autores, cosa que se logró, en gran medida, con la Biblioteca Ayacucho y las colecciones de Monte Ávila, en la parte editorial y con el Premio Rómulo Gallegos en la parte promocional; pero en la que nuestros autores estaban, y aún están, marginados, quizá por aquello de no ser juez y parte… y quizá también, por cierta timidez continental frente a la gruesa literatura que nos venía de los grandes polos literarios de América Latina, Argentina y México por una parte y, por otra no de peso menor, como la literatura cubana”
Añade que luego está la literatura periférica vista desde los centros de poder económico y político, donde incluso hay grandes tradiciones literarias y hay grandes espacios tomados por la industria cultural; es decir, donde tienes que estar para que tu obra sea conocida, o desde donde tu obra tenga el chance de salir del anonimato. “Hubo un momento en el cual lo que vino a llamarse el Boom y, en alguna medida, el Postboom respondía a criterios circunstanciales de carácter básicamente político; pero la época ideológica ya pasó y ahora las reglas del juego para ser escritor conocido y reconocido han cambiado radicalmente; no basta ser buen escritor y persona comprometida con la izquierda para hacerte un espacio, como fue lo que sucedió, un poco más o menos, con el Boom. Esto no quiere decir que nuestros escritores fueran unos oportunistas de la izquierda (que los hubo, y Mario Vargas Llosa ha confesado sin pudor ser uno de ellos), no; eso quiere decir que hubo un momento en la cual su luz pudo brillar porque el momento histórico-político estaba enfocado en América latina, y la solidaridad internacional no sólo alcanzó a las víctimas de las dictaduras sino también a los escritores que fueron al exilio o que empezaron a hacer carrera de escritor en medio de grandes necesidades fuera de sus países. Una ironía que no pretende herir a nadie sería que Pinochet, Videla y los Escuadrones de la muerte de El Salvador hicieron indirectamente más por los escritores de América Latina que los agentes literarios de Barcelona”.
-¿Crees entonces que el contexto internacional no es propicio para la literatura latinoamericana?
Así es. El problema con la literatura de América Latina pasa también por las prioridades del momento histórico mundial. Aún cuando ahora nos pensemos un caso particular porque la izquierda está ganando finalmente un espacio político que la derecha se niega a aceptar, Europa y Estados Unidos, los grandes centros de poder político y económico (y editorial), se han fijado como meta algo en lo que este subcontinente está claramente excluido: Estados Unidos está ocupado en abrir mercados a través de la fuerza militar en Oriente Medio y Asia (para asegurarse el hipotético bienestar económico que podría generar el control futuro de la energía), sobre todo porque China y Rusia ahora son potencias capitalistas que le están arrebatando mercados, usando las mismas argucias del libre comercio que ellos usaron para derribar su comunismo. Y Europa, por su parte, sigue fascinada con el momento histórico de la Caída del Muro de Berlín (que en términos de política territorial y realidad histórica, la Gran Europa, aún no ha terminado de caer) e intenta expandir sus dominios, y con ella sus mercados hacia los países del este al mismo tiempo que construye fronteras cerradas hacia el sur pobre. América Latina, por su parte, continúa con el paradigma político de la emergencia (que la derecha llama hipócritamente “populismo”), en el cual resolverle el día a día al ciudadano, sin planificación ni visión de largo plazo, ya se considera un enorme logro social, político y económico.
¿Entonces, cree que no se puede hacer nada por el escritor criollo más allá de nuestras fronteras?
Cualquier cosa que quieras hacer para promover nuestra cultura (en el caso de una editorial como Monte Avila, por ejemplo) pasa por expandirse desde los centros de difusión de la industria cultural. Si apoyas, como si no, la globalización tienes que aceptar las reglas no escritas que ésta genera, ya sea para participar de ese cambio o para revertirlos a tu favor, aprovechando lo que de bueno tiene para tus negocios. Abrir un Monte Avila Europe (por llamarlo de algún modo) que funcione en dos o tres capitales, Londres, Frankfurt o París; con gente que le importe de verdad este asunto, que conozca del tema editorial, que hablé dos o tres idiomas, que pueda tener contacto directo, permanente y personal con la gente que toma decisiones de envergadura editorial en este continente, puede ser un primer gran paso. Un paso en paralelo debe ser traducir los autores venezolanos y, que una vez publicados en francés, inglés, alemán, italiano, sueco etc., se le organice una gira de lecturas por los grandes espacios literarios europeos y norteamericanos…de nada vale traducir si luego no das a conocer de modo permanente al autor por los predios de los idiomas traducidos. Este requiere de criterio estratégico-empresarial y de personas que puedan aplicarse profesionalmente a ello in situ, no a control remoto ni de forma esporádica.
