martes, agosto 03, 2010

Bernarda Alba en Caracas

En Caracas, el apellido Tapias unido a nombres de mujeres es siempre eco de teatro y olor a hierbabuena o al sabor intenso del mango. Ahí están las sagas de Ligia, con más de medio siglo en los escenarios, y su hija Iraida que no se quiere quedar atrás. Por eso es que ahora las dos Tapias van de la mano en el montaje de La Casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, el cual hace temporada en el Teatro Luisela Díaz.
Iraida, a quien conocimos en los claustros de la UCV, en medio de los estertores de la renovación universitaria, ahora dirige la puesta en escena de ese texto garcialorquiano.
-¿Cuántos García Lorca ha montado o en cuántos ha participado?
-García Lorca es una pasión, un amor, un recuerdo de infancia, un descubrimiento de la adolescencia, una presencia en la adultez. No me canso de leerlo, estudiar, investigar acerca de su obra, de su vida. Para mí, además de su genialidad, su propuesta poética, su poesía, su dramaturgia es el autor teatral español contemporáneo por excelencia, y el más clásico; gracias a sus obras seguirás trascendiendo épocas, idiomas, continentes. Creo en el “Duende”, creo en la pasión por el teatro, en dejar las vísceras, la piel en el escenario para conmover al espectador y la obra lorquiana así lo exige. Hacer La casa de Bernarda Alba como directora siempre fue un deseo; una obra que me marcó de niña con el montaje de Alberto de Paz y Mateos, luego la puesta en escena de Ibrahim Guerra me sobrecogió; después al acompañar a José Ignacio Cabrujas en la producción de 1994 en el Teatro del Paraíso con mi mami haciendo la Poncia, vi. las 35 funciones a casa llena, me hizo pensar que pasarían muchos años para que yo la hiciera; y gracias a que, nuevamente, Rebeca Alemán y yo coincidimos en este deseo, asumimos ese compromiso y enorme responsabilidad y Water People Theater Company, la empresa teatral de la Alemán, produce la pieza este año. Mi primer montaje como actriz, aún en bachillerato de la mano de Edgar Mejías, fue Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. En El Palomo de mi fe (1986), hice a Yerma, una de las hijas de Bernarda que encarnaba mi mamá e hice la tía de Rosita. He dirigido lecturas dramatizadas de Bodas de sangre con mi querida Elba Escobar haciendo la madre, Carlota Sosa la muerte, Amanda Gutiérrez como la Luna, Rafael Romero era Leonardo, Jean Paul Leroux el novio, Marcos Moreno en el padre, la nana encarnada por Nelly Garzón, Pedro Carrillo hacía de Lorca, La Nena Riera interpretando la canción de la novia. El año pasado, en diciembre, Water People como aperitivo a nuestra “Bernarda Alba” produce la lectura dramatizada Lorca Alma Presente, ensamble de conferencias, poesía y escenas que armé y dirigí para este espectáculo, con Carlota Sosa, Rebeca Alemán, Ana María Simón, Rafael Romero, Antonio Delli, Gerardo Soto, Flor Elena González, Mariaca Semprún, Carolina Torres, Adriana Romero, Ramón Góliz, Martín Brasseco y Elvis Chaveinte, acompañados al piano por la propia Rebeca, Lester Paredes en el “cajón” y la Nena Riera interpretando las canciones recogidas y armonizadas por Lorca. En todas esas experiencias “el Duende” me ha visitado, gracias al gran Federico.
-¿Por qué García Lorca en estos tiempos?
-Los temas centrales del autor se refieren al enfrentamiento entre vida y muerte, Eros y Tánatos; la eterna contienda entre e la represión y la libertad; el abuso de poder; los prejuicios sociales frente a la mujer o ante la homosexualidad para negarles el libre albedrío; la represión frente a la disensión. Temas universales, que lamentablemente hoy en la sociedad del siglo XXI siguen siendo actuales. No es casualidad que el asesinato de García Lorca por la Falange española ocurra a los poquísimos meses de haber finalizado la escritura de La Casa de Bernarda Alba y después que el poeta granadino hace publica y asume su elección sexual. El Poder por pequeño que se tenga pareciera envilecer siempre, y no tolera ni las diferencias ni la crítica, entonces arremete contra quien lo enfrenta; menos mal que el Poder no es eterno en las manos de quien lo detente; la soberbia, la arrogancia, la crueldad con que se ejerce termina destruyendo al “Tirano” de cualquier espacio social o geográfico. Vivir, amar y ser libre son misiones épicas en todos los tiempos y en la poesía teatral lorquiana encuentran, en mi opinión, su mejor expresión.
- ¿Por qué precisamente esta pieza?
