martes, noviembre 06, 2007

¿Para qué se vive si hay que morir después?

¿Cuál es el sentido de la vida si el que nace esta condenado a perecer? ¿Vale la pena vivir a sabiendas que la muerte asecha? ¿Es justo convivir en una sociedad donde las relaciones humanas están regidas por pautas de poder? ¿Para qué un gobernante acumula poder sino puede impedir su muerte o una enfermedad que lo destruirá lentamente y con muchos dolores?¿Para qué un magnate acumula tesoros sino no puede comprar la vida eterna?
Esas y muchas otras preguntas esencialistas se las hará el público cuando vea el montaje que Héctor Manrique ha logrado con la pieza Final de partida, de Samuel Beckett (Dublín, 13 de abril de 1906/ París, 22 de diciembre de 1989), una producción del Grupo Actoral 80 que se presenta desde el próximo 15 de noviembre en la sala Horacio Peterson.
Héctor Manrique -nombre artístico de Héctor Rodríguez Manrique (Madrid, 1964)- reconocido director y productor de eventos teatrales, formado por el maestro argentino Juan Carlos Gené, dice que monta Final de partida por varias razones:
-Este es mi segundo texto de Beckett que llevo a las tablas; el primero, Esperando a Godot, en 1996, significó un gran aprendizaje, al lado de Iván Tamayo, Basilio Álvarez, y Héctor Palma, quienes ahora son profesionales consolidados, apuntalados por veteranos como Alejo Felipe y Julio Mota; fue un espectáculo muy celebrado por el público por el humor presente en esa pieza y la organicidad como estaba hecho el espectáculo; recibimos varios premios y estuvimos 20 semanas en temporada, en la sala del Grupo Actoral 80, en Parque Central. Desde entonces he leído todo lo que me cae sobre ese autor, que es para mí una especie de obsesión desde que empecé ha hacer teatro.
Reitera que Beckett es uno de los grandes autores del siglo XX. “No es gratuito que en una encuesta que se hiciera a 150 teatreros del mundo, ellos escogieran las cinco obras más importantes de la centuria y ahí estaban, encabezando, Esperando a Godot, después seguía La muerte de un viajante, Un tranvía llamado deseo, ¿Quién le teme a Virginia Wolf? y Final de partida. O sea que Becktt tiene dos entre esas cinco piezas. Todo eso, pues, me ha incitado llevar a escena su Final de partida”.
Recuerda que Final de partida se centra en cuatro personajes que ocupan una escena casi desprovista de elementos escenográficos, y entregados a unos esclarecedores pero amargos diálogos. Ellos son: Hamm, inválido confinado a su sillón; Clov, sirviente, que deambula continuamente por la escena. Y Nagg y Nell, los padres de Hamm, encerrados en sendos depósitos de basura. Todos viven en un mundo absurdo, pero regido por una lógica peculiar. Un mundo del que quisieran escapar, pero al que finalmente se han resignado. “Uno llora, llora, por nada, por no reír y poco a poco, una verdadera tristeza nos invade”, exclama Hamm.
Manrique explica que el espacio donde están los personajes es totalmente gris y todo pareciera que es el final de la humanidad y que solamente ellos son los sobrevivientes. “Ahí es donde deben brotar preguntas como estas: ¿Todo esto tiene sentido?,¿La vida tiene un sentido?”.
-¿Cómo se responde a tales interrogantes?
-Tal como lo dice el texto: en el principio esta contenido el final y nosotros continuamos. Es decir, desde que nacemos, ya tenemos el primero y único boleto y eso nos recuerda la muerte, más adelante o un poco más acá, pero nosotros insistimos. Es una pieza sobre el poder, porque invita a reflexionar sobre la razón misma del poder si al fin y al cabo el que lo detenta también va morir. El titulo lo dice todo: el final de una partida, de un juego. Eso define la obra, porque para Beckett la existencia era eso: no se concibe una existencia sin la generosidad, sin el bien, si además todos sabemos que la vamos a perder.
-¿Por qué monta esta obra tan amarga?
-Creo que el público se va a reír muchísimo, pero yo he querido autopellizcarme el culo con una pieza que nos llama la atención de una manera directa, total y profundamente poética, que nos zarandea, que nos hace salir del teatro haciéndonos las preguntas más importantes que el hombre debe hacerse, entre esas están: ¿Para qué estoy aquí? ¿Cuál es el sentido de todo esto?¿El sentido de todo esto es coleccionar dinero o poder? O ¿Podemos ser medianamente felices? En esta obra, un personaje le pregunta al otro: ¿Tú alguna vez has sido feliz? y el otro le responde: Nunca, que yo lo recuerde”.
-¿Cuáles son sus aportes como director?
-Para mí sería difícil, cuando estoy a menos de dos semanas para estrenar, contar cuales han sido mis aportes, pero admito que ha sido una experiencia enormemente intensa. Hemos buscado el trabajo creativo de actores como Juvel Vielma, Daniel Rodríguez, Juan Vicente Pérez y Melissa Wolf, cuyas edades promedio son de 25 años. Estudiaron y crearon sus personajes, además del trabajo colectivo, y creo que serán una revelación.
-Usted dirige espectáculos comerciales como “Confesiones de mujeres de 30”, y ahora hace “Final de partida”. ¿Cómo explica eso?
-A mí me divierte hacer teatro y procuro hacerlo lo mejor posible, esa es mi consigna. Con respecto a los espectáculos comerciales debo aclarar que no son producciones del Grupo Actoral 80, institución que antes ha exhibido montajes como El día que me quieras, Copenhague, Arts o La revolución. A mí me seduce descifrar una obra como Copenhague o meterle el diente a Final de partida, que es una pieza esencial para la humanidad que avanza en este siglo XXI, donde la civilización esta amenazada.

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