martes, mayo 29, 2007

Un teatro que se convirtió en una misa

A centenares de centurias de haber sido sacrificado por las tropas de ocupación romana y las fanáticas y manipuladas turbas judías, el Unigénito de Dios, o hijo terrenal de María y José de Nazareth, continúa atrapando audiencias y generando montañas de lógicas dudas que sólo la fe o la inteligencia sin cortapisas pueden responderlas. Es tan hermosa la fábula de aquel Jesús que muere en la cruz por predicar el amor sin ambages entre los seres humanos. Hombre-dios capaz de convertir agua en vino, multiplicar peces y revivir muertos, pero que no pudo impedir que lo crucificaran y que sí fue capaz de resucitar al tercer día para ascender al cielo tras anunciar que volverá para el Juicio Final y reinar así por los siglos de los siglos.
Ese, que es el cuento más hermoso que jamás hayamos escuchado y que encierra tantas explicaciones sobre el sentido mismo de la vida en una humanidad incrédula, fue capaz de tener audiencia aquí en Caracas durante todos los fines de semana de este mayo que agoniza. ¡Maravillosa prueba de un cristianismo a prueba de todos los sofismas y los materialismos convertidos en dogma! Nos referimos al espectáculo Jesucristo Superestrella, especie de humano evangelio de Andrew LLoyd Webber y Tim Rice, ahora invocado y convertido en show músico teatral estremecedor no sólo por su precisa realización sino por la verdad de su delicado e impactante discurso ecléctico, gracias al talento del venezolano Michel Hausmann y su afinado equipo de actores, técnicos, músicos, coros y actores.
Todas las comparaciones son odiosas pero este criollo evangelio teatral a lo Hausmann ha sido terapéutico para los espectadores porque abrió, una vez más, esperanzas en una redención del genero humano y además reiteró que sí hay un amplio conglomerado de actores, cantantes y bailarines, además de músicos, capaces de salir airosos en la realización de tan compleja ópera rock, precisamente aquí en esta Venezuela.
No es un montaje como se hubiese logrado en Londres, Nueva York o París, pero lo obtenido en Caracas supera a lo visto en Bogotá, por ejemplo, y está a mil años luz de un montaje amateur que degustamos en Manhattan, ya que el discurso-cantado de Jesucristo (Jhonny Sigal) o los lamentos de la humana Magdalena (Karina) o el desesperado esfuerzo del milenario y contemporáneo Judas (Luke Grande) tenían verdades y patetismos únicos para estos tiempos bolivarianos. Así lo sentimos y así lo apreciamos en ese público que plenó la Aula Magna en la mañana del pasado Día de la Madre. Ese Jesucristo Superestrella, que desde el año 1970 ha fomentado la fe en el más fantástico de los revolucionarios que tiene la civilización actual y cuya prédica está ahí en la calle, insuflando vida a unos y provocando la muerte eterna en aquellos que lo niegan.
¿Qué pasó?¿Milagro? No, hubo un impecable trabajo artístico que demuestra que todo no está perdido y que no han sido inútiles las artes en esta Tierra de Gracia. ¡Deja un referencia importante para el hoy y el mañana!
Hay que recordar que el Aula Magna de la UCV no es una sala de teatro como tal. Aunque el
equipo técnico de la productora de Palo de Agua hizo milagros para convertirlo en ello. Ese un lugar magnífico y con muchas bondades, pero nunca fue previsto para montajes teatrales. Carece de las exigencias técnicas para la iluminación y el sonido adecuados de un montaje total con las exigencias de Jesucristo Superestrella, pero aún asi aquello fue más que digno, es histórico y un reto para posteriores producciones de este aguerrido grupo de venezolanos que no tienen barreras que les impida trabajar y hacerlo bien.

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