El teatro es un peculiar medio de comunicación, como lo predica el lingüista Adolfo Carreto Hernández. Representación visual, actuada vivamente, sobre hechos, acontecimientos, ilusiones, ideas materializadas. Es, pues, una forma artística de transportar comunicación. Cuando se olvida esto, especialmente por los hacedores del susodicho fenómeno, vienen debacles, que nunca tienen culpables, aunque algunos insensatos se lo achacan a los críticos, que no hacen otra cosa que poner el dedo en la llaga o decir que la rosa, por ejemplo, es falsa.
Por eso no es fácil en Venezuela ni en ningún lugar del mundo fundar una agrupación teatral y escribir su saga desde las tablas de los escenarios. Son muchos los esfuerzos presenciados y son pocos los que han podido arribar, por lo menos, a diez años de actividades continuas y con cierta dignidad, para no hablar de los que habiendo pasado la treintena comienzan su declive, porque todo lo elaborado por los humanos tiene epílogo, sino se toman precauciones y medidas adecuadas para sobrevivir a sus fundadores y estar en función de las comunidades y de sus tiempos históricos.
Ahora, cuando se acerca la clausura formal de la temporada 2006, queremos referirnos a una aguerrida organización, Repico, integrada por mujeres adoradoras del milenario arte de Tespis, institución que en sus primeros 11 años de actividad artística ha exhibido textos de Cocteau, Fo, Eurìpides, Dürrenmatt, Gallegos, José Antonio Barrios y Tennessee Williams, entre otros. Nadie puede negarle sus aportes al desarrollo de una cultural teatral en esta Caracas la horrible.
Lo bueno del teatro, como de otras actividades de la vida, es que se aprende de los errores o los desatinos, con lo cual se graba un aprendizaje indeleble. Y esa ha sido la bitácora de los espectáculos de Repico: malos unos, regulares otros y aceptables unos pocos, especialmente el que hicieron con el texto de Barrios (La cotufa no baila más) en 2005. Y para bajar el telón de este año seleccionaron y exhibieron La rosa tatuada (1952), del estadounidense Tennessee Williams (25 de marzo de 1911 / 25 de febrero de 1983), dedicada a su compañero de vida Frank Merlo, centrada en las vicisitudes existenciales de una viuda italiana en una población norteamericana, donde el sexo y la soledad son las teas que consumen en vida a ella, a la hija y todas las mujeres de su barriada, alucinadas por machos irrefrenables. ¡El sexo lo define todo!
No alcanzó el director Giovanni Reali la correcta teatralizaciòn de La rosa tatuada, sin el elenco adecuado y el depurado criterio para cada una de las escenas, donde el erotismo es la densa atmósfera que lo empegosta todo. Eso no se vio ni detectó y se limitó a una competencia entre los interpretes para ver quien decía mejor o peor sus líneas en un incomprensible italiano macarrónico. Se pueden rescatar las presencias de la veterana Roberta Zanchi y la debutante Grecia Augusta Rodríguez, desperdiciadas y con mucho peso en sus dignas espaldas.
Por eso no es fácil en Venezuela ni en ningún lugar del mundo fundar una agrupación teatral y escribir su saga desde las tablas de los escenarios. Son muchos los esfuerzos presenciados y son pocos los que han podido arribar, por lo menos, a diez años de actividades continuas y con cierta dignidad, para no hablar de los que habiendo pasado la treintena comienzan su declive, porque todo lo elaborado por los humanos tiene epílogo, sino se toman precauciones y medidas adecuadas para sobrevivir a sus fundadores y estar en función de las comunidades y de sus tiempos históricos.
Ahora, cuando se acerca la clausura formal de la temporada 2006, queremos referirnos a una aguerrida organización, Repico, integrada por mujeres adoradoras del milenario arte de Tespis, institución que en sus primeros 11 años de actividad artística ha exhibido textos de Cocteau, Fo, Eurìpides, Dürrenmatt, Gallegos, José Antonio Barrios y Tennessee Williams, entre otros. Nadie puede negarle sus aportes al desarrollo de una cultural teatral en esta Caracas la horrible.
Lo bueno del teatro, como de otras actividades de la vida, es que se aprende de los errores o los desatinos, con lo cual se graba un aprendizaje indeleble. Y esa ha sido la bitácora de los espectáculos de Repico: malos unos, regulares otros y aceptables unos pocos, especialmente el que hicieron con el texto de Barrios (La cotufa no baila más) en 2005. Y para bajar el telón de este año seleccionaron y exhibieron La rosa tatuada (1952), del estadounidense Tennessee Williams (25 de marzo de 1911 / 25 de febrero de 1983), dedicada a su compañero de vida Frank Merlo, centrada en las vicisitudes existenciales de una viuda italiana en una población norteamericana, donde el sexo y la soledad son las teas que consumen en vida a ella, a la hija y todas las mujeres de su barriada, alucinadas por machos irrefrenables. ¡El sexo lo define todo!
No alcanzó el director Giovanni Reali la correcta teatralizaciòn de La rosa tatuada, sin el elenco adecuado y el depurado criterio para cada una de las escenas, donde el erotismo es la densa atmósfera que lo empegosta todo. Eso no se vio ni detectó y se limitó a una competencia entre los interpretes para ver quien decía mejor o peor sus líneas en un incomprensible italiano macarrónico. Se pueden rescatar las presencias de la veterana Roberta Zanchi y la debutante Grecia Augusta Rodríguez, desperdiciadas y con mucho peso en sus dignas espaldas.
Sigo su blog con asiduidad y detenemiento,no porque sea Venezolana, con casualidad me encontré con él, a raiz de una alusión que hace a mi hermano, concretamente en "la rosa falsa",se trata de Adolfo Carreto, que por desgracia ya se eternizó,y que era de corazón Venezolano, gozando, viviendo y también sufriendo por su Venezuela.
ResponderBorrarRosario Carreto