martes, abril 28, 2009

El dictador Carlos Giménez revive en 2010

Cesar Rojas, caraqueño de 48 años, quedó finalista en el III Concurso de Dramaturgia Marita King 2008 por su pieza Malos sentimientos, la cual transcurre en una barriada de la capital venezolana y muestra, al mejor estilo entre Román Chalbaud y José Ignacio Cabrujas, como el amor sí puede ser un recurso de la humanidad sensible para salvar a casi todos los seres humanos, a pesar de los numerosos conflictos que pretenden hacer desaparecer a los que si aman o pueden amar. Pero dejemos que este valioso teatrero, combativo y además con obra propia, responda a un cuestionario que pretende ayudar a publicitar su historia y su sensato pensamiento
-¿Donde comenzó su viaje o su aventura con el teatro?
-Desde los siete años yo quise hacer teatro, cosa que horrorizo a mi familia, porque estaba siempre participando en agrupaciones parroquiales, bajo la dirección de Daniel Aguilera o Carmelo Castro, quienes eran mis vecinos, con las cuales me divertía mientras me entrenaba para el día en que me tocara a mí seriamente ser el creador. Desde segundo grado escribí, y aunque no niego que me encanta montarme en el escenario a interpretar roles, el actor siempre me pareció un medio –con todo el respeto del caso- y lo que yo quería era escribir y dirigir mis propias obras…ser el ideólogo de lo que se mostraba sobre el escenario.
“En una oportunidad vino a Caricúao una representación de Aveprote, con la intensión de ver la representación artística de la parroquia, allí conocí a Carlos Giménez con su gente y vi su puesta en escena de Señor Presidente en la Escuela Cuatricentenaria, de la UD7.Sus palabras, sus ideas, su actividad, su desenfado y su obra, funcionaron como una especie de droga para mis oídos y mis ojos ávidos de ese conocimiento, de esa magia, de esa entrega que pedía el teatro y me cambió la vida, como un sacerdocio que me llamó a sus filas y comencé con este servicio militar desde soldado raso, en camino hacia el papado. Yo supe de inmediato que esa era mi misión de vida; lo que yo quería hacer y haría contra viento y marea…y desde ese momento decreté que aunque era muy tímido para preguntar qué tenía que hacer para formar parte de su grupo, supe que algún día su Rajatabla sería la base para la creación de mi agrupación, de mi casa…la consolidación de mi grupo profesional mientras miraba a mi maestro demostrar su talento apasionadamente, porque se la considerado, con justicia, como el mejor promotor cultural de Venezuela en el siglo XX.
-¿Cuantas obras escritas y cuantas han sido representadas?
-Poseo un promedio de 60 piezas de teatro escritas y montadas no menos de 20.Y algunos performances en los que incluso e participado como autor y actor.
-¿Cual es el origen de Malos sentimientos?
-Malos Sentimientos es la segunda parte de una trilogía que vengo trabajando hace algunos años, donde la primera parte es El Regreso, la historia de una espera, la cual ganó el Premio Municipal de teatro ’92, el Premio Enrique Benshimol y Mención Especial del Premio Marco Antonio Ettedgui ’92, en Caracas. Y ahora se re-estrena en el teatro de La Ranchería en Buenos Aires, el 17 de Mayo, después de haber tenido una temporada importante a principios de año. En esa pieza busco las causas -en el inicio de la democracia venezolana- de esta vida que nos ha tocado navegar, en este partido de béisbol Caracas Magallanes, donde no somos ni de la barra Pepsi, aunque nos han prometido tocar el bate, el guante o la pelota en cualquier momento; y cuya última parte aún está en el horno, esperando su momento para nacer. Malos Sentimientos, en mi pieza, es un saludo de mis personajes; que en vez de preguntarse ¿cómo estás? o ¿cómo te va?, se desean “malos sentimientos”, quizás como un modo para poder defenderse de la agonía de la realidad que los rodea y los embota.
-¿Por que en Malos sentimientos hay tanta influencia de la radionovela o el folletín?
