sábado, abril 14, 2012

Fausto Verdial en escena

Fausto Verdial y José Ignacio Cabrujas la conocieron, creyeron en ella y le dieron la oportunidad de exhibir su talento histriónico. Lo que pasó después es parte  importante de la historia de las artes escénicas caraqueñas, especialmente cuando existía El Nuevo Grupo, la mayor y la mejor empresa privada dedicada a la promoción de la dramaturgia criolla durante el siglo XX, entre 1967 y 1988, la cual contó además con los mejores comediantes de esa generación, histriones que aún siguen dando “la pelea”.
 Ella se quedó prácticamente huérfana cuando sus promotores o tutores salieron sin equipaje hacia sus inevitables viajes, pero ya tenía suficientes amigos y un estilo actoral para sobrevivir, llegar al siglo XXI y continuar viviendo. Nos referimos, por supuesto, a Tania Sarabia, la gran característica de los textos de Cabrujas y Verdial, quien, desde el 30 de marzo, se está presentado en la nueva sala experimental del BOD-CorpBanca Centro Cultural con el monólogo La tía Chucha, gracias a  una fina y respetuosa dirección del joven Vladimir Vera y el respaldo de la productora Jorgita Rodríguez, apuntalada por la vestuarista Eva Ivany y el iluminador José Jiménez.
Este espectáculo es fundamentalmente un sentido homenaje para Verdial, autor de ¡Qué me llamen loca!, monólogo cómico que hace 17 años indicó el camino de los grandes éxitos “comerciales” en Venezuela. Un texto escrito especialmente para Tania, esa actriz a la que él vio evolucionar “hacia algo casi milagroso en el arte de actuar”.
SEÑORA CRITICONA
Esta reaparición de Tania es una inspiración que se extrajo de uno de los personajes que conformaron ¡Qué me llamen loca! Y por eso La tía Chucha se nos presenta como una señora criticona y divertida que tiene mucho qué contar: ella no cree ni en besuqueaderas, ni en esos inventos raros de las mujeres de ahora como “la liberación femenina” o “los tratamientos estéticos”. Ella cree que el modernismo y la tecnología han tergiversado el curso de la historia, pues ya nada es como debe ser. Es una dama que piensa que el matrimonio, la educación de los nietos, y los hombres son los temas importantes a tratar y que disfruta mucho más ir a una farmacia o a una consulta médica que a un baile, una fiesta de cumpleaños o una boda.
¿Qué decir de esta reaparición de Tania Sarabia? Que esta mejor que cuando lo hizo  en el siglo XX, porque el tiempo para los buenos actores es como el añejamiento vigilado de los buenos vinos. Que ahora lleva más y mejor experiencia  y que por eso el publico la disfruta de principio a fin, ayudada en escena, tras unos toques técnicos al texto, cuenta además  con una joven debutante con talento para explotar, Paola Villegas, quien materializa a un personaje silente e importante para su performance. Y todo esto sirve para que ahora la tía Chucha convenza al público de cómo el humor es una terapia.
 Y como colofón, Tania Sarabia nos pidió que escribiéramos que ella no abandonara jamás la actuación, porque “es como hacer el amor. Es un placer tan orgánico, tan de piel y  tan ¡ricooo!”, como lo ha dicho un millón  de veces, y  lo repite ahora en este homenaje al amigo que se fue de gira y quien estará muy feliz en donde esté porque su actriz favorita vuelve a las tablas.
MADRILEÑO DE ORO
Lo conocimos inicialmente en los mágicos meandros del teatro caraqueño donde hemos tenido los mejores encuentros culturales y sentimentales de las últimas décadas. Después, con varias tazas de café con leche, de por medio, o con unas cuantas copas en vino tinto en el Centro Comercial Chacaíto o en algún restaurante de esa Sabana Grande que ya se hizo recuerdo, pulverizada por la piqueta del progreso, se fue consolidando una amistad que ha sobrevivido al frio vendaval de los olvidos y es por eso que todavía continuamos disfrutando de su histrionismo y de su proverbial escritura teatral, precisamente cuando los tiempos revueltos pretenden quitarnos el aire de los pulmones o la capacidad para identificar el olor de las maduras guayabas. Sin ningún pacto con Lucifer habría cumplido 79 el pasado 14 de enero, pero ese especialista en enredos del corazón social, ese que nos ayudó a exorcizar sórdidas penumbras existenciales durante largas tres décadas, era “el madrileño de oro” Fausto Verdial, quien, para que no lo olvidaran jamás, dejó una sólida herencia de afectos verdaderos y un legado de consejos destinados a exaltar la utilidad del amor en el fiero combate cotidiano contra la soledad por intermedio de algunas de sus piezas:  Todos los hombres son mortales, ¡Y...las mujeres también!, Los hombros de América y  su unipersonal ¡Qué me llamen loca!
A pesar de ser mortal, Verdial aún no sale de escena porque los venezolanos piden una y otra vez sus obras y las aplauden donde las exhiban. Y ese personaje es La tía Chucha, en ese teatro que nunca olvidaremos de aquel que caminaba por Sabana Grande acompañado de sus amigos y sus amores, y juraba que nunca abandonaría a Caracas, esa que su gran amigo Cabrujas le enseñara, tras su mítico encuentro con Carlos Gardel, en el teatro Principal para cantar, “El día que me quieras” más trascendental de la historia teatral de esta nación latinoamericana.
MODESTO TRONO
Verdial conoció a Tania en sus inicios al compartir escenario con ella por primera vez en Acto cultural (1975), la inolvidable pieza de Cabrujas, y desde entonces los unió una amistad de décadas. En 1995, según sus propias palabras,  le inventó un “modesto trono” para que ella, una reina en el quehacer teatral, se luciera. En aquella oportunidad él dijo: “En este espectáculo ¡Qué me llamen loca! he reeditado para Tania las conversaciones de toda nuestra vida, diálogos que reinventan la realidad de unos seres que nosotros conocemos y que se los ofrecemos en la seguridad que para ustedes serán, así mismo, fácilmente reconocibles. Escribí poniendo mis cinco sentidos en Tania, en dar vida a algunos de los personajes, que entre muchos, ella puede glorificar”.




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