sábado, septiembre 25, 2010

Tripleta juvenil siglo XXI

Si aceptamos que la juventud, como define la ONU, es la edad que va de los 13 a los 26 años, resulta que es una crucial etapa de los seres humanos donde hay que estudiar e ingresar al mundo del trabajo y, si queda tiempo, también se debe reflexionar sobre la advertencia que hace Gabriel García Márquez, para quien “la juventud siempre se va y quien todo lo hizo a base de juventud, debe tener al menos la inteligencia de recordarlo a tiempo”.
Pero más pensativos quedarán los espectadores, o lectores de esta página, cuando analicen, en profundidad, sobre los mensajes destinados a la juventud venezolana que tres dramaturgos criollos han propuesto en una inesperada tripleta escénica. Ahí plasman sendos argumentos para otra generación criolla que está comenzando a vivir y, que por supuesto, se ha entregado desde ya a buscar empleo.
Nos referimos a los espectáculos La Ola de Basilio Álvarez (45) y Promoción honor a mis padres de Elio Palencia (47), ya reseñados, y ahora, el más reciente, Algunos adolescentes de Jean Helmuth (27), los cuales hacen temporadas en las salas del Trasnocho Cultural, Rajatabla y Unearte, respectivamente.
Compleja adolescencia
El maestro de maestros que fue Horacio Peterson, fallecido hace ocho años, alcanzó a instruir en el abecé teatral a Jean Helmuth, (Valencia, 9 de octubre de 1983), quien hizo todos los talleres y cursos posibles en el Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas. Ahora ha salido del circuito del teatro liceísta o colegial y se ha exhibido, con notable éxito de público, un espectáculo donde ha logrado aglutinar sus experiencias como profesor en el Laboratorio Teatral Ana Julia Rojas y sus observaciones de cómo se comportan hoy día la mayoría de los jóvenes, cuales son las circunstancias o los contextos que los rodean, y recordar sus vivencias y las de sus amigos.
Fue así como creó la pieza Algunos adolescentes, producida por el Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas y Somos Producciones. Un lúdico espectáculo con una puesta en escena minimalista y un sólo dispositivo escenográfico, de múltiple funcionalidad, que sirve de silla o de pared, donde hacen vida ocho policromos juveniles. !El talento escénico no se puede tapar con un dedo!
En Algunos adolescentes se aborda y desarrolla temas como embarazo adolescente, precocidad, sexualidad, amor, estándares de belleza de la sociedad, influencia de la tecnología, violencia y, por supuesto, diversidad de conductas sexuales. Ese cóctel de situaciones, teatralizadas con lenguaje coloquial juvenil y personajes característicos, propone reflexiones sobre problemas generales de esos hombres y mujeres que transitan por esa difícil etapa de la adolescencia… y andan a ciegas.
Cabe destacar la habilidad de Helmuth para hilvanar una interesante historia a partir del episodio de una muchacha que pierde o abandona su Black Berry y todas las tragicómicas situaciones que de ahí se derivan hasta plasmar un inmenso fresco sobre la vida de un puñado de adolescentes de clase media. ¡Creativa saga teatral!
El espectáculo se acompaña con música pop-rock original compuesta por Helmuth y Luis Daniel Rojas, bajo la producción de Dr. Ibiza.
Sin lugar a dudas que Jean Helmuth avanza con paso firme en la creación y control de un lenguaje teatral propio y busca acrecentar así una audiencia para la cual labora con tanta pasión. Es una versión del siglo XXI de lo que inició Levy Rossell en los años 60 del siglo XX, pero en otro contexto sociopolítico, lo cual lo hace muy interesantes. Las comparaciones suelen ser odiosas…pero ilustran y advierten.
El elenco de Algunos adolescentes lo integran intérpretes, entre 16 y 22 años, como Hiram Aguilera, María Gabriela Hernández, Danysa Millán, Jonathan Jaimes, Simón Sulbarán, Juan Carlos Becerra, Katherinne Peralta, Luisany Dávila, Dubraska Vergara, Osleyda Pérez, y las participaciones especiales de la bailarina Génesis Olmos y de la veterana primera actriz Manuelita Zelwer.
Experimento social
Hay que recordar como el montaje La Ola está basado en la película alemana, creada a partir de la novela homónima de Morton Rhue (1981) e inspirada en un siniestro y antiético experimento de control social, adelantado por un profesor del Cubberley High School de Palo Alto, California (1967). Ahí se logra demostrar que sí es posible crear una autocracia similar, o peor, que la instaurada por Adolfo Hitler, entre 1933 y 1945. Y eso se consigue si a una sociedad se le manipula por intermedio de la disciplina, el culto al líder y otros artificios para controlar sus ambiciones o gustos o depurar sus culpas. Este espectáculo, conducido por Arturo Álvarez, no se convierte en panfleto por lo bien calculadas que están la trama y las actuaciones, pero si deja una picazón en el alma porque no es nada difícil caer en tales excesos del poder. Es una advertencia, sin maquillaje, para que muchachas y muchachos, no se dejen manipular por ideologías foráneas o criollas, y para que piensen un poquito más y no caigan en tentaciones, como la del bíblico Síndrome de Adán y Eva, que tan pésimos resultados le dio a la humanidad entera.
Bachilleres más nada
En un encuentro playero de una hembra y siete varones bachilleres, para festejar diplomas y medallas, afloran sus ambiciones momentáneas y las que han de vivir en las décadas venideras del siglo XXI. Todos, graduados en el liceo “Símbolos Patrios” de Río Guarura, del litoral central de Venezuela, son los protagonistas de Promoción honor a mis padres, bien puesto en escena y pulcramente producido por Ruffino Dorta y el grupo Rajatabla, respectivamente. Esos bachilleres sí tienen idea de lo que se les viene encima al elegir una carrera profesional o un trabajo. Saben que el país enfrenta un agudo proceso de cambios políticos y sociales, que la crisis económica y la miseria no dejan dormir en paz ni a sus progenitores, ni a ellos mismos, y que frustran todas las expectativas posibles, además de cundir la discriminación ética y sexual. Deben luchar para defender sus ilusiones, pero las "no posibilidades" los encierran en una terrible apatía y esta será su ruina, una muerte anticipada para algunos. Es por eso que han escogido ese día, precisamente, para bailar desenfrenadamente con los tambores que celebran a San Juan, porque son risueños y repletos de bullentes hormonas. Se dedican a jugar, bailar, echarse bromas, beber hasta perder la razón. Pero no todos esos muchachos están escapando a sus dramas existenciales o posponiendo cruciales decisiones. Esos personajes desencadenan un brutal conflicto de culpas propias y ajenas que hunde el festejo de todos y culmina con la muerte por ahogamiento de uno de ellos, el más puro e inocente del grupo, Juan. Elio Palencia intenta, y lo consigue, no sólo dibujar, sino también reflejar el grito desesperado de una juventud en su intento por desatar cadenas, recorrer caminos y encontrar o fabricar la luz necesaria para desprender en alientos repletos de sabor, de olor a tierra y tambor, sus "mil golpes de esperanza".


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