jueves, marzo 06, 2008

Los dioses del sur premiaron a Vicente Lira

Vicente Lira es un intelectual caraqueño, de 50 años, que no le tiene miedo a la polémica y por eso reitera que el teatro como expresión dramatúrgica es literatura y rechaza esa permanente exclusión que se le hace a tan importante base de las artes escénicas o sea “al texto literario que se utiliza para crear un espectáculo audiovisual”.
Lira se asoma a esta polémica precisamente cuando la empresa estatal Monte Ávila Editores Latinoamericana le editó su obra teatral Los dioses del sur, la cual además ganó el concurso de dramaturgia del grupo Rajatabla, cuyo premio será la representación y su respectiva temporada en la sede de dicha agrupación, a partir del venidero mes de abril.
Dice que existe la mala costumbre de “no querer entender que los procesos que definen un género literario dependen de las características propias del mismo, por lo que su valor está dentro de ese contexto y no dentro de otro género. Existe la tendencia a sobrevaluar la narrativa, la poesía, o la dramaturgia, partiendo de quien haga la crítica y no por los aportes obtenidos en el género dentro del género. No tiene mucho sentido criticar por comparaciones de volumen o cantidad de metáforas o tipo de construcción. Cada uno de ellos tiene sus características propias, y lo que corresponde a la forma como debe producirse responde a estudios propios en cada uno. Si alguien cree que porque escribe narrativa y ha sido reconocido, podrá escribir poesía y dramaturgia y ser reconocido igualmente, creo que esta cometiendo un error un poco ingenuo. Es necesario saber conectarse con el género con el cual se quiere trabajar con el objeto de evitar, sin intención, trasladar a un género las características de otro con el cual el autor se sienta más identificado”.
-¿Por qué el teatro y no la narrativa como pasiones culturales?
-A nivel literario no estoy completamente seguro de haber definido un camino a seguir si es que realmente debe existir algún camino cuando se es escritor, es decir, si uno debe definirse hacia un género específico o no. Es cierto que un autor debe sentirse más cómodo en un género literario que en otro, por lo menos a mi me ocurre con el teatro cuando lo confronto con la narrativa o con la poesía, pero prefiero no pensar mucho en eso y seguir con un proceso de experimentación y decantación que me permita recorrer la narrativa, la poesía y el teatro, disfrutándolo, frustrándome o emocionándome, precisamente porque existe esa comodidad o incomodidad. Por suerte -quizás también más por insistencia- he logrado encontrar a personas que de una u otra forma comparten las mismas inquietudes que yo y puedo mostrarles los resultados de mis trabajos, y recibir sus observaciones, las cuales mientras más objetivas más efectivas. Pienso que lo que ha ocurrido conmigo y la dramaturgia ha sido el resultado de una serie de acontecimientos que me han permitido mostrar más lo que he logrado con la dramaturgia que lo que puedo haber creado en cuento o en poesía, sin embargo, no creo que sea una razón lo suficientemente fuerte como para dirigir todos los esfuerzos hacia teatro –aunque también es cierto que si han sido lo suficientemente fuertes como para motivarme a escribir más dramaturgia que otro genero.
-¿Logros en la narrativa?
-He quedado finalista en dos concursos de cuentos, ambos en España. He publicado cuentos y poesía en la página web de Texto Sentido. También he formado parte de tres libros de los talleres de Las Voces Nuevas del Celarg (en narrativa y poesía). Dicté un taller de cuentos en Barcelona, España. Tengo dos novelas escritas y un libro de poesía, los cuales estoy revisando con un grupo de amigos conocedores del tema.
-¿Cuantas obras teatrales y cuantas premiadas?
