sábado, septiembre 18, 2010

Otra juventud infeliz

Para festejar diplomas y medallas, además de cerrar tan crucial capitulo de sus vidas, una hembra y siete varones bachilleres se reúnen en una playa donde afloran sus ambiciones momentáneas y también las futuras que han de vivir en las décadas venideras del siglo XXI. Todos, recién graduados en el liceo “Símbolos Patrios” de Río Guarura, municipio Guaricongo, del litoral central de Venezuela, son protagonistas de la excelente pieza teatral Promoción honor a mis padres, de Elio Palencia (Maracay, 1963), bien puesta en escena y pulcramente producida por Ruffino Dorta y el grupo Rajatabla, respectivamente.
Esos ocho bachilleres, calcados por Palencia, sí tienen idea de lo que se les viene encima al elegir una carrera profesional o un trabajo. Comprenden que el país vive un agudo proceso de cambios políticos y sociales, que la crisis económica y la miseria no dejan dormir en paz ni a sus progenitores, ni a ellos mismos, y que frustran todas las expectativas posibles, además de cundir la discriminación ética y sexual. Reconocen que deben luchar para defender sus ilusiones, pero las "no posibilidades" los encierran en una terrible apatía y esta será su ruina, una muerte anticipada para algunos.
Es por eso que esos bachilleres criollos han escogido ese día, precisamente, para bailar desenfrenadamente con los tambores que celebran a San Juan, porque son risueños y repletos de bullentes hormonas. Se dedican a jugar, bailar, echarse bromas, beber hasta perder la razón y se ayudan además con sus pitos de marihuana.
Pero no todos esos muchachos están escapando a sus dramas existenciales o posponiendo cruciales decisiones. Ella, Oneida Rebolledo, está ahí porque necesita abortar, pide que la ayuden económicamente para no correr riesgos, pero como nadie colabora, al final ella misma lo hace con un gancho de colgar ropa… y el mar engulle la víctima del crimen. Hay otro, el homosexual Yobani, quien pretende concretar una relación duradera con uno de sus compañeros, pero Tista se burla y es su perdición porque hacen público lo que creía que era su secreto: se prostituyo, por drogas, al pederasta alemán, dueño de unas cabañas en Choroní. ¡El homofóbico era una loca de postín y no lo sabía!
Esos tres personajes desencadenan un brutal conflicto de culpas propias y ajenas que hunde el festejo de todos y culmina con la muerte por ahogamiento de uno de ellos, el más puro e inocente del grupo, Juan.
Al final, por un salto temporal, la que se salva o llega a puerto seguro, es Oneida Rebolledo. Se hace médica y pare un hijo, programado y amado, a quien bautiza como Juan, en memoria del amigo malogrado.
¿Qué ha hecho Elio Palencia? Intenta, y lo consigue, de principio a fin, no sólo dibujar, sino también reflejar el grito desesperado de una juventud en su intento por desatar cadenas, recorrer caminos y encontrar o fabricar la luz necesaria para desprender en alientos repletos de sabor, de olor a tierra y tambor, sus "mil golpes de esperanza".
La temática y su argumentación, la estructura y la composición de los personajes y el peculiar trabajo con el lenguaje juvenil y contemporáneo –el fonema marico ingresa definitivamente al léxico teatral como otra palabra coloquial- nos asegura que Promoción honor a mis padres es el gran obra de esta década, precisamente ahora cuando piden, a los dramaturgos venezolanos, un texto humanista y de invención, aunque sea con recursos sintéticos en el espectáculo, como recomienda el novelista José Balza.
Montaje y actores
Sin puesta en escena y sin comediantes no hay espectáculo. Aquí se logra, con creces, gracias al director Ruffino Dorta que devoró la pieza y la hizo acción y carne viva en el escenario: una especie de cuadrilátero, de ocho por ocho, una playa que desnuda personajes y los muestra por dentro y por fuera. Inteligente solución a las propuestas del texto y muy sabio su trabajo con los actores, a quienes dejó trabajar con memorias emotivas y los condujo con precisión para los efectos escénicos. Una dirección ejemplar con un texto que así lo exigía.