-Primero y principal porque me encanta y me asumo como hijo de la radionovela y el folletín; mis abuelos me levantaban cada mañana y acompañaba la avena de Penichez escuchando a Rosita Vásquez o a Arquímedes Rivero, con alguna de sus historias aleccionadoras, que de algún modo buscaban, a partir del amor y sus obstáculos, una sociedad basada en la fracasada familia, como célula fundamental de la sociedad. Segundo e inmediato porque soy venezolano, caribe sincretizado con andino, y jamás me he puesto de espaldas al proceso histórico al que pertenezco, como muchos de los homólogos, que para evitar ser etiquetados por las especulaciones sin base, que no han hecho el seguimiento preciso y no han estado claros con nuestros procesos creativos. Confundiendo además la reflexión del artista con el enfermizo concepto capitalista que tiende a creer en el éxito del arte como un producto comercial y no como una obra de la actitud estética de un ser racional superior sensible y su procesos estético, las cuales no soporta el rigor del método científico para desentrañar o desocultar -como dice Heidegger- el verdadero proceso dialéctico del creador de nuestras tierras; o simplemente como el crítico Leonardo Azpárren Jiménez que nos niega, pues se rehúsa a subirse al proceso real de la historia, argumentando groseramente y sin sustento que la dramaturgia –en Venezuela- culmina con Chalbaud, Cabrujas y Chocrón, convirtiéndose -como dice Santo Tomás de Aquino- en un peligro pues es un hombre de un solo libro, de una sola visión, extremadamente estricta y demasiado conservadora para un país como el nuestro, por lo que no ha sabido subirse al acontecimiento de los días del tiempo en el que dejó de ser joven, con una metodología de investigación arcaica, que niega el cognitivismo y el construccionismo como alternativas del proceso de transferencia educativa y cultural a las masas y sigue montado en el conductismo positivista que hiede a podrido. Y tercero -y creo que lo más importante-, porque estoy cansado de las últimas modas en el teatro, que no nos permiten disfrutar de la historia de la pieza teatral e intentan confundir como fundamento para mantener una atención que se aburre al no sentirse conectada con lo que acontece sobre la escena; y los ismos, la arqueología y los ensayos postmodernos –entendiendo que estamos –a mi juicio- en un período post-postmoderno, cuyos exponentes teatrales apócrifos se acercan más a la danza moderna que al verdadero teatro. A mi me gusta que podamos presenciar la interpretación de fábulas en el teatro. Por eso Pisístrato se llevó a Tespis a Atenas, para que los actores les contaran historias a los atenienses y se sintieran un mismo pueblo. Para mí es hermoso que los actores me cuenten historias, que hablen del excremento de nuestro tiempo, de nuestra sociedad y los yerros de nuestros prójimos, para que el hombre común -que hay en mí y mis semejantes- reflexione en la búsqueda de una mejor calidad de vida, de una oportunidad de disfrute pleno sin distracciones, mientras vamos hacia la búsqueda de un mundo mejor…y el trasfondo romántico de ambos – de la radionovela y el folletín- me conducen en esa dirección que tanto placer me da.
-¿Qué pretende radiografiar o decir sobre la sociedad venezolana?
-Como diría mi maestro José Ignacio Cabrujas, de quien fui además asistente de dirección en la Compañía Nacional de Teatro, en los tiempos de Isaac Chocrón, pretendo decir que los que nos sucede es terrible, agobiante, catastrófico, pero hermoso…de una hermosura que debe quedar como ejemplo de lo hermoso de lo malo y lo caótico, para llevarlo a las futuras generaciones para que puedan reflexionar sobre lo que fuimos; porque además he repetido muchas veces, que admito que soy un voyerista de las miserias cotidianas de mi época… me gusta ver para contar, pero no sólo con la superficialidad y la frivolidad de un chisme, como parecen entender los más infundados, sino en un intento moralista e iluso -quizás- para que algún día dejemos de cometer los mismos errores que nos arrastran al infierno de la tragedia cotidiana o del silencio cómplice que no nos permite mejorar como seres humanos. A lo mejor así el hombre común, el espectador de mis pizzas, podría sentir que si hay una regla que respetar, un camino que seguir, un costo que pagar si he faltado… y como Tespis, podríamos colaborar a esa calidad de vida mejorada y anhelada…pero a lo mejor es una ilusión y los ilusos también pagamos un precio…o me estoy volviendo conservador cuando creo que soy un alacrán liberal.
-¿Están condenados sus personajes teatrales de antemano?
-No sé si lo hago adrede, no me he puesto a pensar en ello con detenimiento, pero, como dije, creo que todo tiene un precio y el costo a pagar del venezolano es por la ausencia de norte, la falta de ética, que se extravió entre los compadres de la primera etapa democrática y los compinches de esta etapa de nuestra historia; donde la decencia se volvió pendejada y tratar de ser más vivo que los demás parece la regla que impera desde que a Betancourt se le quemaron las manos, desde que juró que no había tocado los dineros de la naciente democracia y todos entendimos que el país era el negocio, la mina, en la que había que meter las manos aunque se nos quemaran. En la medida que mis personajes sufren el castigo que se merecen por sus miserias, creo que en esa medida coloco un grano en la reconstrucción del edificio nacional para que se nos vuelva de repente casa rural.
-¿Qué pasó con el Centro de Directores para el Nuevo Teatro, proyecto que Carlos Giménez no logró institucionalizar por su temprana muerte?
