“Corresponde a quienes ejercen el teatro en el Tercer Mundo persistir
en el desarrollo de una actividad escénica hincada en sus realidades y en las
realidades del hombre contemporáneo, sin que se pierda o mengue, en el proceso
de esa acción creadora, la compresión de que ella ha de ir signada siempre por firme
y alta dignidad estética, valor decisivo mediante el cual el arte escénico y todo arte se hace trascendente en tiempo, espacio
y humanidad”.
Eso lo escribió César Rengifo, pensando en los teatreros
venezolanos,en su ensayo Los medios
alienantes y las influencias deformantes
de las culturales nacionales, el cual ha sido
incluido en su libro Teatro y sociedad, editado por la Fundación Biblioteca Ayacucho y presentado en la Feria
del Libro2015.
En sus 254 páginas, Teatro
y Sociedad compila además otros ensayos como La cuestión agraria y nuestro proceso cultural,
Estilo e ideología, La dramaturgia y la crítica como testimonio histórico
y reflexión estética y una tetralogía teatral donde analizó y cuestionó la
explotación petrolera y sus graves consecuencias sociales por el daño el daño que dejó la maligna
conducta de las empresas transnacionales y las displicentes conductas de los
gobiernos de turno, piezas que al lograr verlas puestas en la escena, le
permitió reescribirlas incluso.
Sólo se puede escribir bien de lo que bien se conoce, aseguran
los maestros. Y en el caso de César Rengifo (Caracas, 14 de mayo de 1915/2 de
noviembre de 1980), lo demuestra no sólo su crecida producción (más de 40
textos), sino la forma como abordó, con crudeza y haciendo gala de un estilo no
exento de poesía, la realidad de su país, haciendo énfasis en lo social, porque,
para él, “la estética que no reivindique al pueblo, carece de función y
contenido”. Eso lo llevó a dejar como legado: Las mariposas de la oscuridad,
El vendaval amarillo , El raudal de los
muertos cansados y Las torres y el
viento, donde advertía las frustraciones de un amplio sector de la
sociedad venezolana por el sinuoso destino de la renta petrolera, además de la
muerte lenta de la agricultura y el éxodo de los campesinos a las grandes
ciudades para buscar un destino incierto o esquivo, al tiempo que señalaba la
incesante sustitución de la cultura nacional por una foránea, “bien servida”
por todos los medios de comunicación.
César arremete contra el imperio de las petroleras y su nefanda
presencia con Las
mariposas en la oscuridad (entre 1951 y 1956), inspirada en el éxodo
y el abandono de los campos venezolano ante
la invasión (y nunca esa palabra fue tan patética) de las empresas petroleras.
Muestra el dolor del campesinado al dejar atrás sus raíces, lo que le lleva
a supercherías tan burdas y grotescas dejando
el presente como testigo de un pasado.
En tres actos concibió El vendaval amarillo (1952),
que transcurre en el estado Zulia, entre los años 1938 y 1939,
una zona que sacrificó su explotación agraria y lanzó, sin destino alguno, a
los campesinos, al tiempo que sus poblados eran destruidos. Denuncia con sus
diez personajes populares cómo los terratenientes fueron vendiendo, sin
contemplaciones, sus haciendas para que las compañías petroleras iniciaran y
avanzaran en la búsqueda de “el estiércol del diablo”.
Un pensador marxista, como era César, no podía dejar pasar la
oportunidad de inmiscuirse en la vida privada de los empleados estadounidenses
de las petroleras, desnudarlos de sus supuestos ropajes de dignidad y exhibirlos
como unos asesinos desalmados. Eso lo logró con El
raudal de los muertos cansados (1969).
Se muestra cómo se va urdiendo una serie de intrigas entre los petroleros para
quedarse con un cargo burocrático que les permitirá ganarse unos cuantos miles
de dólares más, aunque para ello tengan que matar o sacrificar al personal que
trabaja para ellos, al tiempo que la explotación petrolera avanza y se lleva
por delante a los mismos obreros.
Diez años antes de su muerte, entregó Las
torres y el viento, la
más poética y la más completa pieza de su tetralogía petrolera. Sintetizó en el
preámbulo el valor de las torres de petróleo y el viento en los pueblos donde
la explotación del mineral ha cesado: “Torres
destruidas y viento. He ahí para muchos venezolanos lo que queda del petróleo”.
Como frustración de la riqueza fácil o decepción por el inalcanzable Dorado,
las torres en abandono y el viento pasando libre entre las viviendas
abandonadas, resulta, por la fuerza de sus significaciones, son casi un
personaje. Es una de las obras más resaltantes del teatro de Rengifo, la cual
fue llevada a la escena por el Teatro Universitario de la UCV, en los tiempos
de Herman Lejter, hacia 1975.