martes, agosto 01, 2006

El barrio sigue vivo y rumbeando

Bertold Brecht, Jean Baptiste Poquelin (Moliere) y William Shakespeare, para citar tres de los más emblemáticos dramaturgos universales hicieron numerosos trabajos teatrales de compromiso o solicitados por con los gobernantes de turno. Se dejaron de pruritos y halagaron el gusto o el disgusto de sus poderosos jerarcas o las instituciones que se habían impuesto, sin hacer jaculatorias, pero además manifestaron sus más sentidos respetos, porque creían en ellos, a los que detentaban el máximo poder, no eran traidores a sus consciencias. Hicieron arte porque se sobrepusieron a las veleidades humanas y buscaron dejar un decantado testimonio para los habitantes del futuro, usando auténticas metáforas de creación, y es por eso que ocupan lugares destacados en la historia cultural de la humanidad. Ellos sobreviven a sus períodos históricos signados por el poder totalitario de ideologías y de monarquías de origen divino.
Algo parecido podría ocurrir, guardando las distancias, con el venezolano Franklin Tovar, o los que lo imiten o superen, quien desde noviembre de 2004 ha estado exhibiendo, en la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño, su espectáculo A barrio vivo, el musical, el cual, como su título no deja dudas, es una colosal viñeta, con música, canciones, bailarines y actores, donde se exaltan, de habilidosa manera didáctica, los cambios socioeconómicos y culturales que han ido ocurriendo en la Republica Bolivariana de Venezuela, desde el 2 de febrero de 1999, cuando se emprendió un complejo camino de reformas sociales y políticas. Desde entonces muchas cosas han cambiado y otras están en trance de ser alcanzadas.
Recordamos eso, porque hemos visto, hasta ahora, tres versiones de A barrio vivo, el musical: en su estreno del 2004, después una reposición durante el 2005 y otra, ahora en este ultimo semestre del electoral 2006. Cuando hemos degustado esas tres versiones no nos queda duda alguna que se trata de un audaz show musical, ambientado en una barriada caraqueña, donde sus personajes aman, disfrutan, sufren y hasta luchan para superarse en lo personal, mientras que en lo colectivo desafían una grave amenaza: el desalojo de todos sus habitantes, con el derribe de sus casas incluido, porque invadieron, hace muchos años, esos terrenos pertenecientes a un particular.
Tovar se inspiró en hechos reales, como es la auténtica historia de una barriada en el oeste caraqueño que se salvó de ser desalojado porque, al final, el propietario de esas tierras optó por regalárselos o vendérselos simbólicamente. De esa historia, que alimentó las páginas en los periódicos, este polifacético artista sacó los ingredientes para su A barrio vivo, el musical donde colocó además el drama del borracho consuetudinario, el conflicto angustioso de algunos jóvenes que usan y trafican con los psicotrópicos y la delincuencia rampante, además de las peripecias de dos familias rivales, por necedades, cuando sus hijos se enamoran y terminan por huir de sus respectivos hogares.
Por supuesto que en ese A barrio vivo, el musical se alude a las misiones Robinson, Ribas y Barrio Adentro, pero no se las cita por su nombre, sino que se les ve en marcha, como son los prestos servicios médicos de los galenos cubanos o el malandrín que reconoce que está estudiando, etcétera. El autor-director eliminó lo enunciativo o propagandístico, y optò por teatralizar, porque de eso se trata, los logros. También se refiere a los programas de las asambleas populares con fines sociales y de mejoramiento del hábitat. La peripecia de los liceístas enamorados por encima de la rivalidad de sus familias, algo que recuerda a los musicales gringos West Side History o Romeo y Julieta, una situación que las telenovelas han manoseado hasta lo insaciable, tiene un final feliz: los viejos se reconcilian y los cachorros siguen amándose.
En síntesis A barrio vivo, el musical está muy inmerso en la actualidad sociopolítica venezolana, sin caer en el panfleto. Además está bien hecho en lo teatral, en lo musical y en lo coreográfico, las tres patas de un musical al estilo Broadway. ¡Y si por fuera poco: tiene humor y del bueno!
En el montaje, en lo musical, con la participación de la Orquesta Sinfónica Venezuela, comandada por el maestro Angelo Pagliuca, hay que subrayar que se interpretaron felizmente las partituras de las rumbosas creaciones populares del destacado compositor Alberto Vergara. Hay un buen trabajo en la dirección general del espectáculo por parte de Tovar, apoyado en las coreografías y en las aplomadas actuaciones de los veteranos José León y Dilia Waikarán; también se destacan: un lucimiento especial por parte Israel Moreno, como Teófilo, el peligroso pesimista a la venezolana;Verónica Arellano, como la chismosa Amparo y de José Gregorio Martínez con su malandro Willy, y muchos otros actores que estaban excluidos de los escenarios.
También, y eso es imposible olvidarlo, mejoró notablemente el cuerpo de baile y en general todo el entramado coreográfico. Esta tercera versión viene a ser la màs ajustada, las màs profesional que les hayamos ponderado, aunque siguen fallando los soportes tecnológicos, como son las pantallas para los videos que glosan las acciones teatrales. Hay, pues, una madurez del montaje, el cual debería estar màs fines de semana en la escena, especialmente en estos meses de vacaciones en Caracas...¡Y gratispara el soberano!
Ya lo habíamos escrito y ahora lo reiteramos: Franklin Tovar (Caracas, 9 de abril de 1952) debe hacer un espectáculo más amplio, donde aparezcan los otros sectores de la sociedad criolla. Así habrá realizado un extraordinario fresco sobre toda esta Nación de finales del siglo XX e inicios del siglo XXI. Tiene talento y ahora ha podido demostrarlo, pues en el Teatro Teresa Carreño creyeron en él y le dieron los recursos económicos para hacer su creación.

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