domingo, julio 29, 2007

Oswaldo Vigas no se jubila

¿Lo suyo es genético? ¿De un médico y una descendiente del pintor Arturo Michelena no podía nacer otro tipo de venezolano? Estudió medicina y se graduó en la UCV (1952), pero tras de un breve ejercicio de la profesión, aquí en Caracas y en París, se entregó de lleno a las artes plásticas, oficio que comenzó, oficialmente, en 1942, al ganar un premio en un salón de ilustraciones para poemas, en el Ateneo, de Valencia, ciudad donde nació el 4 de agosto de 1926.
Por temática y estilo, algunos críticos, hace unos 40 años, lo calificaron como “el Picasso venezolano”, pero ese juicio no perduró y nadie lo repite. Nunca le gustó tal comparación porque pretendían así quitarle valor o interés a su obra. “Yo soy el venezolano Oswaldo Vigas, más nada. Era una forma de crítica destructiva por parte de unos enemigos gratuitos que yo tenía, porque todos se han ido muriendo. Esa es la historia que va limpiando, la gente se va yendo”.
Este artista, en óptimo proceso de recuperación tras una delicada dolencia cardiaca, no se molesta por la crítica y comenta que su lema era y es, porque no piensa jubilarse, “que hablen de mí aunque sea para bien, como lo decía Camilo José Cela, porque cuando hablan mal es mejor. Ningún comentario bueno es bueno para el artista. Si dicen cosas malas es mejor”.
Y sus palabras están apuntaladas en hechos cuantificables: numerosos premios y reconocimientos, además de críticas que lo exaltan dentro y fuera de Venezuela, especialmente en Francia, y una abundante producción dada a conocer a lo largo de 102 exposiciones individuales, la primera fue en su Valencia natal en 1943, y perdió la cuenta de las muestras colectivas. Lamenta no haber catalogado toda su producción de pinturas y esculturas. Hay gran cantidad de cuadros que no sabe dónde están, porque hace 30 años no se preocupa tanto de seguirle la pista a sus obras. Ahora sí sabe a donde va cada cuadro.
Entre lo que pintó en 1942 y lo que hizo durante esta semana existe una inevitable relación, aunque hay momentos en que dio “un pasito al lado, pero siempre me he mantenido en mi línea central y esta ha sido la figuración, ni naturalista ni realista, pero sí fantástica. Además no hago dos obras iguales”.
Admite que logró todo lo que tuvo oportunidad de hacer, pero en ocasiones no pudo hacer todo como quería. Considera que muchos artistas han vivido saltando, buscando estilo, tecnica o tema para ver cual pegan. “Por esa ansiedad de pegar algo, dan muchos saltos y si están haciendo algo lo dejan para hacer otra cosa, para luego volverlo a dejar”.
Nunca tuvo alumnos por su mal carácter. Le ha sido difícil soportar o aceptar la estupidez y la ignorancia. Eso sí, dio conferencias y habló mucho, pero nunca tuvo alumnos, ni se consideró como un pintor que pudiera dar clases, “aunque uno puede enseñar sin una formación académica, además siempre rechacé la academia. Ni aquí ni en Francia hice academia. Nunca mi pintura fue académica, ni siquiera en los comienzos. Siempre fui contra la academia”.
Ha pintado siempre, incluso desde su lecho de enfermo, como también en aviones, en trenes, en autobuses y hasta en restaurantes. Tiene centenares de bocetos sobre manteles, servilletas y hasta en boletos del Metro. No ha despreciado nada ni tampoco perdido el tiempo, pero sí ha sacado decenas de obras de esos primeros dibujos.
Sus obras las produce con la mano derecha y no desde la inteligencia. “Tiene su propia lógica y uno debe aceptarla. Si trato de dirigirla mucho entonces neutralizo la inspiración. Hay que dejar que trabaje sola y después lo que hago es eliminar cosas. Claro que cuando se tiene más de cinco décadas haciendo cosas así, esto es automático. No se necesita pensar y quien piensa en eso es un pintor académico y yo no lo soy. La mano trabaja sola y en compañía del ojo que ve lo que hace la mano y la mente escoge lo que va a quedar. Lo demás se elimina”.
Se casó con Janine Castes y procrearon a Lorenzo (1967), cineasta que destaca por su originalidad.
Víctimas
Reconoce que es uno de los pintores más falsificados y por eso tiene un deposito con docenas de obras “chimbas”. Las ha detectado “porque sus propietarios vienen a mí para ver si los saco de dudas”. Pero lo que hace es “retenerlas” y en ocasiones a los “dueños inocentes” les regala un “grabadito”. Incluso ha utilizado los lienzos de unas falsificaciones para crear cuadros auténticos sobre ellas. “Me da mucha lastima porque es gente seria y malgastan su dinero. Aquí en mi estudio he visto llorar a la gente por el engaño y ante la pena que les brota por toda esa desagradable situación, ante mí”. Cree que los copistas o falsificadores lo hacen por pura codicia y, como se dice, “la codicia rompe el saco. Hay gente que pinta muy mal y de pronto me copian para engañar a la gente que no sabe o cree en las personas que se los ofertan o hacen de intermediarios. Sé que hay muchas personas con cuadros falsos, pero aún no me han visitado. Creen que cuando yo no esté podrán venderlos, pero se equivocan, pues tengo un ayudante, el colombiano Iván Marrugo, que en el futuro podrá autenticar muchas de mis obras, porque ha presenciado mi trabajo, ha estado a mi lado y sabe muy bien como pinto yo”.



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