lunes, mayo 25, 2009

Canario y caraqueño en el bicentenario

Todos los países iberoamericanos iniciaron las conmemoraciones del bicentenario de sus independencias políticas, que han de celebrar, a lo grande y con multisápidos programas, durante los años 2010 y 2011. Venezuela alista una variopinta panoplia de eventos, donde abundan encuentros de especialistas y, como es obvio, las artes tambien tendrán lo suyo en ese sano jolgorio para evaluar lo que se hizo, cómo se logró, cuáles son los avances significativos y cómo amaga el futuro en el horizonte.
En Caracas hemos sido testigos de sendos espectáculos teatrales, no oficiales, que muestran personajes y situaciones claves de ese proceso, para recordar, otra vez más, los desatinos de los gobiernos hispanos de la provincia de Venezuela y además exaltar al máximo líder del proceso revolucionario clave en esa ruptura con la Madre Patria, pero centrado en su amarga y dolorosa etapa final. Uno es Chirimoya Flat, de Eduardo Casanova, divertida saga de un loco gobernador y capitán general, mientras que el otro desnuda, nada más y nada menos, que al Libertador en Bolívar…la gloria de un general, de Jean Carlos Du Boulay.
Farsa erudita
La trágica comicidad del mandatario canario que sacrificó el poder y su vida porque no pudo controlar sus apetitos sexuales, es lo que enseña Casanova. Un venezolano raizal y poeta, con obra propia, que utilizó una anécdota, históricamente padecida por los caraqueños del siglo XVIII, para erigir una farsa, en códigos criollos contemporáneos, a la cual José Tomás Angola y un puñado de comediantes convirtieron en espectáculo placentero y aleccionador, escenificado en el Colegio Emil Friedman. Ahí, el entusiasmado público aplaudió, a rabiar, las desacralizadoras ocurrencias de Cayito Aponte, Laureano Márquez, Levy Rossell, Crisol Carabal, José Manuel Vieira, Liliana Meléndez, Luis Carreño, José Roberto Díaz, Ramón Góliz y el mago Sandro.
La saga teatral, que será repetida en la Aula Magna de la UCV durante el venidero octubre, plasma a Don Nicolás Eugenio de Ponte y Hoyo que se volvió loco. Era un desalmado funcionario de la corona española que, en vez de gobernar para el bien de su pueblo y las arcas de su soberano, se dedicó a darse la gran vida, no solo en la mesa si no también en la cama, pero abusando de la mujer del prójimo. Cunde el escándalo y el marido cornudo urde venganza ejemplar y siniestra: lo hace hechizar y, como por arte de birlibirloque, pierde la razón y el gobierno de la provincia cae en manos de los avivatos. Lo que pasa después y los vericuetos de la legalidad para que no desaparezca el gobierno, son las divertidas jugarretas del autor que predica como la historia no es únicamente el espejo del pasado si no el crucigrama del presente y hasta el kino premiado del futuro.
Lució precisa la puesta en escena adelantada por Angola, así como todos los talentos actorales desplegados para que el público disfrutara de esa parafernalia que desquició a los caraqueños del ayer y del presente, como pocas veces se ha visto, pero quienes aprendieron que los gobernantes pueden hacer horrores y destruirlo casi todo, pueden tener las peores intenciones, pero hay algo formidable que nunca pueden derrumbar y ni siquiera dañar: el talento y el humor de los indomables pueblos.
Gloria de un general
Asombra, gratamente, que Jean Carlos Du Boulay (Caracas, 25 de agosto de 1979), conocido por diversas participaciones en la farándula y el teatro criollos, se haya atrevido a escribir y producir la pieza Bolívar… la gloria de un general, de textura didáctica, algo que no criticable, sobre los días finales del Padre de la patria, para proponer al público una oportuna reflexión sobre lo efímero que son el poder y la gloria, además de plantear una revisión exhaustiva sobre la condición humana de ese militar y pensador fuera de serie, quien tras saborear la sensación de la inmortalidad y recibir todos los honores fue abandonado a su suerte, hasta morir.
Bolívar… la gloria de un general, bien cuidada por la puesta en escena que le dio Dairo Piñeres, se centra en los días finales del Libertador enfermo y en casa ajena, acompañado de su servidor José Palacios, mientras evoca los momentos más rutilantes de su periplo libertario y enfrenta las traiciones que lo acosaron hasta su defunción.
Hay que destacar el conjunto actoral, encabezado por Roberto Moll -en la temporada de 1982, del grupo Rajatabla, protagonizo el espectáculo Bolívar de José Antonio Rial, dirigido por Carlos Giménez-, apuntalado por Antonio Cuevas como José Palacios, Janset Rojas, Emiliano Molina y Ernesto Ceballos. Karla Martínez, Melissa Inojosa, Franklin Álvarez y Omar Vegas cumplen en el indispensable reparto.
Este es un espectáculo, bien creado escénicamente, que bien podría recorrer el país.

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