-La gente de Rajatabla, una vez muerto Carlos Giménez, en su afán de poder, nunca comprendieron -ninguno de ellos- lo que Carlos intentó hacer con nosotros desde el CDNT y prefirieron intentar aniquilarnos, asfixiarnos económicamente y hasta moralmente enturbiando nuestra imagen pública con comentarios fuera de lugar ante el ministro José Antonio Abreu, quien de manera paternal nos pidió que no nos dejáramos bajar los pantalones en público. Además ninguno de ellos sospechó que no le íbamos a devolver algo que ellos no hicieron y así como Rajatabla les pertenecía a ellos de manera natural, a nosotros nos perteneció el CDNT y los hicimos que renunciaran a la directiva, pues su intento de obstaculizar nuestro desempeño artístico en un lugar en el que trabajábamos día y noche, generó un desacato que los dejó fuera del juego. Algún tiempo después, con la pérdida de la Sala María Teresa Castillo por la avidez mercantilista de alguno de los compañeros, quienes no pudieron esperar para anunciar una feria navideña a pesar de mis consejos- y la inasistencia a las citaciones del tribunal de los abogados que nos ayudaban en el proceso de litigio que la Fundación Andrés Bello tenia en nuestra contra, yo me retiré. Entendí que mi proceso en el CDNT se había terminado, que no quería hacer como Marcos o Daniel que se establecieron en una institución que ya no estaba dando las respuestas históricas que había soñado Carlos…y como el hijo que al crecer busca su propio camino, me desnudé y me fui buscando mi destino individual… sin apoyarme en Rubén Darío , o Daniel ni Marcos; así funde El Galpón de San Fidel, en un galpón ubicado en Sarría, una populosa parroquia caraqueña, que ha servido estos últimos años como laboratorio donde he podido dar a la luz mis últimas piezas de teatro y desde allí me he podido conectar al mundo.
-¿Donde se siente mejor: en la dramaturgia, la docencia o en la dirección?
-Soy un animal de teatro, no hay nada dentro del proceso que me guste más que otro. He sido desde asistente y regidor hasta actor, dramaturgo, profesor, productor y director… y hasta el que barre el escenario cuando no hay quien lo haga… aunque reconozco que cada elemento tiene su momento dentro del proceso. La dirección, para mí, es consecuencia de mi trabajo como dramaturgo responsable que no le pone fin a la pieza hasta haber comprobado que mis tesis sobre esta u otra cuestión del texto y sus personajes iban a producir tal o cual función, quizás guiado con la ilusa y convención capitalista pasada de moda del éxito y la genialidad en este mundo globalizado post-postmoderno… o como dicen algunos aventurados Post-post. Por lo que creo que quien quiera entender la dialéctica de mi labor como escritor de teatro ha debido acompañarme en las piezas que he estrenado, pues soy de los que cree -desde mi proceso de formación- que en el teatro de arte una pieza no es culminación de nada sino un escalón que debe subir el creador para crecer en su transito de heredero de los magos, para madurar su discurso y sus puntos de vista sobre tal o cual sujeto… en el teatro comercial es diferente y por eso los códigos son diferentes… y no es el éxito de la inmediatez el que me importa sino la trascendencia del discurso del creador…. Incluso por encima de él… quizás a una pieza a la que no asistan sino diez personas logra romper la barrera temporal y llega a ser realmente reflejo de su tiempo… quién puede saberlo.
“Desde la dramaturgia me apasiono, opino sobre mi tiempo, mi época, del hombre que camina por las calles de mi tiempo, dejo constancia de nuestras angustias y preocupaciones, de nuestra cultura y sus miserias chiquitas y grandes. La docencia llega como un compromiso en un salón de clases de la UCV con José Ignacio Cabrujas y con Enrique Porte, quienes nos hicieron prometer que, así como ellos iban a la Central a darnos clases para animarnos y comprometernos con nuestro teatro, así iba a llegar un día en el que nosotros debíamos pasar el testigo a las nuevas generaciones a lo largo y ancho del territorio continental. Además, debo confesar que he descubierto que me place enseñar; me gusta ver cómo los ojos de mis estudiantes se iluminan cuando escriben su primera escena y pueden detectar el tema y la premisa, el punto de ataque, el nudo y el desenlace de ese texto que han creado incluso desde la ingenuidad y hasta pueden entender las actitudes estética del hombre a través de la historia, porque no me considero un maestro que trata de torturar a sus estudiantes y extraviarlos entre términos que no llegan jamás a comprender para poder crear, sino por el contrario he ido construyendo un discurso accesible para que quien pase por mis manos tenga el privilegio que tener acceso a la trasferencia significativa que le otorga herramientas al creador de nuestro tiempo.
-¿Que ha pasado con la televisión?
