domingo, julio 05, 2009

Teatro de Guerra

Ahora que el Estado venezolano vuelve a publicar autores trascendentales del teatro vernáculo, es quizás el momento para detenernos a indagar, recordar y hasta reinventar, lo mejor de la dramaturgia venezolana de esta época. Y entre lo mejor que he visto y leído, está nuestro escritor, director y pedagogo, Ibrahim Guerra (Caracas, 1944), singular autor que durante las ultimas cuatro décadas ha creado más de cuarenta obras literarias, además de las que ha pergeñado desde los escenarios. Se trata de un dramaturgo de la escena y de la literatura que finalmente Monte Ávila Editores nos acerca con este libro –Teatro de Guerra, es su titulo provisional-contentivo de tres de las piezas más importantes y sorprendentes de este autor también importante y sorprendente de la escena latinoamericana.
A 2,50 la cuba libre es su obra emblemática, quizás una de las más buscadas. Con ella ganó el premio mexicano El Quetzal de Onix como la pieza venezolana más montada en el exterior. Junto a A 2,50…, MAE edita también VIP, pieza cruel sobre la crueldad, en la que Ibrahim aborda el universo infame masculino. Aquí todos los personajes son ingenieros y podría tener algunas variantes autobiográficas (Ibrahim es además Ingeniero Mecánico, egresado de la UCV en 1967), aunque el autor lo niegue, no sin picardía. Y cierra este volumen Patria su ultimo texto, inédito hasta hoy, que nos lleva desde la Opera de los malandros de John Gay a la Opera de los tres centavos de Berthold Brecht, deteniéndose, con mayor cariño, en el Pedro Navaja del caribeño Rubén Blades, en esa visión tan Ibrahim Guerra de lo lírico del bar, que tanto nos seduce de su poética.
A 2,50 el Hiperrealismo
Hay que decir que la gran pasión de Ibrahim, antes de actuar, producir, dirigir, y hasta la Ingeniería Mecánica, fue siempre escribir. Pero ha sido su visión escénica y las enseñanzas de César Rengifo y Alberto de Paz y Mateos, lo que lo llevaron irremediablemente a la dirección escénica. Y fue precisamente su condición de director lo que le hizo crear una pieza a partir de un concepto por el que nadie en 1978 daba tres centavos; el teatro hiperrealista. Surgió de su pasión por los botiquines, los ambientes sórdidos de los burdeles, de la “lírica del bar” y en especial de la inmensa admiración que siente por Román Chalbaud y su vasta obra teatral y cinematográfica.
Escribió A 2,50 la cuba libre porque vio en los botiquines uno de los ambientes más emblemáticos del Caribe. “Las mujeres torturadas y auto torturadas son también una metáfora del continente”.
Fue el resolladero para volcar todas sus ideas y rechazos al teatro que se hacía en Venezuela y el mundo. No era el único, muchos se dieron a la tarea de buscar y encontrar formas nuevas para el desenvolvimiento escénico y la expresión dramática. Él lo hizo por la vía del Hiperrealismo porque consideraba que el espectáculo estaba llamado a generar en los espectadores la posibilidad de compartir con los actores los espacios escénicos y el hecho dramático. “Así, el espectáculo resultaría más convincente, o al menos más participativo”, dijo.
Masculinidad castradora
VIP
, por su parte y en contraposición a A 2,50…, es un estremecedor estudio sobre la masculinidad triunfadora, impositiva y castradora. Por eso, a veces, las metas del hombre le resultan al autor pueriles, externas, simples y básicas mientras que las de la mujer las presenta como interiores, anímicas, emocionales. Quizás no se pueda entender VIP sin A 2,50… , como si la primera fuera consecuencia directa de la segunda; como si las mujeres de A 2,50… siguen hablando en VIP pero esta vez desde lo profundo de su alma destruida -y de su condición de víctimas-, en los labios de los triunfadores y victimarios, en esta especie de paralelismo literario que convierte todas las piezas de un autor en una obra única.
VIP de realismo descarnado a la manera de los grandes maestros escandinavos, nació de verse el autor a sí mismo y luego a sus colegas profesionales, muchos de ellos levantando su pedestal de triunfo sobre las mujeres que han tenido. No podía ser ni hiperrealista, ni tampoco surrealista, dado que el sentido de crueldad que quería destacar en el género masculino no podía ser onírico, sino palpable, abierto, obvio. Con esta pieza quiso Ibrahim darle un descanso a la violencia social, tan latente en su obra, para intentar comprender más la esencia psicológica de los personajes, raíz de todas las violencias. Se aleja Guerra aquí de las formas externas, discursivas y testimoniales del hiperrealismo y retoma los términos poéticos expresionistas que fueron parte de sus inicios escénicos formales. Rescata aquí sus visiones del hecho teatral más desde la óptica escénica que desde la dramatúrgica.
Musical desgarrado
Durante el año 2008, Ibrahim Guerra se dedicó al estudio del Expresionismo en todas sus formas, especialmente en lo histórico y dramático, y eso lo hizo abordar a Peter Weiss y su Marat-Sade. Y entre Weiss y Brecht se topó con el dramaturgo neoclásico inglés John Gay (1685-1732). Al mismo tiempo, y siempre dentro de su pasión por la música latina, -no olvidar el espacio “lírico del bar”-, Ibrahim mezcló sus percepciones con la obra musical de Rubén Blades Pedro Navaja y escribió Patria, pieza que MAE edita, terminada casi para el momento de entrar a imprenta.
Ibrahim, con Patria, rinde un homenaje no sólo a Gay, sino en especial al magistral músico panameño, símbolo sublime de una época que no es otra que la de Ibrahim y también de una época cargada de símbolos de su patria, Venezuela. Pero Patria en vez de conducirse por senderos líricos y musicales, lo hace por el dramático, descubriéndose con crudeza, como una obra de alto contenido político, inevitable para entender la historia contemporánea de esta patria, que ya no es sólo un país, sino una cultura.
Así, tengo el honor de prologar esta edición que marcará un hito en la literatura dramática latinoamericana. Puedo imaginar la alegría y hasta desconcierto de los lectores asiduos cuando tengan este libro en sus manos y puedan ver el espectacular universo de Ibrahim que se les abre frente a sus ojos. Les aconsejo que lean bien sus obras, sin olvidar las enseñanzas de este maestro venezolano, y en especial, no dejen de pensar en que, aunque maravilloso autor, se trata de un excelente director que aquí presenta lo mejor de su poética.
Veo ya la alegría que tenemos todos de poder leer a Ibrahim Guerra, el descarnado, lírico, político e hiperrealista; desde las letras hasta el escenario y quizás, hasta al revés. Gracias por supuesto a la buena gente de MAE.


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