sábado, enero 09, 2010

Café con SIDA en Unearte

El Síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) prohíbe el amor y reduce la existencia humana a una perenne angustia generada por una incómoda y severa reglamentación de códigos sanitarios. Sobre esa vital temática del amor y la vida en los tiempos del SIDA –la historia de esa pandemia comienza en los años ochenta- es la reflexión que un cuarteto de venezolanos propone con su espectáculo Vamos a imaginar que nos estamos tomando un café treinta años después, el cual sube a escena este miércoles 13, a las 7:00 PM en la Sala de Conciertos de Unearte, con entrada ibre.
Julio Bouley explica que con su agrupación Circulo Vertical, la funda con Ricardo Mendoza hacia 2004, presenta su espectáculo unipersonal, escrito conjuntamente con José Luis Pérez, “donde yo actúo al lado del pianista Fernando Roa. Se trata de través de un relato basado en un testimonio real y, por tanto, simple, sincero y directo, donde Jose –así, sin acento en la e- nos cuenta un período particularmente complicado de su vida. Relato simple, pero que no escapa a las complicaciones de la existencia humana y que a veces se llena de rudeza y crueldad. La transformación íntima de nuestro personaje se descubre sin ningún pudor a partir de sus diferentes vivencias y experiencias: descubrimiento del amor después de una larga soledad, enfrentamiento a enfermedades psicológicas y de transmisión sexual, crisis laborales y artísticas, entre otras. Esta autobiografía escénica me sirve, como actor y director, para experimentar el monólogo alejado de las convenciones y estereotipos que han empezado a fijarse en este género teatral. Una exploración profunda de las posibilidades del cuerpo y de la voz de un intérprete que no es ni bailarín ni cantante, pero que descubre que la sinceridad y simpleza del relato sólo puede ser explorada a través de una investigación profunda de estos elementos expresivos sirviéndose de diversas técnicas de la danza y del canto”.
-¿Cómo describe el dispositivo o espacio escénico donde ejecuta el monologo?
- Hay un espacio vacío, solo interrumpido por un piano, dos sillas y una mesa, que me servirá para pasearse por los intrincados laberintos de esta historia contada, sin embargo, de manera muy simple. Toda la escenografía consistirá en esas dos sillas y el piano. Una iluminación simple pero eficaz dará un juego de luz y sombra que acentuará el carácter contradictorio del personaje. El pianista Roa acompañará musicalmente este teatro y ahí se interpretarán piezas de Kurt Keill, Jacques Brhl, Tina Charles, Sacie, Madonna, etcétera. Es una especie de contrapunteo que nos interrogará sobre la relación entre la vida y las letras de las canciones. ¿Es que las letras reflejan nuestra vida, o es que nuestra vida es influenciada por las letras? Una posible reflexión sociológica sobre el comportamiento humano y la influencia de la canción popular. Yo me acerco a la existencia de un homosexual y su vivencia con el rechazo social, el Sida, la promiscuidad, pero también con la ternura, el amor y la solidaridad”.
-¿Por qué lleva la temática del SIDA a escena?
-Simplemente porque es una temática que me toca profundamente. Muchos amigos han muerto por esta enfermedad y muchos viven con ella en la actualidad. Afortunadamente, hoy en día se puede decir que el SIDA es una enfermedad crónica y no mortal, pero sigue existiendo mucha ignorancia y mucho prejuicio. Mientras eso exista, pues siempre será un tema de actualidad. Por cierto que la función de estreno en Teatrex, del día 22 de enero a las 9:30 PM, es a beneficio de Acción Solidaria. Espero que venga gran público para ayudar a esta asociación y para que reflexionemos juntos luego de la función en el foro que se organizó con varios especialistas.
- ¿Cuáles son las razones, conceptuales y prácticas, para mostrar este monólogo en la Caracas de 2010?
