jueves, noviembre 17, 2005

Vive Medea

Desde 1970, cuando la conocimos protagonizando El sí de las niñas, de Leandro Fernández de Moratín, puesta en escena por Antonio Briceño, hemos disfrutado de su sostenido y exquisito performance actoral. En esa lujosa producción de El Nuevo Grupo nos atrapó por su fina y precisa forma de decir, además de su esbelta figura y su rostro, el cual no envejece, aunque ahora ella está festejando sus 40 años de labores en las artes escénicas.
Nos referimos con inmenso placer a Francis Rueda, quien para no dejar pasar por debajo de la mesa a sus cuatro décadas teatrales ha encarnado a la heroína de Medea, peculiar espectáculo híbrido con los textos de Eurípides y de Jean Anouilh que le hizo y dirigió Gilberto Pinto, esposo y amigo de toda una vida, para una producción del grupo Teatro del Duende, con la sólida participación de la actriz Nirma Prieto y los apoyos de Leonardo Ayala, Vito Lonardo y Alberto Alifa.
No hay que olvidar que la Medea original, la que utilizó Eurípides para su pieza, es la princesa de la Cólquida que se enamora de Jasón y lo ayuda a conquistar el vellocino de oro, aunque para ello traiciona a su padre y mata a su hermano. Medea, que después es abandonada por su enamorado porque éste decide desposarse con una princesa de Corintio, termina por matar a los hijos concebidos con Jasón en venganza por el abandono. La Medea del mito se hace inmortal tras casarse con Aquiles. El dramaturgo griego se vendió a los corintios y les escribió una obra donde Medea es una bruja desalmada y no la mujer que no había cometido mayor pecado que profesar un profundo amor a su marido, quien la deja sin mayores justificaciones.
El francés Jean Anouilh (1910-1987) hizo una versión -estrenada hacia 1943- donde Medea es una mujer, una existencialista que ya no ama a Jasón y que lo odia profundamente, pero no puede estar sin él y le pide que la mate, ya que para vivir requiere de amor y felicidad. Una mujer de nuestros tiempos.
Gilberto Pinto (Premio Nacional de Teatro 2000) escribe en el programa de mano de su montaje que su autoría escénica de Medea es para mostrar la tragedia de una clase dominante, responsable de la instauración de un orden social ilegal e inmoral, pues sus Medea y Jasón son víctimas de sus excesos y, al mismo tiempo, responsables de ellos. Pese a su poder son seres poseídos por el sentimiento angustioso de su propia destrucción, porque y esto ya es el plano del arte: “Hay que combatir la idea de que popular es sólo lo vulgar y lo carente de valor; decir que el pueblo no necesita del arte superior es coincidir con la ideología burguesa que ha hecho de este su particular privilegio”. Sin lugar a dudas que la propuesta que hace este versionista es muy política al proponer a los personajes como los títeres de un sistema económico.
Esta Medea del siglo XXI, que hace temporada en la Sala Horacio Peterson del Ateneo de Caracas, ha servido para recordarnos que en el fondo del corazón de todas las mujeres hay una Medea agazapada, capaz de matar cuando la engañan, cuando pisotean su honor o su dignidad, cuando la traicionan y la cambian por otra cama. Sí, eso le dice este híbrido de los textos de Eurípides y Anouilh en lo más profundo de sus parlamentos. Es el llanto de la hembra que no acepta mentiras ni engaños, que incluso está dispuesta a que su amado pueda ser feliz con otra u otras, pero sin trampas ni manipulaciones ni utilizaciones del poder. Así son las mujeres en su psicología, aunque ellas vivan en una democracia neocapitalista o un autócrata régimen comunista o una de las tantas baratas imitaciones políticas que aún sobreviven en el mundo. Y ese amor posesivo de la mujer será mayor cuando los sentimientos y los razonamientos sean más primitivos, cuando haya menos cultura y el pan no sea diario.
Más allá de las lecturas ideológicas que se desprendan de esta Medea hay que subrayar el drama del amor femenino y sus nefastas consecuencias cuando hay trampas o engaños de por medio. Y esto es muy claro gracias a la actuación que consiguió Francis Rueda, a la fuerza que logra su personaje a pesar que en la función del pasado sábado 12 de noviembre además estuvo pendiente del desempeño actoral de su Jasón e, incluso, le dio la mano para que no cayera, porque el actor Alberto Alifa vivía un mal momento esa noche.

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