miércoles, marzo 04, 2009

Melissa Wolf se atrevió con "Edmond"

No es frecuente encontrar a una mujer al frente de una agrupación teatral o coordinando un ambicioso espectáculo. Las razones de esa sin-razón tienen que ver con la histórica presencia avasallante del varón en los roles determinantes del teatro mismo y a una cierta dictadura o tiranía, muy masculina además, que se ejerce en el ámbito de las relaciones artísticas-patronales indispensables para la creación de un montaje.
En Venezuela hay pocas damas que se atreven a dirigir una cohorte actoral, donde haya predominio de hombres, y una de esas excepciones es precisamente una fémina bella, con rubios cabellos largos e interesantes ideas estéticas, como lo ha demostrado Melissa Wolf con su impactante creación escénica lograda con el nada fácil texto Edmond, de David Mamet (Chicago, Illinois, 30 de noviembre de 1947), una tragicomedia que hace temporada en la Sala de Conciertos del Ateneo de Caracas.
Esta pieza, escrita en 1982, y llevada al cine, en 2005, por el director Stuart Gordon, retrata con absoluta vigencia una sociedad donde los prejuicios contra los afro-americanos o los negros, los homosexuales y las mujeres están a la orden del día y en donde su personaje protagónico, Edmond, signado por dichas trabas o taras emprende un viaje, o una especie de descenso a los infiernos, en el que las relaciones casuales que irá estableciendo en unas pocas horas le revelarán sus limitaciones personales. Pretendiendo materializar una fantasía masculina- una aventura sexual- Edmond consigue resultados que en lugar de un premio resultan ser el peor de los castigos: mata, cae preso y afronta violaciones y relaciones homosexuales en la celda donde lo recluyen, según la dramaturgia desacralizadora de Mamet.
El elenco está conformado por Juan Vicente Pérez, Mariana Gil, Ailed Silva, Claudio Laya, Jesús Cova, Luis Bisbal, Maikel J. Ortuño. La producción está a cargo de María Elena Ascanio para el Celcit y el Grupo Actoral 80.
Melissa revela que su primer acercamiento al teatro fue en la Academia de formación de actores de Venevisión. “Tuve la fortuna de formar parte del primer grupo convocado para estudiar allí durante un año, de lunes a viernes toda la mañana. Comencé a recibir clases de actuación con el actor y director Héctor Manrique y además con el maestro Marcos Reyes, de voz y dicción con Felicia Canetti y de expresión corporal con Giovanni Reali. Como cierre de ese año se realizó un montaje donde yo asumí la asistencia de dirección y gracias a eso pude ser asistente del montaje El día que me quieras, de José Ignacio Cabrujas, en el 2005, dirigido por Juan Carlos Gené. A partir de allí todo ha sido una especie de escuela para mí porque aparte de lo que aprendí de Gené tuve la fortuna de seguir trabajando al lado del Grupo Actoral 80 en numerosos montajes que me dieron la posibilidad de empaparme poco a poco del trabajo de dirección de actores y puesta en escena. Trabajar con ellos ha sido la mejor de las escuelas".
-¿Por qué se ha dedicado a la dirección, especialmente?
-Porque me parece fascinante el arte de convertir en tridimensional algo que está escrito. Poder trabajar con la creatividad de los actores y guiarla por un sendero común en donde coincida su intuición y lo que está planteado en un texto teatral. Tener la oportunidad de jugar con la imaginación del espectador y confrontarlo, obligarlo a comprometerse con el espectáculo, a que juegue con los actores. Lograr que eso pase, que la gente se conecte con lo que el autor quiere decir a través de su obra, es un reto apasionante.
-¿Cuántos montajes hasta ahora?
Tres. El primero fue Momentos, basado en un texto del español José Luis Alonso de Santos, en 2006, como trabajo final del segundo nivel de la Academia de Venevisión; el segundo El cruce sobre el Niágara de Alonso Alegría, en 2008, y ahora el tercero es Edmond de David Mamet.
- ¿Por qué ha escogido ese texto y no un autor venezolano?
-Edmond fue una de las primeras obras que leí en mi vida y siempre me pareció maravillosa. Mamet escribió un texto crudo, pero divertido, necesario, universal, complejo pero retador. Cuando terminó la temporada de El cruce sobre el Niágara decidí retomarla porque siempre me quedó en mente que yo quería llevar a escena esa pieza y además estaba trabajando en Final de partida, de Samuel Beckett, con Juan Vicente Pérez que me parecía que como actor podía asumir el personaje de Edmond con mucha verdad. Por supuesto no estoy cerrada a montar piezas de autores venezolanos, aún tengo muchas ganas de seguir trabajando y hay muchas obras por montar.
-¿Cómo realizó este montaje? ¿Qué era lo básico o lo fundamental de su propuesta de dirección?
-Fue un proyecto que empezó a fraguarse a finales del año pasado. Pero los ensayos como tal se iniciaron los primeros días de enero. Y como era tan cercana la fecha del estreno eso nos obligó a trabajar muy intensamente como equipo cosa que eso resultó muy emocionante. Por ser una obra en la que cada escena marca un lugar distinto en la historia, decidí trabajar con un espacio vacío, en donde la participación de objetos fuera la estrictamente necesaria. Y buscar que esos elementos escenográficos fueran lo suficientemente versátiles para ubicar al espectador en dichos lugares pero al mismo tiempo obligarlo a usar su imaginación y comprometerse con la acción.
-¿Qué prepara para después de este temporada o ya estás trabajando en alguna otra producción?
Ahora que ha estrenado Edmond estoy estudiando nuevos proyectos pero aún no tengo nada definido con claridad. Lo que sí tengo claro es que quiero seguir trabajando.

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