martes, septiembre 02, 2008

La jaula de Rajatabla

Al morir el director argentino-venezolano Carlos Giménez (28 de marzo de 1993) se dijo, con cierta perversa intención, que la agrupación Rajatabla desaparecería en semanas. No ha sido así. El actor Francisco Alfaro (Madrid, 24 de octubre de 1950) asumió la gerencia y lleva tres lustros luchando para que la nao no se hunda, pero carece de un director artístico a la altura del finado, algo imposible de conseguir, aunque sí podría haberse ejercitado. Se aplicó la formula de “un esteta para cada montaje”, con lo cual las características vanguardistas de la agrupación sí desaparecieron. ¡Craso error, pues se trata de una institución dedicada a la producción de espectáculos teatrales de índole artística!
La institución, que ya tiene más de 100 piezas escenificadas a lo largo de sus 37 años (28 de febrero de 1971), prosigue visitando algunas ciudades claves de la provincia, aunque las giras internacionales son menos frecuentes, y mantiene activa su “fabrica de actores” con el Taller Nacional de Teatro (TNT). Con las ganancias que deja la administración de una taguara, instalada en el patio de su sede, donde venden cervezas y pasteles de queso, y unos cuantos bolívares fuertes provenientes del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, la Rajatabla de Alfaro puso en marcha un proyecto destinado a promover la dramaturgia venezolana. Hizo un concurso y seleccionó cuatro piezas para la temporada 2008 que finaliza en noviembre. Ya mostró Los dioses del sur de Vicente Lira y Cont@cto de Carmen García Vilar. Actualmente exhibe La jaula big shop de Héctor Castro y cierra con José Amindra de Roberto Azuaje.
La jaula big shop, dirigida por José Sánchez y con la participación de Gerardo Luongo, Yurahy Castro, Rossana Hernández, Wolmar Coronado, Freddy Buitrago, Elvis Chaveinte, Vicente Peña, Flor Colmenárez, Ignacio Marchena, Jhonny Torres, Carlos Núñez, Miriam Pareja y Pedro Pineda, no es más que el bar-prostíbulo del municipio Bergantín. Un antro donde más de 12 parroquianos y las meretrices luchan contra el hastío y además preparan una parodia teatral del Descubrimiento de América. Todo eso fracasa por un “golpe de Estado” de la policía contra el alcalde.
Lamentablemente, esa “jaula” no supera las comparaciones con otras dramaturgias criollas y muestra “las costuras” de piezas famosas como El pez que fuma de Román Chalbaud, La revolución de Isaac Chocrón, Baño de damas de Rodolfo Santana, A 2,50 la cuba libre de Ibrahim Guerra y Calígula de José Simón Escalona, las cuales, en su momento, plasmaron a un país convertido en un burdel donde se resuelven problemas sociales, políticos y hasta culturales. No es malo que se tomen detalles de otras obras altamente significativas, pero el texto de Castro no alcanza la intensidad ni la densidad de las aludidas ni tampoco logra parodiar a José Ignacio Cabrujas en su Acto cultural. ¡Con esos seis textos sí se habria podido hacer un insólito cóctel teatral...pero había que arriesgar y eso es lo que ahí faltó!
Y por si fuera poco, al montaje le faltó “carne” y acción para ser un auténtico espectáculo vivo, con lo cual las falencias del texto son más obvias. Se desperdició la oportunidad de crear un cálido carnaval con las rameras interactuando con el público y lograr así esa perenne fiesta característica de los botiquines populares. Un teatro lúdico donde el accionar de la audiencia pudo ser parte importante del montaje. ¡La nostálgica pista musical es excepcional por los temas utilizados!

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