martes, septiembre 29, 2009

El teatro pide tolerancia

A Dios rogando y con el mazo dando es el lema de vida del teatrero Giovanni Reali, quien, mientras actuaba en el espectáculo La peor de todas, de Iraida Tapias, laboraba su versión escénica de Un día particular para mostrarla, gracias al trabajo actoral de Roberta Zanchi y Antonio Urdaneta, ante una audiencia exigente como es la que paga su boleto en el Espacio Plural del Trasnocho Cultural, conocido además como el Ateneo de Caracas del siglo XXI.
Reali confiesa que “formalmente” lleva dos décadas en las lides teatrales y esa aventura existencial comenzó con el grupo del Centro Italiano Venezolano de Caracas. Subraya que una vez terminados los estudios en la universidad, se tomó en serio el trabajo artístico y comenzó a cursar actuación en los talleres del Celcit. “Como director llevo menos tiempo, unos nueve años, quizás, pero nunca pensé en hacerlo. Había sido asistente de dirección escénica de óperas y de allí me invitaron a llevar a cabo un proyecto estudiantil de cantantes líricos y una cosa fue llevando a la otra. En cuanto a la adaptación de textos lo hago siempre y cuando exista la necesidad, por conveniencias prácticas, ya sea de elenco, de montaje, de producción o de tiempo incluso. Toda esa experiencia la apliqué para materializar Un día particular a partir de la versión que firma Gigliola Fantoni, después del éxito que tuvo la película Una Giornata Particolare, escrita por Ettore Scola y Ruggero Maccari, dirigida por el propio Scola y producida por Carlo Ponti,con Sophia Loren y Marcello Mastroianni, que son las luminarias que dan vida a estos personajes en la película hacia 1977”.
Lo que sucede en este “día particular” a la venezolana, es el encuentro de dos seres marginados, etiquetados, excluidos. Particularmente ese día, estos dos seres se encuentran y tienen la oportunidad de ser realmente lo que son, sin máscaras. Estos seres encuentran uno en el otro un desahogo, alguien donde poder volcar sus temores, sus sueños venidos a menos. Se dan el permiso de preguntar y preguntarse, ver y verse, en fin, de reflexionar, darse cuenta de quienes son y que están haciendo con sus vidas.
-¿Por qué se atrevió con este texto de Ettore Scola?
-Cuando la pieza llegó a mis manos me pareció una hermosa y muy conmovedora historia. Tenía mis temores por el marco político que envuelve a los personajes Antonieta y Gabriel, dada la situación que estamos viviendo en estos días en nuestro país. Pero analizando bien el texto, los actores y yo nos dimos cuenta que la obra más que de política habla de gente, de exclusión, de tolerar, de hacer las paces, de amar. Y esto fue lo que nos dio ánimo para seguir adelante con el proyecto. Sobre todo porque nos parece muy pertinente.
-¿Cómo fue ese proceso con el texto y con la puesta en escena tan mínima?
-La adaptación que hace Gigliola Fantoni es muy fidedigna a la película, en esa versión están los personajes secundarios, los hijos y el marido de Antonieta, la portera, unos guardias. Decidí eliminar todos esos personajes y dejar solo a los personajes centrales, creo que esto le da más contundencia a la soledad en la que están envueltos. Resolver la puesta fue más trabajoso, porque la obra además de ser totalmente naturalista se desarrolla en tres espacios diferentes, dos apartamentos y la terraza del edificio. En el proceso surgió la idea de sustituir los apartamentos por celdas y vestir a los personajes con uniformes, con esto simplificamos y conceptualizamos no solo el entorno opresor en el que viven los personajes sino también el encierro humano en el que están debido al mismo entorno. Por esto también el minimalismo en la utilería, para mostrar la austeridad en la que están dichos personajes.
-¿Satisfecho por lo logrado?
-Mucho. Y además sorprendido. Tenía mis dudas sobre si funcionaría la puesta, pero viéndola en la sala creo que lo que queríamos decir se logra.
-¿No le teme a los juicios negativos del público?
-Siempre se tiene ese temor, pero es parte de este trabajo. Al presentar una obra nos exponemos a cualquier clase de comentarios. Por supuesto que siempre duelen las críticas negativas y sobretodo las mal intencionadas. Pero si se trabaja con empeño y este empeño está sustentado por el estudio, al menos nos queda la consciencia tranquila que el resultado es lógico o se aproxima a ello. Ahora si gusta o no gusta ya no depende de nosotros.
-¿Cree que esta pieza y su puesta tiene vigencia aquí o en cualquier del mundo donde se persiga a los diferentes?
-La pieza aún cuando fue escrita a finales de los 70, tiene mucha vigencia hoy en día, aquí en Venezuela y en cualquier lugar. Existió, existe y seguirá existiendo “la persecución a los diferentes”, apartar, censurar, castigar, burlar a los diferentes, a menos que la humanidad de un gran salto adelante y cambie. Todos hemos sido excluidos de alguna manera en alguna etapa de nuestras vidas, o al menos nos lo han hecho sentir. Por tener características físicas determinadas, por nuestras creencias religiosas, inclinaciones sexuales, tendencias políticas, en fin. Creo que nadie se escapa de esa sensación de rechazo que a veces se produce sobre nuestra manera de ser o pensar. Con la puesta quiero resaltar ese temor a ser lo que somos cuando el entorno es contrario a nuestra identidad.
-¿Qué espera de este espectáculo?
-Compartir con el público una reflexión sobre la tolerancia. Palabra tan justa y necesaria en estos tiempos de crisis que estamos viviendo, a nivel nacional y mundial.
-¿Qué quiere hacer después?
-Son muchas las cosas que me están rondando en la cabeza, óperas, experimentar con teatro griego. Con respecto al trabajo en conjunto con Roberta y Antonio siento que ya es hora de incluir a otras personas para que los procesos sean más nutritivos. La experiencia tanto en la obra En compañía como en esta ha sido muy grata y estimulante, siento que los tres hemos crecido mucho como artistas, lo cual nos llena de mucha satisfacción.


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