“Habló de sus defectos casi sin pudor. Nunca evadió sus contradicciones ideológicas, resultado de su paso por el Colegio San Ignacio de los jesuitas y de su temprana y relativamente corta militancia comunista. Fue reiterativo en su rechazo a la cultura entendida como retórica disimuladora de la vida. Nunca perdió el sentido de estar-en-la-historia. Y, como marco referencial general, el haber sido un niño que creció en Catia y en su plaza Pérez-Bonalde”, así asoma el crítico Leonardo Azpárren Giménez una definición sobre el teatrero José Ignacio Cabrujas Lofiego (1937-1995), a quien sus amigos y familiares recuerdan en estos días con la original performance Cabrujas: la voz que resuena, la cual se estará exhibiendo hasta el 14 de agosto en la Sala Cabrujas, de Los Palos Grandes.
Cabrujas:la voz que resuena es el valioso resultado del amoroso, ambicioso y bien realizado proyecto puesto en marcha por la escritora Yoyiana Ahumada, el director Francisco Salazar, el productor Iván Oropeza, el diseñador Daniel Hernández y un puñado de profesionales y jóvenes intérpretes. El espectáculo o la performance se inspira en una serie de escritos del propio Cabrujas que evocan los principales acontecimientos políticos, sociales y culturales que acompañaron a tan destacado intelectual a lo largo de su vida, los cuales sirven para tejer una trama que, aderezada con música operática, testimonios, una exposición fotográfica, una radionovela, la exhibición de imágenes en videos, y sendos fragmentos de dos piezas teatrales, dan al espectador un nostálgico y desgarrador fresco sobre el hombre y el artista ausente, al mismo tiempo que lo dejan lleno de interrogantes.
Todos estos artistas maquinaron la formula idónea para recordar al ausente y mostrarlo vivo y con su verbo amoroso para algunos o inflexible para otros. Y lo lograron, teniendo como norte lo que el ahora homenajeado decía (1983): “yo nunca he podido imaginarme a mi mismo en un país donde no se pueda decir lo que uno quiera, porque yo creo que la persona que escribe teatro debe hacerlo para subvertir, transgredir y molestar, no para complacer. Por eso digo que no sé que haría en una dictadura”.
Este ejemplar y original trabajo colectivo logra, para estos tiempos tan crispados, exaltar al venezolano de excepción del siglo XX, al personaje que transformó la dramaturgia nacional, que acrecentó el periodismo y la televisión locales, e impulsó además el arte de la ópera en Venezuela. ¡Que falta nos hace JIC!
Cuatro estaciones
Y lo que hicieron Ahumada y su combo resultó muy sencillo, lo mejor o quizás lo más sensible, exento de cursilerías y baraturas. Concibieron y así lo mostraron una performance en cuatro estaciones que obligan al espectador a desplazarse para disfrutarlas: las tres primeras a un mismo nivel (el foyer y pasillo de la sala Cabrujas) y la cuarta o ultima culmina en un espacio convencional y cerrado.´
La primera estación, a la entrada del foyer, muestra la salita de un hogar caraqueño de los 30, donde María Luisa (Norma Monasterios), Matilde (Ana González) y Elvirita Ancizar (María José Mata), personajes teatrales de El día que me quieras (1979) escuchan la radionovela El hijo prodigo de Catia, en su capitulo dedicado al nacimiento del bebe José Ignacio en el hogar del sastre Cabrujas y su señora Lofiego, aquel 17 de julio de 1937, mientras los entes teatrales además disfrutan además de la música de Carlos Gardel. Es una increíble escena teatral que suma dos hechos reales, como son el momento del grito primario en la casa de los Cabrujas Lofiego y el shock colectivo por la visita y la posterior muerte trágica del legendario cantante, aquel 24 de junio de 1935, después de haber cantado en el teatro Principal de Caracas y además haber visitado el hogar de la familia Ancízar. ¿El teatro copia la vida o la vida copia al teatro?
