viernes, noviembre 25, 2005

El Conac se olvidó de los niños

Armando Carías, periodista y teatrero hasta la muerte, nació en Caracas el 13 de junio de 1952, pero desde los años 70 descubrió el teatro para la infancia. Es el artífice de una histórica compilación de textos para la niñez venezolana
-¿Por qué y para qué se dedicó a recolectar las obras de teatro infantil escritas para los niños venezolanos, lo cual culminó en la publicación monumental de 40 obras?
-Asumí esa tarea, en la que participaron muchas personas, ante la permanente demanda de piezas de teatro infantil o para niños por parte de maestros y agrupaciones teatrales, además de investigadores; todos ellos acudieron a mí, en la UCV, para escenificarlas o estudiarlas. Nosotros, en El Chichón, tenemos un modesto centro de documentación que tiene muchísimos, pero muchísimos libretos de teatro infantil, acopiados a lo largo de nuestros largos 27 años de trabajo, además de textos que hemos traído del exterior. Tenemos, por lo menos, unas dos mil obras de teatro infantil. Nosotros damos ese apoyo a los interesados. Fue por esa situación que optamos por hacer esta compilación, que es la que ahora el Fondo Intergubernamental para la Descentralización (Fides) ha publicado bajo un largo y significativo título:40 autores en busca de un niño /Antología de la dramaturgia infantil venezolana 1941-2002.
-¿Hay poca producción de obras infantiles?
-No, todo lo contrario. Casi todos los 40 autores que hemos compilado tienen más de cinco textos, pero están inéditos. Hay autores como Carmelo Castro que tiene unas 30 piezas o Luiz Carlos Neves cuya producción se pierde de vista. Lo que hay son pocas publicaciones, o poca gente interesada en hacerlo.
-¿Qué lo llevó a solicitar ante el Fides la publicación de esta antología, si precisamente ese organismo atiende a otros menesteres de la vida nacional y no precisamente lo cultural o la edición de textos?
-Recurrí al Fides, en la persona de su actual presidente Richard Canan, después de un proceso que comenzó hace diez años. Primero eran diez obras, pero a medida que investigábamos y pedíamos ayuda llegamos a 40. Fue ahí cuando toqué la puerta de Monte Ávila Editores, cuando Alexis Márquez Rodríguez era el presidente; no me hicieron caso y después de dos años de espera busqué ayuda en el Conac, donde me dieron un apoyo simbólico, y tras de eso me encaminé al Fides, después de toparme con el sociólogo Canan en las instalaciones de Radio Nacional de Venezuela. Él me escuchó y me dijo que habían publicado una antología de Cesar Rengifo. Lo que vino concluyó en el acto oficial de la presentación de la antología el pasado lunes 21 de noviembre, en las oficinas del Fides.
-¿Cuántos libros han sido editados?
-La antología consta de cuatro libros, los cuales suman unas 1.432 páginas. Se hicieron dos mil paquetes de cuatro libros cada uno, o sea unos ocho mil volúmenes en total. El Fides me entrega 1.500 paquetes y ellos se quedan con 500. Eso habrá que distribuirlo entre la gente de teatro, en las bibliotecas, en las escuelas, etcétera.
-¿Qué ha pasado con El Chichón?
-Que en mayo del 2006 cumpliremos 28 años de labores. Es el grupo que yo comando. El Chichón tiene cinco elencos estables: el elenco principal; los talleristas, que son jóvenes estudiantes; el elenco juvenil; el Chichoncito y “El silencio habla”, con personal especializado en el manejo del lenguaje de señas para los sordos o el público no oyente. Son unas 80 o 100 personas en total.
-¿Cuántas obras montaron hasta ahora?
-Nosotros montamos un promedio de tres espectáculos anuales.
-¿Serán unos 90 espectáculos hasta ahora?
-Yo creo que más, porque hay espectáculos de gran formato que hacen temporadas, pero también hay otros montajes pequeños o trabajos escolares que no se publicitan. La semana pasada llevamos al Ateneo de El Hatillo un montaje para niños sordos sobre cinco episodios de El Quijote y eso no tuvo prensa. Así hay muchas obras nuestras que no entran en esas campañas de difusión máxima por prensa, radio y televisión.
-Hace algunos años, El Chichón fue acosado por un director de Cultura de la UCV, quien ordenó la destrucción de sus escenografías que estaban guardadas en lo sótanos de la Aula Magna. ¿Qué pasó con ese acto barbárico?
