jueves, mayo 06, 2010

La memoria de Aníbal Grunn

Durante las últimas 18 semanas visitó dos veces al quirófano y las salas de terapia intensiva para someterse y recuperarse de una delicada colostomía. Ya está bien y no tiene nada anormal en su aparato gástrico. Esa solución positiva de su crisis médica, en estos tiempos de malas noticias, la ha asumido como una segunda oportunidad que ha recibido para seguir viviendo y creando para la comunidad, y es por eso que lo celebró con una breve temporada de su espectáculo unipersonal A tu memoria, el cual precisamente estrenó en octubre de 2005 para festejar sus primeros 40 años de vida teatral. Nos referimos al popular teatrero Aníbal Grunn (Aní­bal Enrique García Belardinelli, Bahía Blanca, Argentina, 1947), quien se presentó durante cinco noches en la sala Anna Julia Rojas de Unearte.
Conocimos a Aníbal Grunn, por vez primera, durante la temporada caraqueña de 1976, cuando encarnaba a un característico de El círculo de tiza caucasiano, de Bertold Brecht, bajo la férula de Ugo Ulive, en la sala Alberto de Paz y Mateos. Desde entonces no ha dejado de trabajar en cuantos escenarios, platós o sets se le ofrecieron. Y todo lo aprehendido lo ha mostrado de nuevo, ahora bajo la égida del director Carlos Arroyo, porque además, quizo hacer un homenaje a esos seres anónimos o grises que han sido los segundones, pudiendo haber sido los protagonistas, porque precisamente sin ellos no hubiese subido el telón y el drama o la comedia no se hubiese desarrollado. ¿Alguien se imagina al Quijote sin su Sancho Panza?
En A tu memoria, Aníbal Grunn muestra a un mínimo hombrecito que, durante larga duermevela que sigue a los funerales de los amigo, evoca al ausente: un director o un gran actor a cuyo lado soñó, disfrutó y hasta amó como nunca. Interpreta a seis personajes claves en igual número de espectáculos que realizó el ahora ausente pero siempre presente teatrero Carlos Giménez.
Para los que hemos visto cómo los teatreros han producido sus artes escénicas, durante los últimos 41 años, no nos es difí­cil identificar los patrones de la vida real que Aníbal Grunn ha utilizado para componer su angustioso y existencial espectáculo. Él los ficcionó a todos ellos y lo que el público identificará es a un Bolívar en su soledad final, mientras añora a Manuela; o al coronel desesperado porque no llega la carta que le anunciará¡ su pensión y se salvará así de vender a su gallo... y otros tantos personajes que matizan a esas patéticas angustias de los artistas latinoamericanos, como a ese mágico Próspero que reitera aquello de que los seres humanos estamos tejidos de la misma tela que los sueños y que nuestra corta vida se cierra siempre con un sueño.
Los que vivimos más de cerca el ciclo vital de Carlos Giménez (1946-1993) nos deleitamos al ver, de nuevo, aquellos personajes claves de su bitácora artística con el grupo Rajatabla, al cual fundó y comandó durante 22 años. Pero hay algo más que eso. Y de ahí la grandeza del trabajo de autor y de la entrañable y desgarradora actuación lograda por Aní­bal Grunn. Lo anecdótico fenece ante el peso de la historia angustiada de ese solitario hombrecito, que ahora ya no será nada ni nadie al perder al ser para el que trabajaba, odiaba y además amaba durante largas décadas.
A tu memoria podrá ser interpretado como una evocación a Carlos Giménez--dos largos lustros pasó Aníbal Grunn en Rajatabla-, pero también es la saga de un peón del teatro que exorciza a sus fantasmas, apoyado, con sobriedad, por un prudente y creativo director como es Carlos Arroyo, lí­der de la Compañía Regional de Teatro de Portuguesa, productora de este espectáculo.
Para nosotros, A tu memoria es el primer intento que se hace para poetizar, teatralmente, el paso de ese huracán argentino que fue Carlos Giménez, aunque otros podrán decir lo contrario. Lo único cierto es que serán estremecidos por lo que les llega desde la escena.Para que nadie olvide la historia del teatro venezolano y a los artistas que lo han hecho posible a lo largo de los cuatro siglos que le achacan, hay que de vez en cuando hacer espectáculos sobre sus vidas y sus tormentos. De lo contrario, a nivel mediático, se estará siempre comenzando, creyendo que el teatro llegó ayer por avión y que la “estrellita” que ahora dice cuatro zoquetadas desde el escenario es lo máximo jamás visto antes. Preservar la memoria de los ausentes es vital para cualquier proceso cultural o político. Ignorar el pasado de una disciplina artística es cortarle sus alas y reducirla a una simple actividad dominical.

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