Estremece ese cruce de las dos anécdotas y obliga a pensar en todo lo que pasó después con un venezolano que venía al mundo y la fantástica leyenda del “primer latinoamericano trascendental desde San Pedro Claver”. ¿Destinos cruzados?
El segundo nudo o estación está dedicado a ese maravilloso producto de la televisión como son las telenovelas y particularmente sus impactos en la sociedad venezolana, un conglomerado de todos los estamentos sociales que disfrutó de ese experimento que fue la TV cultural, con Cabrujas, Román Chalbaud y Salvador Garmendia, entre otros. Ahí Cabrujas es la máxima estrella tanto por sus conceptos como por sus libretos o guiones .Ahí esta dictando cátedra y enseñando como la telenovela puede lograr lo que nunca antes hizo el teatro, al menos en Venezuela. Es, pues, el aleccionador documental La Telenovela, el espectáculo del sentimiento.
La tercera estación esta dedicada a un inmenso panel con fotografías textos y las frases memorables de Cabrujas. Ahí esta maravillosamente resumida su ruta vital y quizás por eso merece ser revisada, con más calma en otro momento. Esta etapa de la performance cuenta con un fino y preciso conductor, el actor Domingo Balducci, quien funge cual Dante Alighieri mostrando lo que somos los seres humanos y especialmente los venezolanos, y el epilogo es la voz de Isabel Palacios viuda de Cabrujas entregada a lectura de la “Carta a María Callas Ni un solo día de olvido”.
Y todo concluye con los 40 espectadores presenciando en la Sala Cabrujas la escenificación de sendos fragmentos de las piezas Venezuela Barata (1965-1966)-obra aún no estrenada oficialmente- y Profundo (1971), de Cabrujas, con las puntuales actuaciones de Norma Monasterios, Steven Rosas, Ángel Chávez, Cesar Augusto Roa, Ana González, y María José Mata.
Pero Cabrujas se despide por ahora de sus amigos desde una monumental proyección fotográfica, mientras se escucha “Vissi d´arte” de Tosca de Giacomo Puccini, y traducíamos así su adiós: "Yo vivía para el arte que nunca hizo daño a un ser viviente”.
Cabrujas:la voz que resuena es el valioso resultado del amoroso, ambicioso y bien realizado proyecto puesto en marcha por la escritora Yoyiana Ahumada, el director Francisco Salazar, el productor Iván Oropeza, el diseñador Daniel Hernández y un puñado de profesionales y jóvenes intérpretes. El espectáculo o la performance se inspira en una serie de escritos del propio Cabrujas que evocan los principales acontecimientos políticos, sociales y culturales que acompañaron a tan destacado intelectual a lo largo de su vida, los cuales sirven para tejer una trama que, aderezada con música operática, testimonios, una exposición fotográfica, una radionovela, la exhibición de imágenes en videos, y sendos fragmentos de dos piezas teatrales, dan al espectador un nostálgico y desgarrador fresco sobre el hombre y el artista ausente, al mismo tiempo que lo dejan lleno de interrogantes.
Todos estos artistas maquinaron la formula idónea para recordar al ausente y mostrarlo vivo y con su verbo amoroso para algunos o inflexible para otros. Y lo lograron, teniendo como norte lo que el ahora homenajeado decía (1983): “yo nunca he podido imaginarme a mi mismo en un país donde no se pueda decir lo que uno quiera, porque yo creo que la persona que escribe teatro debe hacerlo para subvertir, transgredir y molestar, no para complacer. Por eso digo que no sé que haría en una dictadura”.
Este ejemplar y original trabajo colectivo logra, para estos tiempos tan crispados, exaltar al venezolano de excepción del siglo XX, al personaje que transformó la dramaturgia nacional, que acrecentó el periodismo y la televisión locales, e impulsó además el arte de la ópera en Venezuela. ¡Que falta nos hace JIC!