-Tengo escritas cuatro obras más o menos extensas: dos de las cuales están premiadas. Y las otras dos estoy revisándolas. Estas son: Las tumbas son pa´ los muertos (Premio Chela Atencio), Los dioses del Sur (Premio Monte Ávila y Premio de Rajatabla en homenaje a Gilberto Pinto), Quince minutos antes del exilio y A la manera de Oporto. Además de esto tengo escritas cuatro obras cortas, bajo un proyecto que denominamos Dramática Iberoamericana para realizar lecturas dramatizadas.
-¿Donde están las satisfacciones?
-Lo que se siente en la dramaturgia debe ser muy parecido a lo que se siente en la narrativa si la obra es llevada al cine. Aunque con el teatro me ocurre algo que no me ha presentado en la narrativa y es el hecho de que no puedo dejar de sentirme identificado con los personajes que desarrollo. Imagino que debe ser porque los diálogos te hacen acercarte más al personaje porque necesitas transmitir una sensación que permita una identificación inmediata con el espectador. Vi todas las representaciones de Las tumbas son pa’ los muertos y cada vez me sentía más identificado con lo que quería decir. Quizás en algún momento deje de ocurrir, pero por los momentos no se ha dado y no tengo la menor intención de evitar que ocurra.
-¿Qué prepara?
-Tengo dos teatros: uno sobre José Antonio Ramos Sucre y otro relacionado con santería y vudú. Estoy revisando un poemario: Poema Mecánicos. En puliendo estoy revisando un cuento Per-peraa Kami, muy largo. En cortometraje intentamos convencer a unos amigos para que filmemos un corto basándonos en mí cuento Mejorando la casa; la historia los ha convencido, falta saber hasta donde llegaremos con las buenas intenciones.
-¿Qué recomendaciones hace a los directores de sus obras?
-Que sean libres de hacer lo que se les ocurra. Mientras uno esté vivo y pueda observar el montaje uno como dramaturgo puede saber que reforzar, modificar, quitar, o simplemente que ignorar sobre la base de la puesta en escena realizada por el director. Un montaje es un hecho temporal (que te estremece como dramaturgo, pero hecho temporal a fin de cuentas) y básicamente es un punto de vista que puede acercarse o alejarse del texto, dependiendo de la empatía que sienta el director con el texto.
-¿Puede repetir el cuento de la obra premiada en Rajatabla?
-La idea es mostrar, en tono de tragicomedia, cómo se juega y se trafica con la muerte en un cementerio, cómo vale más la trampa que la verdad y cómo están definidos estos personajes que logran que nos veamos transformados en simples marionetas de un juego burocrático, pero estableciendo nexos con la mitología griega sin que esto tenga que se un factor que genere ruido en el espectador. Sería entonces mi versión del dios y del mito griego arraigado en la realidad latinoamericana en donde un dios puede ser una actriz famosa, las Moiras dos viejas chismosas amantes de la lupe y las telenovelas, en donde una maquinita de baterías que deja caer agua incesantemente puede representar la laguna estigia, y un cargador de tierra en un cementerio puede ser Sisifo. Un lugar en donde todas las caras que juegan a engañarnos son las mismas.
-¿Hay estímulos para escritores y dramaturgos?
-Si decimos que “escritores” implica poetas, cuentistas, novelistas, ensayistas, etcétera, puedo indicar que en este momento hay más estímulos para los escritores que para los dramaturgos. Hace poco se creo un premio que parecía ser la panacea para el dramaturgo venezolano, ofrecía 30 mil bolívares fuertes como premio, pero se entregó una vez y no volvió a convocarse. Un galardón de esa envergadura podría lograr que un dramaturgo definiese un plan de trabajo por un año o dos, dependiendo de sus necesidades, pero simplemente se dejó de realizar. Para un dramaturgo es bastante cuesta arriba vivir de su arte, pero como dice mi amigo Juan Ramón Pérez que colocaré entre comillas aunque no es literal: “hay que seguir luchando, porque proponemos un sueño”. Hay que seguir y vencer en muchos casos por volumen de logros y calidad. Finalmente: gracias a Gerardo Blanco y a Mónica Montañés: ¡Seguimos… se les quiere! A Rodolfo Santana: Sensei, extraño masoquistamente sus críticas.

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