-Después de la tragedia en el río Orinoco, hace unos 25 años, el hecho más doloroso en mi vida artística, donde pereció un integrante de mi grupo, porque estábamos en una gira con el grupo Madera. Mi esposa y yo sobrevivimos milagrosamente. Y Jesús Sevillano, como director de Cultura de la UCV, ordenó botar todas las escenografías que El Chichón había guardado para sus temporadas posteriores. Se perdieron verdaderas obras de arte. Eso fue hace unos siete u ocho años. Fue un funcionario irresponsable que atentó y dañó el patrimonio de la institución. Pero nosotros seguimos trabajando y haciendo patria, a pesar de eso, aunque no olvidamos los daños que nos causaron.
-¿Cuál es el actual estatus de El Chichón en la UCV?
-El Chichón es el grupo oficial de teatro infantil de la Universidad Central de Venezuela. Ese grupo lo fundé yo cuando ya había fallecido Eduardo Mancera. Elio Gómez Grillo, que era director de Cultura de la UCV, me mandó a llamar y me propuso que creara una agrupación universitaria. La propuesta me gustó y acepté, de eso hace 27 años. Comencé ganando 4.500 bolívares y ahí sigo. Gracias a Grillo cambió mi vida para siempre en todos los órdenes, desde el profesional hasta el personal, pues ahí conocí a mi actual esposa, Morelba Domínguez, la madre de mis tres hijos: Ailim, Ezequiel y Amelie, de 21, 11 y 8 años respectivamente. Todos pasaron por El Chichón en diversos papeles. Pero mi cuarto hijo es este libro de cuatro volúmenes. ¡Todo esto me hace muy feliz!
-¿El teatro para adultos nunca le interesó?
-Hice una obra, Carnaval, con el director cubano Miguel Ponce, cuando yo estudiaba teatro en una escuela que después cerraron. Ahí estábamos, para ese entonces: Alejandro Mutis, Alexis de la Sierra y yo. Eso fue hacia 1973. Esa experiencia me sirvió para lo que haría después en la UCV, donde me gradué como periodista, y con El Chichón. Por supuesto que estudié dirección teatral en la UCV, en un instituto que fundó Herman Lejter, y hasta fundé un grupo de teatro para niños, Los Carricitos, hasta que me topé con Grillo y ya sabemos lo que ocurrió.
-¿Cuál es el estado actual del teatro infantil en Venezuela?
-Tengo una visión muy crítica. Soy fundador del Teatro Infantil Nacional y tengo por supuesto una visión hacia su estado institucional y hacia su labor creativa.
-¿El Estado no presta la atención debida al teatro infantil?
-Hasta ahora, el Estado no le ha prestado la debida atención a un asunto tan serio como es el teatro infantil. Tal vez esté mal utilizando la palabra Estado, pero en este caso es el Conac concretamente. Y no es solamente en esta gestión, sino también en las anteriores. El Conac ha asumido que el TIN es el brazo ejecutor de la política oficial hacia el teatro infantil y no ha desarrollado una verdadera iniciativa inteligente en ese sector para su desarrollo. El TIN se ha convertido en la excusa para dejar en manos de terceros lo que el Estado está obligado a ejecutar, o sea el Conac delega lo que debe hacer.
Y Carías puntualiza que “una prueba de lo que digo es el abandono en que tienen a las publicaciones de las obras, tarea que en este caso hizo, patrióticamente, el Fides, después de que un artista que está participando activamente en el proceso político actual, como soy yo, ha tenido que hacer lobby infructuosamente en dos dependencias del Gobierno, como son el Conac, precisamente, y antes en Monte Avila.Y situaciones similares a mi caso hay en abundancia. En síntesis: el teatro infantil ha sido dejado de lado, pero este sobrevive por la valentía de sus miembros”.
Reitera que la solución para los problemas del teatro infantil no está en los subsidios. “No hay políticas claras ni coherentes, no hay políticas para coordinar estas actividades con los centros de formación teatral, ni tampoco con las escuelas bolivarianas. No hay una política hacia el teatro infantil y lo puedo argumentar. El Estado no tiene una política hacia el teatro infantil y esa es una demanda o una exigencia, o una deuda que el Estado tiene como parte de la deuda social. El Estado tiene una deuda social con la cultura y en particular con la infancia. A veces pienso que los gestores o gerentes de la cultura se han olvidado de los niños, se olvidaron además de cuando ellos eran infantes. No puede ser que seamos los teatreros que hacemos teatro para niños los que nos acordemos de ellos. En síntesis : la gerencia cultural venezolana no tiene al niño dentro de sus prioridades. No hay que olvidar que la cultura para la infancia es un segmento específico que requiere de evaluaciones, investigaciones y de toma de decisiones muy específicas”.

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