-Además de todo lo que te he comentado antes, La casa de Bernarda Alba es un clásico, la lectura inmediata se refiere al abuso de poder, a la represión, a coartar la libertad de ser, de expresarse ¿Cómo no montarla en este momento y en estas latitudes? Las otras lecturas del maltrato a la mujer, del temor al Eros, de la preocupación por el que dirán, de los seres castradores, de la autodestrucción de la soberbia, del fracaso de la desesperanza, del accionar en pro de la propia esperanza y la de los otros, son mis inquietudes vitales. Hoy en este país vivimos sólo desde la instancia política, olvidando por momentos que lo que nos hace humanos es amar, sentir, respetar y crear para que el derecho a la vida, a la libertad sigan siendo los pilares de un mundo mejor. El arte es la vanguardia de la sociedad, es nuestro derecho y deber asumirlo como tal, conmover el alma del espectador y hacerlo perder la calma frente a lo que, por habitual que se haya convertido, como la impunidad o el miedo o la decepción, es injusto, abusador y atenta contra la vida misma.
-¿Cómo está planteada su puesta en escena?
-Total respeto al autor, a la musicalidad de su verbo, a la pasión de sus personajes, a la poesía de sus diálogos, a lograr la expresión de una idiosincrasia que nos define como cultura. Una puesta en escena en la cual las protagonistas son las actrices, su honestidad actoral y el haber logrado incorporar, hacer suyas cada palabra de Lorca. Ha sido un proceso aleccionador para todas y muy íntimo, once mujeres conviviendo durante ocho semanas, permitiendo que ese texto, esos personajes nos habiten, no imponiéndoles prejuicios, ni conceptos, no, para nada; sólo nos dejamos seducir por las palabras, por el fraseo lorquiano, sus imágenes; luego nos enamoramos de ese texto y a partir de allí, le prestamos nuestro cuerpo y nuestra sique a esos personajes, a esa historia, al poeta. La escenografía, la utilería y la iluminación de Juan José Martín, son el espacio opresor y al mismo tiempo sensual para que esas actrices se luzcan. El vestuario de Raquel Ríos es la concreción de un uniforme bajo el cual es imposible esconder la feminidad. La sensualidad y la belleza presente ante los ojos del espectador o intuida tras las telas en las cuales se desnudan las hijas. Todas las actrices son bellas y de feminidad muy presente, eso quise, en mi óptica es mucho más terrible y contundente tratar de destruir la belleza o querer reprimir a Eros. Todo el entorno es muy austero para darle paso a la voluptuosidad, pasión y “duende” lorquianos que viven las actrices en cada función dejando la piel sobre las tablas.
-¿Como fue posible la consecución de este elenco?
-Gracias al respeto y admiración que los profesionales del teatro, el cine y la televisión tienen por Water People Theater Company y por su directora Rebeca Alemán. A su prestigio como profesional por la calidad de sus producciones que ha mantenido de manera sistemática durante todos estos años. Al poder de convocatoria de Federico García Lorca. A la consideración y amistad que nos tenemos todos los que participamos en el montaje. Rebeca logró reunir a un grupo de talentosísimas actrices de diferentes escuelas, provenientes de diferentes experiencias teatrales. Gente con 60 y tantos años en el teatro como mi mamá Ligia, con trayectoria intachable como Carlota, la talla y experiencia de Eulalia, formación integral y entrega como Mariaca, seriedad y compromiso de Ingrid, Sandy, Anabella; profesionales como María Elena en el teatro Infantil; protagonistas de televisión como María Antonieta que se estrena en el Teatro con un García Lorca; o a través de audiciones para darle oportunidad a las nuevas generaciones como es el caso de María Gabriela; un trabuco de elenco. Contar con Juan José, un director producto de las nuevas generaciones acompañándonos como escenógrafo y diseñador de iluminación, Raquel en el vestuario; todo un lujo. Gracias también a asumir el Teatro como nuestra vida y al escenario como nuestro hogar. Sólo así se puede reunir y llevar adelante un proceso creativo tan armónico, comprometido y honesto como el que estamos viviendo.
-¿Quedan mujeres como las que García Lorca describió?
-Sí, no sólo en África o en los países árabes o asiáticos, también en Europa, en todo el continente americano, en cualquier pueblito del interior de Australia, o pared por medio de tu apartamento. El abuso de Poder lo vemos todos los días, la descalificación, subestimación, maltrato a la mujer nos es habitual hoy, en el siglo XXI. Se trata de no seguir permitiendo la impunidad ni la injusticia contra los otros por ser distintos o expresar su desacuerdo.
-¿Y después que viene?
-Vivir: seguir haciendo teatro, escribiendo cine y si puedo televisión. Tengo, entre pecho y espalda, un texto para teatro acerca del matrimonio o la muerte del amor que no termino de concretar, pero que no me abandona. Montar un título español que llevo debajo de mi axila desde hace años de una dramaturga española, hacer otro Lorca, montar un Eurípides y no morirme sin dirigir un Shakespeare.



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