Cuatro estaciones
Y lo que hicieron Ahumada y su combo resultó muy sencillo, lo mejor o quizás lo más sensible, exento de cursilerías y baraturas. Concibieron y así lo mostraron una performance en cuatro estaciones que obligan al espectador a desplazarse para disfrutarlas: las tres primeras a un mismo nivel (el foyer y pasillo de la sala Cabrujas) y la cuarta o ultima culmina en un espacio convencional y cerrado.´
La primera estación, a la entrada del foyer, muestra la salita de un hogar caraqueño de los 30, donde María Luisa (Norma Monasterios), Matilde (Ana González) y Elvirita Ancizar (María José Mata), personajes teatrales de El día que me quieras (1979) escuchan la radionovela El hijo prodigo de Catia, en su capitulo dedicado al nacimiento del bebe José Ignacio en el hogar del sastre Cabrujas y su señora Lofiego, aquel 17 de julio de 1937, mientras los entes teatrales además disfrutan además de la música de Carlos Gardel. Es una increíble escena teatral que suma dos hechos reales, como son el momento del grito primario en la casa de los Cabrujas Lofiego y el shock colectivo por la visita y la posterior muerte trágica del legendario cantante, aquel 24 de junio de 1935, después de haber cantado en el teatro Principal de Caracas y además haber visitado el hogar de la familia Ancízar. ¿El teatro copia la vida o la vida copia al teatro?
Estremece ese cruce de las dos anécdotas y obliga a pensar en todo lo que pasó después con un venezolano que venía al mundo y la fantástica leyenda del “primer latinoamericano trascendental desde San Pedro Claver”. ¿Destinos cruzados?
El segundo nudo o estación está dedicado a ese maravilloso producto de la televisión como son las telenovelas y particularmente sus impactos en la sociedad venezolana, un conglomerado de todos los estamentos sociales que disfrutó de ese experimento que fue la TV cultural, con Cabrujas, Román Chalbaud y Salvador Garmendia, entre otros. Ahí Cabrujas es la máxima estrella tanto por sus conceptos como por sus libretos o guiones .Ahí esta dictando cátedra y enseñando como la telenovela puede lograr lo que nunca antes hizo el teatro, al menos en Venezuela. Es, pues, el aleccionador documental La Telenovela, el espectáculo del sentimiento.
La tercera estación esta dedicada a un inmenso panel con fotografías textos y las frases memorables de Cabrujas. Ahí esta maravillosamente resumida su ruta vital y quizás por eso merece ser revisada, con más calma en otro momento. Esta etapa de la performance cuenta con un fino y preciso conductor, el actor Domingo Balducci, quien funge cual Dante Alighieri mostrando lo que somos los seres humanos y especialmente los venezolanos, y el epilogo es la voz de Isabel Palacios viuda de Cabrujas entregada a lectura de la “Carta a María Callas Ni un solo día de olvido”.
Y todo concluye con los 40 espectadores presenciando en la Sala Cabrujas la escenificación de sendos fragmentos de las piezas Venezuela Barata (1965-1966)-obra aún no estrenada oficialmente- y Profundo (1971), de Cabrujas, con las puntuales actuaciones de Norma Monasterios, Steven Rosas, Ángel Chávez, Cesar Augusto Roa, Ana González, y María José Mata.
Pero Cabrujas se despide por ahora de sus amigos desde una monumental proyección fotográfica, mientras se escucha “Vissi d´arte” de Tosca de Giacomo Puccini, y traducíamos así su adiós: "Yo vivía para el arte que nunca hizo daño a un ser viviente”.
Querida Yoyina: Eres toda una Cabrujóloga. Que buena crítica la de El Espectador. Te felicito a tí y al combo que ha hecho esa obra posible.
ResponderBorrarQuerida Yoyiana:
ResponderBorrarTe has convertido en una Cabrujóloga de excpeción. Te felicito!!!!