domingo, marzo 15, 2009

La catarsis de la compañía

Según nuestras experiencias existenciales sí podemos definir lo que ha significado o lo que ha sido el amor en nuestro periplo.Pero aquello que aprendimos cuando niños o adolescentes, no ha cambiado, aunque seamos otros totalmente diferentes, y sigue ahí, como un faro, recordándonos que “dios es amor” y que fuimos “creados para amar” en auténticos actos de entrega, gozo y alegría, pero que ese amor en ocasiones también exige sacrificios y entregas a cambio de nada, solo del amor.
Esa y otras reflexiones más pueden martillar la conciencia y hasta provocarle insomnio a espectadores y espectadoras que acudan a la sala Horacio Peterson donde Giovanni Reali, un esmerado artista, además de ser un convencido luchador por el amor, apuntalado en otros y otras como él, insiste en mostrar una decena de miniactos teatrales centrados en lo que son, fueron o serán las relaciones sentimentales de una pareja, heterosexual, seres empeñados en luchar para ser felices por encima de las diferencias y los convencionalismos.
Se trata del estimulante y bien concebido espectáculo En compañía, resuelto más que satisfactoriamente por los intérpretes Roberta Zanchi y Antonio Urdaneta, donde se utiliza una inteligente y sensible selección de segmentos de las piezas Al unísono de Elizabeth Schön, Alcoba nupcial de Jan de Hartog, La necesidad de ser polígamo de Silveira Sampaio, Pareja abierta de Darío Fo, Magi ante el espejo de Isidoro Aguirre, Los días felices de Samuel Beckett, Aprendiendo de Jorge Luis Borges, además de Hoy recuerdo y Para siempre del mismo Giovanni Reali, como prólogo y epílogo.
¿Es posible amarse para siempre? ¿Qué mantiene vivo el amor de una pareja? Son algunas de las preguntas que Giovanni Reali propone y le responde al público, mediante esa minuciosa selección que integran el hilo dramático de En compañía, un montaje que debe acosar al corazón de toda su audiencia.
Todo eso se consigue, gracias a una minimalista y depurada producción artística que se limita a un baúl de múltiples usos y dos actores, en medio de un espacio escénico en negro, empeñados en mostrar situaciones al limite de la pareja que se ama, por encima de los demás, de ese nefasto infierno sartreano, y hasta obligándose, incluso, a si mismos, para no defraudar al otro o la otra. No es un show de boleros ni baladas romanticonas, nada de eso. Son fragmentos de las vidas de dos seres, teatrales por supuesto, pero posibles en la vida real porque de eso es capaz el arte, cuyo destino no es otro que amarse, acompañarse, apoyarse o criticarse hasta el infinito, pasearse sobre la cuerda floja de la despedida y volver a comenzar con más intensidad que antes.
Ese cóctel de fragmentos dramáticos y cómicos que integran el texto del espectáculo, permiten ver, palpar y hasta degustar a una pareja de amantes enamorados y capaces de desafiarlo todo, con tal de salvarse o no dejar morir al amor, como único motivo para estar vivos.
El director y autor escénico afirma que En compañía “damos la oportunidad de reconocernos, de reírnos de nosotros mismos, de reflexionar y de detenernos a pensar en el compromiso que se hace con la persona que amamos o con la que hemos determinado continuar nuestro viaje por esta vida, porque es una obra que brinda momentos íntimos de reflexión entrelazados con la cotidianeidad conyugal, a veces dramática, a veces hilarante”.
Difícilmente, el público saldrá de una función de En compañía sin evaluar lo correcto o lo incorrecto de tal o cual relación que vivió o que está viviendo. Eso se logra, pues, gracias a este certero espectáculo y por quienes ahí intervinieron. ¡La catarsis es la otra invitada a ese ritual sobre el amor y sus conflictos!
Y, por supuesto, hay una moraleja, muy a lo Perogrullo, que nadie debe olvidar, y es que para que haya amor se necesita, mínimo, dos personas, ya que el onanismo sentimental es mortal y es todo lo contrario al amor, que es vida.

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