-Hay varias razones. La primera hablar de la gente real. Desde hace unos años estoy muy interesado en las crónicas y los testimonios como género teatral. Creo que es una manera muy interesante de hacer teatro, acercarse a la gente y escuchar su vida cotidiana. Hay mucha más teatralidad de lo que se pudiera pensar. Tengo dos años tratando de que el IAEM me ayude a realizar el Proyecto Crónicas en Margarita, para lo cual fundé la agrupación Círculo Vertical, pero creo que no les interesa. No importa, igual haré ese proyecto. No será ahora que dejaré de hacer teatro porque los entes estadales no me ayuden. Bastante ayuda recibí de ellos. Por cierto, que mi ida a Francia a realizar el master de Puesta en escena y dramaturgia fue gracias a una bolsa que el IAEM me otorgó. Siempre vengo de tres a seis meses a trabajar a la isla con mi agrupación y con Sospechosos del Teatro, otra agrupación neoespartana.
“Por cierto, a finales de enero, después de hacer este monólogo en Caracas, remontamos en el Pequeño Teatro de los Robles, que dirige José Salas, la obra Todo a su tiempo de David Ives. Luego, durante la primera semana de febrero, la traemos a Caracas para la Sala de Conciertos de Unearte, quienes nos han tratado maravillosamente. Para ese Proyecto de Crónicas Margariteñas iremos a varios centros comunitarios para recibir las crónicas y luego trabajar con la comunidad y montar pequeños espectáculos a partir de sus propias historias”.
“La otra razón, es mi interés en trabajar finalmente el monólogo, tanto como escritor, actor y director en esta época en la que parece que el género comienza a fijar unos clichés comerciales y conceptuales con los que no estoy en absoluto de acuerdo. Esa moda de ponerse a hacer teatro para ganar unos realitos y engañando a la gente haciéndole creer que van a ver teatro cuando en realidad el único interés es ir a ver en persona a sus estrellas de televisión, no me convence. Ahora para hacer teatro hay que ser actor de televisión porque los mismos directores cayeron en esa trampa de llamar a trabajar a los “televisibles” para que el público venga. A mí no me interesa la televisión, pues mucho menos quiero hacer televisión en vivo montado en un escenario. Conozco actores y actrices que le han dedicado su vida al teatro y nadie los llama, o muy poco. Si quiero ganar más dinero, me parece más honesto montar una fábrica de salchichas o una peluquería. Tampoco me engaño a mí mismo”.
“Yo no quiero hacer teatro para vivir de él. Yo hago teatro como una necesidad expresiva. Yo pongo dinero para hacer teatro. Yo le doy lo que tenga o lo que no tenga. Siempre fue así, además. Si en algún momento el teatro tiene dinero para darme, lo acepto, por supuesto. La generosidad no es sólo saber dar, también saber recibir. Otra razón de hacerlo en Caracas es simplemente porque es mi ciudad. Aquí nací, aquí me formé, aquí amé, aquí odié, aquí tengo mis amigos, aquí murieron algunos de ellos de SIDA y aquí comencé a hacer teatro. Y nunca he hecho un mejor teatro que aquí. Esto tiene que ver, por supuesto, con el hecho de que fue aquí donde Orlando Arocha fundó el Teatro del Contrajuego, casa generosa formadora de muchas personas dedicadas al teatro y creadora, sin duda alguna, de muchos de los mejores espectáculos teatrales del país de ayer y de hoy. Esto lo sabe todo el mundo, aunque la mezquindad política o artística de muchos trate de ocultarlo”.
-¿Qué persigue o qué pretende con este espectáculo?
