viernes, marzo 26, 2010

Importancia de la belleza femenina

Los artistas inventan las artes para acrecentar la sensibilidad y los niveles culturales de las comunidades de donde provienen, mientras que los políticos honestos, óptimos ciudadanos entregados a la pulcra administración del Estado, se dedican, entre otras tareas, a difundir y promocionar tales trabajos o productos. Las sagas de los pueblos, pues, son escritas por sus creadores y los funcionarios que ejecutan con eficacia sus labores. Todo eso explica porque la historia de la Grecia antigua no sería la misma sino hubiesen coexistido el gobernante Pericles y los poetas-dramaturgos Esquilo, Sófocles y Eurípides.
Arte desarrollista
Eso es lo que también han hecho, desde el 19 de mayo de 1993, los teatreros comandados por el dramaturgo Gustavo Ott en los antiguos espacios de la Lotería de Caracas, frente a la urbanización Artigas, hasta convertirlo en el actual Teatro San Martín del suroeste de la capital venezolana; transformándolo en un poderoso factor para la exhibición de nuevas generaciones de artistas, quienes han logrado, incluso, transcender las fronteras físicas del país y conquistar numerosos premios que aprestigian al gentilicio venezolano; todo, por supuesto, con el apoyo de las autoridades que sí han estado a la altura de sus compromisos, desechando tradicionales mezquindades caribeñas y patrocinando la diversión cultural de toda la comunidad metropolitana.
Reiteramos esas relaciones básicas entre el arte y el poder político, elemental ecuación de primer grado para un prototipo de gobierno democrático, porque precisamente Ott y su equipo han estrenado la obra Señorita y Madame, donde, gracias a sus metáforas se subraya la importancia de la gerencia del Estado para el crecimiento de sus creadores y demás habitantes de una nación, en este caso materializado por el periplo existencial de dos mujeres, quienes a lo largo del siglo XX se dedicaron a la fabricación y venta de productos básicos para la belleza física, tales como maquillajes cremas, perfumes, etcétera. Una pareja de féminas que se sacrificó para enseñar que la estética exterior es fundamental porque apuntala la felicidad humana.
Historia singular
Señorita y Madame es una pieza sobre el exquisito vínculo entre el odio y la admiración, según afirma su autor. En ella se plasman las perversiones del capitalismo y el nacionalsocialismo del siglo XX utilizando la rivalidad entre dos íconos de las fabricantes de belleza: la judía polaca Helena Rubinstein y la canadiense Elizabeth Arden. Es, sin lugar a dudas, una obra épica que el mismo Ott cataloga de brechtiana, porque propone avalizar del valor de la sensibilidad en tiempos de barbarie; de la inocencia como perversión y la sustitución de la dignidad por el prestigio. Y especialmente de la crisis de los valores éticos en medio del derrumbe de las ideologías ante el avance arrollador del mercado impuesto por el capitalismo y la innarable competencia entre las rivales, feroz competencia entre artistas y, al mismo tiempo, una pugna desesperada entre los conceptos de la belleza y el odio.
Pero si Señorita y Madame obliga a reflexionar sobre la belleza como un bien preciado, como texto teatral es un excelente reportaje, de correctos mecanismos periodísticos, sobre dos féminas que se empeñaron en ser las mejores en sus disciplinas, a costa de perder sus momentos íntimos de felicidad y todo en medio de los horrores del dueto de guerras mundiales y otras hecatombes. Es una manera inteligente y hasta digestiva para interpretar la historia de los primeros 70 años de la centuria pasada, a partir del mundo femenino europeo y gringo empeñado en alcanzar su independencia, utilizando además la belleza como arma contundente.
Es una temática y una argumentación aparentemente frívolas, pero no, nada de eso. Sus predicados advierten la cosificación de un amplio sector de la sociedad mundial ante el deseo de ser bellas…y hasta bellos también, utilizando incluso los bisturís y los implantes, etcétera. ¿Frankestein revivido?
El montaje, que logra Luis Domingo González, es placentero y didáctico, apuntalado en la simplicidad poética y humorística del texto, y además en el despliegue actoral de las protagonistas, especialmente las performances de Verónica Arellano y el apoyo de la versátil Irabé Seguías, además de la cuidada producción general, a cargo del actor David Villegas.
Autor premiado
Señorita y Madame, del caraqueño Gustavo Ott (Caracas, 1963), conquistó el premio del Cuarto Concurso de Escrituras Teatrales Contemporáneas del Caribe/Obra no francófona, organizado por ETC Caraibe, con el patrocinio de Fondo International para la Culture de Unesco, Culture France, le Ministère de L'outre-mer y el Ayuntamiento de Paris. Este evento bianual promueve a quienes escriben en francés, creole, inglés y español. Consiste en una beca de trabajo del 1 de abril al 30 de junio en la Cité International des Arts; traducción y edición de la obra en Francia, la presentación del espectáculo en el Festival de Limoges y además 4.000 euros en metálico.
Ficha artística
Obra: Señorita y Madame
Autor: Gustavo Ott
Elenco: Verónica Arellano (madame Helena Rubinstein), Valeria Castillo (señorita Elizabeth Arden), Irabé Seguías (en varios personajes), Mariana Alviárez, Jennifer Morales e Ysandra González.
Escenografía: Domingo Cova
Iluminación: Gerónimo Reyes.
Vestuario: Hermes González
Musicalización y videos: Alfonso Ramírez.
Dirección: Luis Domingo González
Productor general del TSMC: David Villegas



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