lunes, agosto 27, 2007

Zhandra bailarina bolivariana

Está feliz y tiene suficientes motivos, porque a su edad (confiesa 60) una bailarina no es precisamente muy útil en un escenario, pero Zhandra Rodríguez sí lo es y en grado superlativo, ya que lideriza y ejecuta el Programa Integral de Danza. Y ahora es que tiene años para desarrollarlo, extenderlo y acrecentarlo como nunca antes lo soñó.
Ese Programa Integral de Danza no se creó ayer ni fue un proyectito para salir del paso. Lo engendró y parió para salvar el futuro de las artes escénicas venezolanas y en especial el de la danza. Y todo tuvo su origen en la lenta, pero notable, desaparición del público en los espacios teatrales criollos. Ella lo detectó, buscó las causas por las cuales la audiencia iba disminuyendo, las ligó con las nefastas teorías castradoras del neocapitalismo en América Latina y al final comenzó a crear su plan. Le bastó mirar a la infancia para darse cuenta que cada vez había menos varones y niñas en las escuelas donde enseñan a bailar. Si eso seguía así en pocos años no habría generación de relevo dancístico, los artistas sobrevivientes se retirarían por viejos o por no tener un publico sensible ante el cual hacer sus piruetas. Y ahí fue cuando puso cabeza, pies y manos a la obra: con un mismo proyecto velaría por el futuro artístico y profesional de la amada danza y al mismo tiempo formaría espectadores a futuro, no sólo para el baile sino también para el teatro, ese que su amigo Carlos Giménez apuntaló desde aquel Ateneo de los tiempos de Maria Teresa Castillo, la inolvidable “señora Otero”.
Así, desde su exótico apartamento en Parque Central, mientras descartaba ofertas para ocupar cargos importantes en el gobierno bolivariano, inventó su Programa Integral de Danza. Cuando lo estructuró y contabilizó la gente que le ayudaría a ejecutarlo, pidió una audiencia al presidente Hugo Rafael Chávez Frías, a quien conoce desde los difíciles años 90, y al final logró que el Ministerio de Educación, con Aristóbulo Istúriz a la cabeza, le permitiera aplicarlo en las Escuelas Bolivarianas, desde aquel inolvidable y aciago año 2002.
Su Programa Integral de Danza, como ella misma lo puntualiza, se rige por los principios del modelo de escuela transformadora, donde la educación se concibe como una eficaz integración entre niños, niñas, docentes, padres o representantes, y además se caracteriza por frenar el conocimiento fragmentado, para contextualizar el aprendizaje de las artes, de manera que estas se adapten a la realidad pluricultural y multiétnica del país.
Recordó que en la educación bolivariana se concibe la cultura en todas su manifestaciones, por lo que en sus escuelas el currículo de educación integral en la danza es una expresión realmente significativa.
Ella no le gusta dar cifras o datos estadísticos, al estilo de Pdvsa, pero no puede silenciar que lleva 1.246.000 alumnos sensibilizados y ya dentro del programa hay unos 750 mil. Y durante cada nuevo año escolar se incorporan más alumnos. Todo se ejecuta, por ahora, en unas 3 mil escuelas presentes en unos 208 municipios de 19 núcleos estadales pilotos. Tanto educadores como educandos, además de los padres y los representantes de esa muchachada, están muy entusiasmados. Esa gente ha sido ganada para la danza, aunque sea como espectadores, asegura.
Ella, que además es apasionada por la física cuántica, reconoce que su Programa Integral de Danza no está destinado a crear profesionales ni artistas bailarines, así como tampoco la intención de las escuelas bolivarianas es sacar un matemático o un físico. Su programa sí se dedica a realizar presentaciones de baile para motivar y sensibilizar a los niños y las niñas, y luego formar a los docentes en estilos como el ballet, la danza contemporánea, el flamenco y la danza folklórica, además de las diversas danzas indígenas, para que luego estos lo enseñen a los alumnos en módulos anuales. ¿Serán artistas o espectadores? ¿Serán ciudadanos, sensibilizados?
Estrella
Nadie antes triunfó como ella en el mundo endógeno y exógeno de la danza. Por eso es la primera bailarina de Venezuela. No se retiró para vivir de las glorias pretéritas. No ha parado ni colgado las zapatillas como tal. Pero la nostalgia le envuelve de vez en cuando y por eso cuenta que a los cinco años inició sus estudios de ballet con la Nena Coronil y dos años después continuaba en la escuela de Margot Contreras. A los 15 se integró al Ballet Nacional de Venezuela. Conoció al Ballet American Theatre y se contagio ante su estilo e importancia. Audicionó y se convirtió en su bailarina principal. Después conquistó Europa porque la compañía de Hamburgo la atrapó. Regresó a Caracas en 1974 y junto a Vicente Nebrada, María Cristina Anzola y Elías Pérez Borja crearon el Ballet Internacional de Caracas, el cual se desintegra en 1981, después de una fantástica performance mundial. Funda su Ballet Nuevo Mundo de Caracas. Ahora lucha por el futuro del arte que jamás abandonará. Insiste en que no hay retira sino retos


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