-Mi idea, y no solo con este espectáculo, sino con todo el teatro que quiero hacer, es tratar de comprender al ser humano. Me molesta de manera suprema cuando realizamos chistes a partir de la burla de otro ser humano. Siempre odié el humor venezolano que se burla del extranjero, de la loca, del pobre, del diferente. Simplemente, porque todos tienen una historia y a nadie le gusta sentirse rechazado. Yo crecí y estudié en el liceo Gran Colombia en la época de la Venezuela Saudita y siempre los chamos tomaban a los colombianos o las maricos o los cerebritos como blanco de sus burlas. El ego atrofiado del venezolano buchón de petróleo nos hizo mucho daño. No solo económicamente, sino también y más grave, sociológica y psicológicamente. Creo que esas ínfulas de superioridad que nos permiten seguir creyendo hoy en día que somos más que Estados Unidos de América (bueno, Miami) que Latinoamérica se refleja no solo en el desprecio de la cachifa peruana o ecuatoriana, sino también en creerse mejor que un marico o que un chichero o que un enfermo de SIDA. Creo que es ese mismo desprecio el que impulsa a algunos pocos, pero ruidosos de los extremistas de la oposición política a ese rechazo enfermizo e infestado de complejo de superioridad a todo lo que tiene que ver con lo que para ellos son los marginales, a todo lo que les huela un poco “gediondo”. Pretendo, pues, simplemente que el público sepa y se emparente con lo que una loquita, de la quizás se burlan cuando la ven en la calle, vive, sufre, ama y disfruta. Si eso pasa con por lo menos una persona del público, ya es batalla ganada para mí.
-¿ Cómo esta estructurado el monólogo y cómo ha sido su realización?
-La estructura del monólogo está revelada en su subtítulo: Testimonio teatral en siete tiempos. La idea es decirle a espectador lo que va a ver. Un testimonio, es decir hechos reales escritos por las personas reales que los vivieron y cómo ese espectador los va a recibir, es decir en siete partes. Estas siete partes se llaman “tiempos” porque suceden en siete momentos diferentes de nuestro personaje, es decir hay un tiempo que trascurre entre una parte y otra. La idea es que en cada parte se vaya trasformando el personaje y se le vayan cayendo las máscaras que se coloca en su vida cotidiana. La mariquera de la loca puede ser una gran máscara para ocultar la verdadera personalidad. Como la vestimenta y los lentes de sol, que al final no son más que un antifaz que encuentra una buena excusa en el sol. La realización ha sido complicada en el sentido de producir el espectáculo. La escritura se realizó por Internet porque yo vivo en París y José Luis Pérez en Venezuela y la verdad es que fluyó muy bien y sin complicaciones. Ambos estuvimos siempre de acuerdo en mantener el lenguaje directo y simple del testimonio real, aunque José Luis siempre quiso “corregir” las imperfecciones presentes en los originales como repeticiones, cacofonías o frases “feas”, pero yo gané esa pequeña batalla y dejamos el lenguaje lo más cercano posible de los originales, cambiando, por supuesto, los nombres y muchas de las situaciones. Total, la vida está llena de imperfecciones. Pero lo complicado fue la puesta en escena. Yo soy coescritor, actor y director, cosa que complica la tarea. Sobre todo porque en las tres actividades es la primera vez que tengo una experiencia con el monólogo. Parece un acto ego centrista, pero es casi lo contrario. A esto se agrega la dificultad de dirigirse a sí mismo como actor. Afortunadamente, conté con la asistencia de Ricardo Mendoza en París y con la asesoría artística de Orlando Arocha en Caracas. Ellos me ayudaron mucho a revelar el personaje. Al llegar al país comencé a trabajar con Fernando Roa en la música y a tratar de encontrar la fluidez entre la música y el texto. En el trabajo musical ayudó mucho también Julio Daantje, quien vio varios ensayos y me dio consejos, no solo musicales. Por supuesto, José Luis también ayudó mucho en la parte actoral cuando llegué a Caracas y comencé los ensayos. En realidad, sólo fueron dos semanas de ensayo en Caracas y tres en París”.
- ¿Cuál es el origen de este texto y cómo fue elaborado? ¿No le interesa llevarlo al cine?
