viernes, diciembre 01, 2006

Tres mujeres rescataron a Manuela Sáenz

El ser adultera e hija ilegitima de un español casado (Simón Sáenz Vergara) y una linajuda ecuatoriana, pero de oscuro pasado familiar (María Joaquina Aizpuru), eran algunos de los obstáculos sociales que se manejaban para no aceptarla en reuniones y ágapes de las reaccionarias familias “distinguidas” de Caracas, Bogotá, Lima y Quito. No querían verla ni mucho menos escucharla. Además no gustaban sus conductas nada femeninas, como usar ropajes propios de caballeros y montar a caballo en forma inapropiada para una dama. En síntesis: ni esos hombres ni sus mujeres la trataban y respetaban, ya que consideraban que estaba al mismo nivel de las hetairas y barraganas. Pero sí era bien recibida y admirada en los cuartelesde las fuerzas patriotas que luchaban para liberar a las colonias americanas de la tiranía española, y mucho más cuando conoció al gran guerrero venezolano, al Libertador Simón Bolívar, y ellos decidieron unir para siempre sus vidas.
No fue nada fácil el periplo existencial de Manuela Sáenz, quien además de amante de Bolívar se convirtió en su secretaria y amanuense, desde aquel 22 de junio de 1822, en su natal Quito, hasta que lo vio partir hacia el exilio y la muerte, el 7 mayo de 1830, desde la fría y traicionera Bogotá. Al año siguiente la expulsaron de la ex capital del Virreinato de la Nueva Granada y finalmente se fue a refugiar en la lejana Paita, en Perú, donde murió de difteria, en 1856, a los 59
años. Pero ahí no terminó todo: sus escasas pertenencias fueron incendiadas y de su cuerpo no se conservan ni las cenizas.
Todo hace presumir que sus enemigos, que también lo eran del Libertador, querían borrarla de la historia para siempre, pero no sabían que ella tenía una cultura especial y además escribía diarios y cartas, los cuales guardó para un futuro que nunca sospechó. Una gran parte de esos
papeles y documentos fueron salvados, casi milagrosamente por los amigos de su amante, y son los que han permitido a las generaciones venideras conocer algunos detalles de “la loca de la libertad”, como se le decía cariñosamente. Se trata pues de todo un personaje digno de unas cuantas novelas históricas o de exhaustivas investigaciones históricas que no dejen sagas sueltas y la levanten bien en alto para las generaciones contemporáneas, ya que el reivindicarla a ella se le está haciendo el reconocimiento, un tanto tardío, a miles de mujeres que acompañaron a los soldados patriotas en esas largas décadas de la primera independencia latinoamericana.
A 150 años de su desaparición todavía Manuela Sáenz sigue excecrada y no se la ha hecho justicia. No se le ha colocado en el lugar que se merece, ni siquiera existe una plaza pública donde las mujeres aguerridas como ella, de esas que reclaman los mismos derechos de los hombres para amar y ser amadas, puedan evocarla.
Todavía el machismo suramericano, copia fiel del código de honor español, ese que tanto cuestionó el poeta Federico García Lorca, sigue vigente y dando sus pautas, algunas secretas o hasta subliminales.
ESPECTÁCULO
Para que el 150 aniversario de su muerte en Paita no pasara desapercibido y además se abriera una seria reflexión pública sobre su historia y sus aportes a la independencia de las colonias españolas en América, el Ministerio de la Cultura, con "Farruco" Sesto Novás a la cabeza, acordó, planificó y realizó con la Compañía Nacional de Teatro (CNT) un singular homenaje: una lectura dramatizada de selectos fragmentos de los textos compilados en el libro Las más hermosas
cartas de amor entre Manuela y Simón, acompañadas de los diarios de Quito y
Paita, así como de otros documentos
, editado precisamente por el Gobierno bolivariano de Venezuela en ocasión de esta conmemoración.
Eduardo Gil, director de la CNT, convocó a las actrices Emily Mena, Verónica Arellano y Manola García Maldonado para que durante tres semanas se internalizaran una serie de textos tomados, respectivamente, de los Diarios de Quito y de Paita. Lo demás fue un fino trabajo de carpintería teatral, como diría el crítico José Monleón, para que en menos de una hora, amenizadas por las interpretaciones de un sexteto barroco —dirigido por Jaime Martínez e integrado por Alfonso López, Ernesto Parisca, Rubén Haddad, Mauricio López y Rubén Guzmán— y respaldadas por las proyecciones de una serie de fotografias, dibujos y grabados alusivos al siglo XVIII en las tierras americanas colonizadas por la corona española, se invocara a la ausente.
Hay que resaltar que en esas valiosas fuentes literarias están contenidas narraciones, imágenes, ideas y sensaciones que permiten percibir la riqueza extraordinaria del ánima de Manuela, mujer fuera de época que se realizó finalmente en las artes literarias, donde nadie la podía acosar o perseguir. Otra cosa habría sido su vida en Europa, pero el destino y su peso no lo decidió ella.
La magia del teatro, reducida a una lectura interpretada, capturó la atención los sentimientos de las dos mil y pico de personas agolpadas en la Sala RíosReyna, del Teatro Teresa Carreño, el jueves 23 de noviembre, permitió que la memoria de Manuela se hiciera cuerpo visible y más de una de las personas ahí presentes llegara incluso a rabiar por las persecuciones a que fue sometida la heroína o a envidiar la solidez de ese amor furtivo en sus inicios, el cual ella cultivó y acrecentó a lo largo de sus primero ocho años y el cual preservó hasta su muerte.
Resaltó en los textos leídos la alta calidad literaria de los mismos, claro reflejo del cultivado espíritu de una mujer sensible, dueña de una inusual inteligencia para ver, describir y comunicar impresiones, ideas y emociones. Un ser de tales dimensiones no podía vivir en las sociedades del siglo XIX, las mismas que persiguieron a Bolívar y lo llevaron a la tumba.
Brillante nos pareció el trabajo de las tres actrices, pero en especial fue conmovedora la performance de Manola García Maldonado, una dama con una historia y brillante en las artes escénicas criollas.
Con un poco más de tiempo, es seguro que Gil y la CNT hubiesen logrado un espectáculo de grandes dimensiones, como Manuela se lo merece, donde la sombra del amado también se hubiese materializado. Esa podría ser una meta de la institución teatral, además de un concurso dramatúrgico. Hay una deuda con la exclusión de Manuela Sáenz y esta generación debe cancelarla.

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