martes, enero 06, 2009

Miguel Otero Silva al teatro con Rajatabla

Con el estreno de Cuando quiero llorar no lloro y los remontajes de José Amindra y Trastos viejos, la agrupación Rajatabla festejará sus 38 años de actividades en pro del desarrollo teatral en Venezuela. Así lo informó el actor Francisco Alfaro, quien desde el 28 de marzo de 1993 está al frente de la institución fundada por Carlos Giménez.
Alfaro comentó que solicitaron al escritor Vicente Lira realizar la versión teatral de Cuando quiero llorar no lloro, celebre novela de Miguel Otero Silva, la cual a su vez será dirigida por José Domínguez. “Su estreno será en abril y esperamos que se realice en la Sala Anna Julia Rojas del Ateneo de Caracas. Las temporadas de José Amindra, de Roberto Azuaje, y Trastos viejos, de Javier Vidal, que son espectáculos de nuestro repertorio, se realizarán en el Celarg y en el Teatro Trasnocho respectivamente”, agregó.
VICENTE TRABAJA
Preguntamos a Vicente Lira (Caracas, 48 años) cómo ha realizado la versión escénica de Cuando quiero llorar no lloro, y el expresó que el trabajo intertextual siempre tiene sentido, por “el salto entre géneros literarios, que es algo natural, inclusive cuando ocurre entre géneros no necesariamente literarios. Cuando se realiza una adaptación de la literatura al teatro o al cine, quien realiza la adaptación permite mostrar diferentes perspectivas de un mismo proyecto y también permite reconocer al autor desde puntos desde los cuales el mismo escritor podría no haberse imaginado. Pensemos en un poema y reflejémoslo en una foto; todo el mensaje estará proyectado en esa imagen, y esa imagen final será el poema, pero también será algo distinto con vida propia. Ese es el placer de la adaptación y de la reexpresión de un arte”.
-¿Por qué ir de la novela al teatro y no del teatro a la novela?
-En Venezuela han sido escritas grandes cantidad de obras para las cuales una visión desde otro género brindaría un valor incalculable. El público cautivo de un arte se amplia si la misma expresión artística se presenta desde otro punto de vista. Es probable que el número de las personas que leyó Cuando quiero llorar no lloro, se haya incrementado notablemente cuando le sumamos las personas que vieron la película. Lo que pocas veces se hace, o por lo menos no tengo referencia, es lo contrario a lo que indica la pregunta, no conozco escritores en Venezuela, que partiendo de una obra dramática hayan escrito un libro, pero sí existen ejemplos válidos de obras dramáticas venezolanas llevadas al cine. Rodolfo Santana es uno de los dramaturgos que ha logrado que esto ocurra, con obras como Baño de damas y La empresa perdona un momento de locura.
-¿Cuáles son los conflictos a resolver para llevar una novela al teatro?
-Los conflictos se generan al necesitar concentrar los espacios (temáticos, geográficos, escénicos, experiencias, temporal, etcétera). Quien realice la adaptación debe ubicar la idea principal en la novela, lo que se considere más representativo, y partiendo de allí, definir los espacios escénicos y lo personajes que generarán y resolverán el conflicto. Si en la narración existen muchos personajes, se pueden crear otros que permitan sintetizar el objetivo de varios de esos personajes presentes en la novela. Si existen muchos espacios geográficos o escénicos, entonces se debe encontrar la forma de crear espacios propios, neutros, si es necesario, que permitan simular estas variaciones espaciales, y amoldarlas a la realidad del espacio existente. Por último, si la novela rompe con el espacio temporal, quien realice la adaptación, y dependiendo de lo complejo de la puesta, puede realizar una relectura temporal de la obra, con el objeto de replantear el orden lógico, y ajustarlo a los gustos del dramaturgo.
-¿Cuáles fueron los problemas con Cuando quiero llorar no lloro?
-Primero ubique un tema que me dejara satisfecho y que representara lo que yo veía en la obra. No era el único tema presente, pero sí era el que me llamaba la atención: “Los sueños frustrados en una sociedad que gira alrededor de los errores humanos”. Los Victorinos vs. la Venezuela social que los anula y los obliga a ser de una manera, pero que, contradictoriamente, los lleva en otra dirección que los conduce a la muerte. Por otra parte, la gran cantidad de espacios geográficos y escénicos me obligó, de cierta manera, a pensar en soluciones de puesta en escena, como la presencia de una a tres pantallas, símbolos de cada una de las sociedades descritas por el autor. En ella se podrían reflejar tanto escenarios, como personajes, reduciendo en número de estos al momento de la puesta en escena. También inventé personajes locutores, que me ayudarían a ubicar al espectador en los períodos temporales en los cuales se encontrarían en un momento determinado (desde 1948 a 1966, fechas de nacimiento y muerte de los protagonistas). Estos locutores no sólo indicarían el paso del tiempo, sino también los hechos, las películas que se veían en la época, una carrera de carros en Le Mans, los comerciales –todo esto basado en que Otero Silva, de una u otra manera, también presentaba locutores en su obra- y finalmente los utilicé para cerrar con el poema Canción de otoño en primavera de Rubén Darío. Por último, hice varias lecturas de la obra y la reestructuré para reconocer en cada una de las historias, de cada uno de los tres Victorinos, sus secuencias de vidas, para unir las historias y presentarlos en escena como un todo, un conjunto de individuos que, dentro de su sociedad, luchan y son vencidos.
-¿Cuáles son las diferencias fundamentales entre el texto dramático y el texto literario?
-El texto dramático está concebido para ser expuesto, por tanto, cada personaje y cada espacio dentro del texto posee un sentido y un valor por si mismo. El objeto por el cual se crea y presenta un personaje y un espacio escénico no debe dejar dudas acerca de su función dentro del texto dramático. Un actor debe ser sostenido por la función que desempeña dentro de la obra y, cada espacio (escénico, temático, geográfico), debe ser sostenido por el objetivo principal por el cual fue concebida la obra misma. Por todo esto, un texto dramático no debería contener superficialidades, ni personajes, que puedan integrarse con otros. Es como los adjetivos en un cuento: si se utilizan de más, o sin sentido, no califican, son ripios. El texto literario puede ser disfrutado y analizado tantas veces como el lector lo desee. No hace falta repetir una idea, o un concepto, porque el lector puede regresar al punto en donde se generó la duda, tantas veces como lo desee, al contrario del texto dramático en donde se asume una puesta, y se deben dejar claras todas las dudas, durante el tiempo definido por una única lectura o representación. En ambos casos, considero que el tema es importante. Tanto en un caso como el otro, la falta de tema conlleva a que el resultado final sea solamente una anécdota o un hecho trivial y su valor dependerá más del gusto del consumidor que de otra cosa.



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