¿No cree que España puede ser el puente para dar a conocer más y mejor nuestros autores en Europa?
Esa pregunta es importante, y genera posiciones encontradas. Unos creen que sí, otros, que no. Yo soy del bando de quienes creen que no. Los que creen que sí están radicados, por lo general, en España o en América Latina. Y, claro, para un autor en Venezuela o Ecuador, España es Europa. Pero para mí Europa no es sólo España sino la inmensa cantidad de idiomas, de autores y lectores además del español, que existen en este continente.Hasta donde yo sé los únicos autores latinoamericanos traducidos a los idiomas europeos y promovidos por la editoriales españolas o por los agentes literarios catalanes son aquellos que de algún modo ya han sido despojados de su ser latinoamericano para integrar la gran la literatura: García Márquez, Vargas Llosa, también al ya fallecido Roberto Bolaños y algunos nuevos que tienen cierta, aunque todavía una pequeña promoción (me refiero a uno o dos autores colombianos y a uno que otro perteneciente a la Generación del crack mexicano; Jorge Volpi, por citar a alguien que he visto dando vueltas por aquí) y que viven en España. Pero hay muchos otros grandes autores nuestros que nunca tendrán la oportunidad de ser traducidos a otras lenguas europeas ni siquiera promovidos en la Península porque, según las editoriales españolas radicadas en Latinoamérica, si un autor no vende mil ejemplares en su país, menos los va a vender en España, lo cual es una visión pobrísima de la literatura y toda una declaración de principios.
¿Y cómo le parecen las políticas del Gobierno venezolano en ese sentido?
Aunque hay un estupendo resurgir de Monte Avila y de otras editoriales manejadas por escritores y apoyadas decididamente por el Gobierno venezolano (todo hay que decirlo), no entiendo de qué va el CENAL. Recuerdo que hace dos años me llamaron del CENAL para participar en un panel de ponentes precisamente sobre estos temas. Entusiasmado dije que sí, y aparté otros compromisos que tenía en Europa para ir a Caracas. Unos días después al no recibir respuesta, llamé y una chica me informa que mi invitación ha sido cancelada y que será para una futura ocasión. También el pasado mes de abril, faltando dos semanas para el Festival de Poesía Latinoamericana en Viena, me llama otra chica del CENAL para decirme que deseaban enviar a un grupo de talentosos jóvenes escritores al Festival, y cuando le explico que eso no puede ser porque todo está organizado con un año de anticipación, agrega que no importa, que ellos podrían leer en “un huequito” del festival. Eso no es promover a un autor, eso es exactamente lo contrario, faltar el respeto al autor y a sus potenciales lectores. Sinceramente no conozco quienes manejan hoy el CENAL ni cuáles son las directrices de política cultural que rigen sus decisiones en materia de promoción del libro y de los autores de tales libros, pero una conclusión lógica, luego lo visto, es que es gente voluntariosa y con ganas de hacer algo, pero inexperta en el manejo del libro y su promoción, sin criterio para un trabajo tan especializado que requiere de profesionales, de gente de oficio en esta materia.
-¿Planes para intercambios con poetas y escritores criollos que quieran o pretendan hacerse conocer en Austria y demás países de lengua germana?
Lamentablemente el cupo de escritores de Latinoamérica que puedo invitar para lecturas en Austria y Alemania son sólo de siete cada dos años, así que la selección es muy dura y rigurosa. Las normas del festival exigen que el poeta en cuestión tenga al menos cuatro libros publicados o ser un autor de reconocido prestigio literario en su país; debe también vivir en su país de origen (no vale si es venezolano y vive en Madrid o chileno viviendo en New York); los libros enviados deben ser físicos, no en formato electrónico. Por supuesto, nada de eso implica que lo vamos a invitar, pero son los pasos previos. Luego de leída la obra y en caso de estar interesados en un/a poeta, y si su obra es posible ser traducida o versionada al alemán, le cursamos una invitación formal con las condiciones precisas para participar en nuestro evento. La dirección para envío de libros es: Enrique Moya: Hernstorferstrasse 17 / 5, 1140 Viena, Austria.