-En el negocio de la televisión, la telenovela de autor, que se movía como la estrella de la planta, el que colaboraba a decidir desde el elenco hasta la estética de la edición, desapareció y le dio paso a la telenovela del vicepresidente de dramáticos o de los productores. Es el mismo el caso de los PNI que tiende a convertir a los escritores en una suerte de secretarias ejecutivas que cumplen con sus aspiraciones comerciales; por lo que a pesar del atractivo que sobre mi ejerce esta modalidad de escritura, por su penetración y que no dejo de considerar nuestra labor como la de los más grandes maestros de la sociedad contemporánea, no dejo de reconocer que la telenovela es un negocio con reglas que vienen establecidas desde el romanticismo y el capitalismo. El teatro es el arte más humano que existe, con el que puedo expresar lo que me dé la gana, sin prejuicio ni falsos pudores… aunque no le guste a mis semejantes.
- ¿Qué planes o proyectos maneja en estos tiempos?
-En este momento voy construyendo una trilogía teatral a partir de La Luna de Fausto de Francisco Herrera Luque, un libro considerado por muchos como su obra máxima, aderezado con un tanto de metateatralidad de un grupo de cineastas que quieren hacer una película sobre la obra y sus peripecias. Deseo tener tiempo para trabajar sobre la tercera parte de la trilogía que se completa con Malos Sentimientos y El Regreso, la historia de una espera. Llevar mis talleres de estructura dramática para teatro y telenovela a más parroquias caraqueñas y venezolanas con la finalidad de formar un equipo de escritores que sepan de verdad de lo que hablan porque lo viven o lo han visto de cerquita y no porque lo especulan, como sucede en muchos equipos de trabajo de muchas telenovelas escrita por niños que viven en burbujas y que sólo especulan sobre el país que le parece sucio, cochino y feo y las situaciones que cuentan, porque nunca han comido un plato de caraotas en Antímano y no suben en autobús. Además y sin vergüenza alguna repito que me gustaría mucho que se me tomara en cuenta para ser nombrado director de la Compañía Nacional de Teatro, aspiración que creo que me corresponde, por el profundo conocimiento que tengo de la institución en la que me formé y el conocimiento que tengo de la responsabilidad de respuesta que tiene con el pueblo venezolano latinoamericano… con el pueblo, no con las minorías elitistas del bando que sea, que no mucho de sus últimos directivos han malentendido, a mi juicio… además yo puedo repetir como el Don Juan de Zorrilla “Yo al castillo subí y a la aldea bajé y en todas partes dejé recuerdos ardientes de mí”.
- ¿Como va su internacionalización?
-Desde el 2002 mis piezas comenzaron a ser estrenadas en Argentina; en ese año, Luis Moro y su elenco “Alcanzando un Sueño” llevaron Los pantalones al revés que acababa de ganar el Premio Nacional de Teatro para Adolescentes en el Festival Assitej-Argentina; así mismo Jesús Gómez, director de la Cuarta Pared, estrenó en el teatro Becket de Buenos Aires, en 2008, Menguada la Hora y en el 2009 la reestreno, luego de estrenar El Regreso… y la vuelve a reestrenar el 17 de mayo en el teatro de la Ranchería, también de Buenos Aires; Marianella Yánez lleva a Escocia, para traducir, Menguada la Hora y Aitor Gaviria y Héctor Moreno la preparan para España en este momento: en Costa Rica se lee en este momento Los pantalones al revés y en Australia se traduce Las puntas del triángulo, para usarlo en obras benéficas y en Caracas acabo de bajar de cartelera Como en las películas de Hollywood que viene de obtener el segundo lugar del Premio Actor´s of the Word en Londres.
-¿No piensa emigrar?
.Quiero ir a China a la ópera, como asistente para aprender más sobre este estilo de puestas en escena; quiero pasar por Grecia para hacer honor a mis orígenes artísticos; quiero regresar a Francia para recorrer los sitios donde amé la vida en mi juventud y he pensado emigrar a Quebec, quizás un tiempo, para curar algunas heridas que me ha hecho mi propio pueblo.
-¿Es cierto que tiene una obra, aun inédita, donde difama a Carlos Giménez?
-Tengo una obra, El dictador o la furia de las langostas, que el mismo Carlos Giménez me pidió que escribiera para echarle broma a su equipo. Gracias a Dios que para escribir no se necesita la anuencia de nadie y sin darme cuenta sentí que mi teclado era una ametralladora dispuesta a disparar a pesar de las incomprensiones de mi época, lo que hace que en este momento me sienta cada vez más un escritor de la post-postmodernidad, o como decía una expositora en el Pedagógico de Caracas, un dramaturgo comprometido del mosaico pastiche contemporáneo. Esa pieza se monta aquí o en el exterior durante el año 2010.No difamo a nadie, es teatro puro.

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