martes, noviembre 03, 2009

El teatro es antológicamente político


No fue precisamente una visita de incógnito la que hizo Edilio Peña durante los pasados días 31 de octubre y el 1 de noviembre a Caracas. En la Universidad Experimental de las Artes (Unearte) lo esperaban para que evaluara el nuevo montaje de su pieza Ese espacio peligroso y después, al día siguiente, se reuniera con los estudiantes y el público en un conversatorio. Él mismo reconoce que no fueron mas de 48 horas porque tiene compromisos con la Universidad de Los Andes y, por sin fuera poco, esta culminando una novela. Pero antes de retornar a Mérida, contesto a unas preguntas que le hicimos en relación con su fugaz reencuentro con las nuevas generaciones de teatreros.
No hay que olvidar que Edilio Peña (Puerto La Cruz, 19 de abril de 1951) fue catapultado en 1973 por su ópera prima teatral, Resistencia, y desde entonces no se ha detenido y nunca deja de agradecer a El Nuevo Grupo, con Isaac Chocrón a la cabeza, que además de premiarle su texto lo mostró en el Teatro Alberto de Paz y Mateos. Los actores Héctor Myerston y Gustavo Rodríguez, dirigidos por Armando Gotta, lo hicieron un espectáculo inolvidable, porque su argumento esta centrado en las torturas que un régimen tiránico aplica para silenciar a un luchador político. Desde entonces se internacionalizó y sus textos se montan más afuera que dentro de Venezuela. Él no se afecta por ese "desprecio" y ha seguido escribiendo y como prueba ya comenzó los ensayos de su más reciente obra: Pronto, la muerte de Sean Penn y Oliver Stone.
Reitera que la dramaturgia venezolana adquirió proyección continental, “porque nuestros autores son representados continuamente en varios escenarios del mundo”.
-¿Por que cree que su teatro ha sido descubierto ahora por las nuevas generaciones? ¿Dónde está la clave?
-Al principio todo este entusiasmo por mi teatro por parte de las nuevas generaciones, ha significado una sorpresa halagadora, la cual agradezco. No siempre los escritos de un autor trascienden durante el momento en que los escribió y cuando éstos fueron representados. Lo que está ocurriendo con mis obras, a nivel nacional e internacional, quizá es la señal de que estas tienen una honda significación para las nuevas generaciones. Una significación que les habla de un mundo oscuro, trasgresor, ontológico. Es decir, mi teatro no transita por la obviedad. No es obvio. Las historias no circundan el relato de las apariencias, sino de la esencia motivacional que hace de los personajes entidades múltiples. Cultivé una dramaturgia que no sucumbió ante el naturalismo ni al realismo sociopolítico. No hay que olvidar que cuando comencé a escribir teatro había una militancia por el teatro político explicito. El autor desaparecía en la moda de la creación colectiva, la cual ahogó a la dramaturgia latinoamericana. La devoción por Bertold Brecht no permitió que la dramaturgia de este continente, y en especial aquí en Venezuela, alcanzará los niveles de renovación y de propuesta composición estructural que si alcanzó el género de la novela. Los hacedores del teatro latinoamericano, de aquel entonces, no entendieron que el verdadero teatro es antológicamente político y no político, en términos ideológicos. Las ideologías pasan, en cambio la ontología, que es consustancial con la esencia humana, no.
-¿Cual es el origen de Ese espacio peligroso? ¿En que fecha fue trabajado? ¿Estaría dispuesto a reescribirlo?
- Mi obra Ese Espacio Peligroso es una reescritura de mi otra obra llamada El Círculo. Esta versión la realicé cuando tendría unos 35 años. La hice con la idea de potenciar mucho más la musicalidad y la imagen a representarse de la obra. Ya no volvería más sobre esta obra. Creo que sus montajes recurrentes garantizan que ella permite expandir su poética teatral en la escena. Cuando recién vi el montaje que realizó la agrupación Teatro Grado 38º quedé muy agradado, sorprendido, porque Gregorio Milano, a quien a partir de ahora, considero un notabilísimo conductor de escena, logró una propuesta realmente posmoderna de esta obra. Los actores Luis Villegas y Marina Guedez se sumaron como piezas de un engranaje laberíntico, haciendo transcurrir de manera intensa, la trama propuesta. Igual, en otro contexto, me entusiasmó la voluntad creativa del director Carlos Russo al montar mi obra El Intruso. Russo posee pasión y creatividad. Además, lo consideró un estupendo actor. El destino final de estos hallazgos es que el público, integrado por jóvenes en su mayoría, recepciona esta poética de la teatralidad desacostumbrada.
-¿Cuántas obras después de Resistencia?
-Creo que unas 20. Por supuesto no fueron escritas continuamente, porque mi actividad como dramaturgo se ha desarrollado, paralelamente, con mis labores de narrador, ensayista y guionista cinematográfico. La dramaturgia para mí es vecina de otros géneros. No quiero decir que sea su extensión. Sólo se vincula con le entidad dramática que habita en cada formado narrativo: el personaje. Aunque ningún género puede arrogarse la propiedad exclusiva de esa entidad tan escurridiza e inaprensible. Me sigue interesando una dramaturgia de tensión y atmósfera porque creo que en las situaciones límites los personajes abren las compuertas de su alma.
-¿Por qué se representa tan poco teatro venezolano en Venezuela?
-Creo que por una razón de sobrevivencia se les hace imposible a los directores comprometerse a montar la dramaturgia venezolana. En todo caso, no me extraña, a mí siempre la gente de teatro de Venezuela me ha parecido muy pusilánime en los momentos históricos y políticos que demandan sus compromisos. Durante la Cuarta República, la frivolidad fue su bandera. Ahora en la Quinta, queda expuesta al desnudo la pusilanimidad de muchos artistas. Prefieren montar obras que no arriesgue esa sobrevivencia doméstica y cobarde. Evitan montar a autores que estén en la lista negra, como yo. Y como somos la mayoría, recurren a autores internacionales donde no haya ninguna explicitud reflexiva.


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