Estos actores quedarán marcados por la veracidad de sus personajes, difícilmente otros podrán encarnarlos mejor. Los hicieron sus sombras. Juan Franco y Peter crearon a un Yobani antológico, caracterización en la cual se turnan mientras que Abilio sorprende con su Tista, al tiempo que Ángel se proyecta como el característico que se quisiera la televisión. Miosothis Pineda es la gran revelación, la mujer vencedora y reivindicadora, la madre. Los otros cumplen con dignidad, como también lo hacen los músicos, especialmente el cantante Ernesto Campos.
Si el montaje rajatablino Tu país está feliz (1971) marcó a una generación del siglo XX, Promoción honor a mis padres hace lo mismo en esta centuria.
Sustantivo o adjetivo
En Promoción honor a mis padres de Elio Palencia, cabe puntualizar que el fonema marico, el cual es utilizado reiteradamente por sus personajes, si se usa como sustantivo alude al varón que siente atracción sexual por otro varón, o sea un homosexual; pero si se aplica como adjetivo puede significar desde cobarde, pusilánime, miedoso, medroso, timorato, temeroso, o, también, valiente, temeroso, corajudo, intrépido, audaz, osado y hasta bizarro.
En el espectáculo creado por Ruffino Dorta, el término marico se usa más bien como muletilla en los diálogos para reiterar o acentuar algo en especial. Y eso puede significar una gravísima pobreza de lenguaje de los personajes, pero en ocasiones lo lanzan como violento sustantivo o cariñoso sinónimo o inverosímil antónimo.
El dramaturgo reconoce que le interesa capturar ese lenguaje juvenil contemporáneo y teatralizarlo, porque independientemente del nivel socio-económico e incluso cultural, las palabras marico y guebón se han convertido en apelativos tan comunes en este país. “Tal fenómeno lingüístico lo considero susceptible de estudio sociológico y sicológico, pues el lenguaje es pensamiento, y en este sentido: ¿qué aspectos conscientes e inconscientes están funcionando ahí? ¿A qué mapas esenciales, prejuicios, rémoras de conductas, mitos, fantasías o temores, obedece? En este sentido la dramaturgia y el hecho teatral al explorar estéticamente pueden abrir caminos para dilucidar respuestas”.
Soledad de la ingratitud
Nadie puede ignorar que Rajatabla vive la peor etapa de su historia. Tras la muerte de Carlos Giménez (27 de marzo de 1993), su fundador, esteta y líder, la institución comenzó a escorar a estribor y no ha zozobrado por la honesta y admirable tozudez de un madrileño -llegó a los ocho años- y por el apoyo de unos cuantos amigos que han ayudado a mantener a flote la nao. No obstante, al presidente rajatablino Francisco “Paco” Alfaro (recién cumplió 60) le ha sido difícil mantener la calidad estética y la capacidad de convocatoria de público, pero ha avanzado con los pocos que lo siguieron, ya que muchos aliados desertaron por razones o sinrazones. A pesar de la soledad de la ingratitud, Rajatabla durante los últimos 17 años ha producido 56 espectáculos, realizado varias giras al interior y al exterior, además de entregar 12 promociones del Taller Nacional de Teatro, la escuelita que Giménez fundó, donde han formado unos 240 intérpretes, muchos de los cuales ya destacan. También, “Paco” ha organizado otra muestra de teatro venezolano, tras un concurso para seleccionar siete piezas. Nosotras (Marisabel Dávila Lobo), Promoción honor a mis padres (Elio Palencia), Mi reino por un sueño (José Antonio Barrios), Yo soy John Lennon (Paúl Salazar), Agridulce (Glener Morales), El robo de la arrobita (Carmen García Vilar) y El más mejor (Roberto Azuaje), son las obras que mostrará hasta el 28 de febrero de 2011. Queda por redefinirse la presencia legal de la institución en el edificio que ocupó durante los últimos 37 años, el cual ahora pertenece a Unearte.
Ficha artística
Obra: Promoción honor a mis padres. Autor: Elio Palencia. Elenco: Miosothis Pineda, Jean Franco de Marchi, Peter Kutlesa, Abilio Torres, Ángel Pájaro, Aquiles Díaz, Slavko Sorman y Heriberto Garcés, acompañados de los músicos Roger Ramírez , Sahara Álvarez, Jerry Heredia, María Alejandra Tellis y Ernesto Campos. Iluminación: David Blanco. Música: Roger Ramírez. Producción: Gerardo Luongo y Francisco Alfaro. Vestuario, escenografía y dirección general: Ruffino Dorta.

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