lunes, mayo 07, 2007

Prosiguen los golpes a las puertas

¿Ha cambiado Latinoamérica en los últimos 24 años? Sí y habría alcanzado auténticas transformaciones con gobiernos centrados en propuestas sociales, económicas y políticas, formuladas a partir de conceptos contemporáneos sobre la igualdad, la libertad, el trabajo y el progreso de todos. ¿Satisfactorio lo conseguido? No ha sido suficiente para desterrar o sepultar a un ente de carne y hueso, con pistolas y otros instrumentos para quitar la vida, que recorre este balcanizada región con su “estrategia de depuración” en nombre de tal o cual ideología o por apetito crematístico, para así colmar las cárceles de prisioneros y horas después tirotearlos o ahogarlos en el mar o en los ríos, o dejarlos amontonados en las calles para incrementar más el pánico. ¿Qué significa todo eso? Hay algo más que pánico generalizado: hay una microguerra civil adelantada por policías, ejércitos, agrupaciones paramilitares y miles de sicarios. ¿No hay excepciones? Sí, hay pueblos que hacen lo suyo, luchan porque se vislumbra algo tan siniestro que no queremos escribir aquí su nombre, pero la violencia cainítica ataca a todos sin piedad alguna.
Esas son algunas preguntas y respuestas que deja el correcto espectáculo teatral Golpes a mi puerta, realizado con aportes financieros del Fondo Único Social (FUS) , el cual hace temporada en la sala Anna Julia Rojas, creado a partir de la pieza que su autor, Juan Carlos Gené, estrenó precisamente hace 24 años. Esta reposición la dirige Luis Fernández, quien además actúa al lado de Mimí Lazo, Gladys Prince, Ana Castell, Mirtha Pérez, María Fernanda León, Marcos Moreno y Luigi Sciamanna, además de Will Saballo, Flavio Vélez, José Oviol, Rodolfo Rici y John David Peña.
Golpes a mi puerta, estrenada en julio de 1983 y llevada al cine bajo la conducción de Alejandro Saderman en 1994, propuso una serie de interrogantes sobre el rol de la Iglesia Católica en Latinoamérica y sus relaciones con el poder civil o militar precisamente en una región que se debatía entre dictaduras y gobiernos democráticos tutelados por cúpulas financieras apuntaladas en tropas regulares. Todo eso se plasmó gracias a su argumento poético, dramático y no exento de humor, donde hay un hábil equilibrio entre el panfleto y la propuesta de denuncia humanística.
La obra, que entusiasma de nuevo, plasma el drama de Ana y Ursula, monjas que no usan hábitos y que, despojadas de toda riqueza, viven en un país latinoamericano, dedicadas a evangelizar y convivir el día a día con los pobres y desprotegidos, hasta que Pablo, un guerrillero que huye del trágico final que le tienen preparado sus opresores, se refugia en la casa-claustro de estas religiosas, quienes, a partir de allí, se ven envueltas en la violencia y la represión de un régimen totalitario, sumergido en una guerra civil y aliado de una potencia extranjera. Al final, Ana rechaza negociar su conciencia a cambio de su vida, y también es fusilada. Es un argumento calcado de una realidad que no ha sido superada, aunque ahora tiene otros maquillajes.
AYER
Cuando vimos Golpes a mi puerta por primera vez, dijimos que era uno de los textos más importantes que se habían escenificado en Venezuela, comparable solamente con Prueba de fuego de Ulive, Mesopotamia de Chocrón, El día que me quieras de Cabrujas y Los ángeles terribles de Chalbaud; piezas que marcaron época en el teatro nacional. Rubén Monasterios afirmó que se trataba de un drama que estimulaba una reflexión adolorida y colérica sobre el papel de la Iglesia Católica en ese contexto, pero que al mismo tiempo atrapaba al espectador desde el primer momento, por la forma como era tratada la anécdota, de los inquietantes conflictos que exponían los extraordinariamente bien diseñados personajes, de la calidad de las situaciones interaccionales entre ellos, y por ser una propuesta en línea del género llamado “política-ficción”: planteamiento de una situación inherente al ejercicio del poder en el ámbito social, ficticia, pero posible. Era un espectáculo intimista y su énfasis estaba en las caracterizaciones y las atmósferas que convocaba con precisión una puesta en escena reducida en lo visual.
HOY
A 24 años de su estreno, Golpes a mi puerta, ahora conducida por Fernández, mantiene su reflexión y la riqueza de contenidos que retratan las contradicciones de la realidad latinoamericana, en lo colectivo, y la mínima realidad de los dramas humanos en el universo de lo privado. Ahí se plasman los valores sociales, espirituales, la fe perdida y el amor en Dios, que la mayoría de las veces es intermitente, porque, como lo afirma su director, en un tiempo de crisis, cuando el mundo está tan polarizado, parece que las posturas éticas fueran secundarias. La vigencia de esta obra muestra que, por encima de las conveniencias, debemos ser nosotros mismos. La puesta en escena contemporánea luce espectacular, rica en lo visual e insiste en los conflictos de sus personajes atrapados en una telaraña de la cual no pueden evadirse.
Fernández, inspirado en Gené, ha colocado sus actores como ejes de sus propuestas escénicas, para redescubrir, desarrollar lógica, cómoda y humanamente el texto.
Mimí Lazo, quien con esta producción celebra los 20 años de su graduación como actriz, afirma que su desafío ha sido conservar la esencia de la obra en un montaje contemporáneo, capaz de transmitir los sentimientos de amor, frustración, sarcasmo y humor negro que pueblan el texto, dentro de una novedosa escenografia creada por Fernández, musicalizada por Sciamanna y con la iluminación de José Jiménez.

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