- Su pregunta es muy interesante porque justamente la idea original de este proyecto fue elaborar un guión cinematográfico. Lo primero que hice fue llamar a José Luis y proponerle escribir juntos esa película que dirigiría yo. Me interesaba hablar sobre lo que le ha pasado a amigos, muy cercanos, portadores del SIDA y enfermos de esquizofrenia. Desde hacía mucho tiempo me venía interesando la crónica y el testimonio como género y le propuse a José Luis que entrevistáramos a esos amigos e incluso que pusiéramos elementos de nuestras vidas. La idea nos pareció interesante y coherente y comenzamos a recibir por escrito esas crónicas y testimonios. Yo comencé a escribir el guión y dos o tres escenas después y releyendo los testimonios me di cuenta de que había material para un monólogo. Se lo dije a José Luis y aceptó. El guión cambió completamente y se volvió un cortometraje a partir de esa primera escena. Espero poder hacerlo el año que viene. El monólogo siguió su evolución. Como dije, prefiero montar una peluquería que engañarme a mí mismo supuestamente haciendo teatro para ganar dinero. Si lo que quiero es hacer dinero pues monto una peluquería. Cosa que hice en Margarita desde 2004 cuando me mudé a la isla. Y eso, por retruque alimentó mi vida teatral: hay muchos personajes del monólogo que salieron de esa experiencia de la peluquería. Compañeros de trabajo, que después se volvieron amigos, alimentaron la serie de testimonios para su elaboración.
“Esos testimonios tomaron forma definitiva en un solo personaje principal, encarnado por el actor que le cuenta y revela su vida al público. Luego me di cuenta de que todo lo que le pasa a este personaje está relacionado de una manera u otra a algunas canciones de amor o pop que siempre han estado presentes en mi vida desde niño. Fue así como entraron estas canciones como hilo hilvanador de esos siete tiempos. Surge allí una pequeña reflexión sociológica: hasta qué punto nos comportamos como nos enseñan las letras de las canciones que escuchamos todos los días. O las telenovelas. Siempre he pensado que mucha gente reacciona como personajes de telenovelas. Y a todos nos parece de lo más natural. También está presente la idea del destino encarnado en la brujería, que para mí es como las canciones de amor, es decir, condicionadora de nuestro comportamiento. Por otro lado, por supuesto que la idea de volver al guión cinematográfico sigue presente, pero no lo veo como realizable en el corto plazo.
-¿Cómo está el tema del SIDA en la sociedad venezolana y cómo se presenta allende las fronteras?
-Creo que aquí, como allá y como acullá hay gente que lucha y habla sobre el SIDA, sea o no cero positivo. Y también creo que aquí, como allá y como acullá, hay mucho prejuicio y miedo, y, por tanto, rechazo y discriminación. A veces, nos creemos que somos los portadores de todos los males y desórdenes de la sociedad. Viviendo en Francia y viajando en Europa y EE.UU. me di cuenta de que muchos de esos males y desórdenes están por todos lados, muchas veces escondidos o tapados en una gran maraña de publicidad y maquillaje. Nunca dejará de sorprenderme de ver en Atlanta, por ejemplo, sede de Coca Cola, de CCN, de Delta Airlines, las kilométricas colas de “homeless” con sus respectivos carritos de supermercados buscando un puente libre donde dormir. O los SDF de París siendo sacados de sus canales por ser poco “turísticos”. Por supuesto que el problema de la mendicidad en Venezuela es gravísimo y terrible, pero tenemos tendencia a siempre decir “este país de mierda”, como los franceses que dicen “La France, la merde”. Creo que eso está asociado también a un gran complejo de superioridad; como si hubiéramos nacido en un país que no nos merece. Nos creemos mejores no solo a la marica, al malandro, al colombiano. Nos creemos mejores que nuestro país. Y no sólo aquí, sino también allá y acullá. Todos somos la misma vaina, por no decir la misma mierda o, perdón, “la méme merde”.
-¿Y después que viene?
-Después viene lo mismo de hoy. Tratar de entender. Vienen las Crónicas margariteñas (con o sin IAEM), el cortometraje y tratar de hacer Vamos a imaginar que nos estamos tomando un café treinta años después lo que más pueda, aquí, allá y acullá.

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