sábado, julio 21, 2012

El país vendido no es solo teatro


Isaac Chocrón Serfarty no ha muerto si lo recuerdan y se organizan cómo invocarlo. Ese venezolano (Maracay, 25 de septiembre de 1930) desafió siempre a la sociedad que pretendió negarle su derecho al amor y al disfrute sin cortapisas. Y por eso utilizó las artes literarias para recrear lo que hizo, cómo lo hizo y también lo que dejó de hacer a lo largo de sus bien vividos 81 años (Caracas, 6 de noviembre de 2011). Revive gracias a su treintena de obras teatrales, novelas y ensayos, además de múltiples anécdotas de su biografía,  aún no escrita. Y  da consuelo, sabiduría y sana alegría para afrontar el proceloso camino de la vida.
Gracias a las ciencias económicas que estudió, comprendió, visualizó, probó y evaluó  como son las relaciones sociales de producción y sus efectos  entre los seres humanos, conflictuados además por las necesidades, deseos, preocupaciones y miedos. Y por eso su teatro está impregnado de   ofertas, demandas y compraventas con dinero contante y sonante y otras con inteligentes  o torpes manipulaciones de sentimientos, con técnicas conscientes puras o vulgares jugadas mercantiles.
Dos obras de su producción dramática son enfáticas al plasmar  personajes empeñados en comprar lo que necesitan o en vender lo que tienen o lo que nos les pertenece. Okey (1969) y Asia y el Lejano Oriente (1968) son textos que deben ser representados por su total vigencia, no solo para los venezolanos.
Okey muestra a una costurera cuarentona sobreviviendo con un vago treintón e intentando exorcizar el hastío de su pobreza, hasta que una madura y rica viuda  requiere de los servicios  de la modista, sin sospechar que los tres terminarán conviviendo en un lujoso penthouse, disfrutando del consentido triángulo sentimental y erótico. Estalla el conflicto, se resuelven los celos y la vida continúa, porque todo tiene precio y las necesidades humanas son  urgentes. Ese singular trío existió en la vida real y vivía en una transversal de la popular Sabana Grande de la Caracas de los años 50 y 60 del siglo XX.
 Asia y el Lejano Oriente es la urticante historia de cómo unas clases sociales deciden liquidar su país a empresas extranjeras y recibir sendos y jugosos cheques, a cambio. Fue estrenada por El Nuevo Grupo y repuesta por la Compañía Nacional de Teatro, según la puesta en escena creada por Román Chalbaud, durante su etapa inaugural en aquel 1985. Ahora, en este incierto siglo XXI,  retornó a la escena de CorpbancaBOD por la vertical pasión de Federico Pacanins y los bien preparados jóvenes Marinés Hernández, Rodolfo Alonzo, Teo Gutiérrez, Nena Agudelo, Alejandro Grossmann, Daniella Niño, Estefanía Gómez, Eliú Ramos, Mayerling Rodríguez y Estefanía Pérez,  acompañados por la baterista Ana Díaz. ¡Artistas patriotas comprometidos y con toda una tonelada de talentos por explotar y acrecentar!
Pacanins con su versión escénica acentúa como se consuma la venta de un país por el contubernio de intelectuales y políticos, quienes cansados de tantas desgracias sociales, consecuencias del desgobierno o la mala gerencia, buscan ponerle un precio a su nación con la esperanza de resolver sus problemas generales y  especialmente  los personales. En Argentina, hace algunos años pasó algo parecido y el jocoso lema de la gente, pensante, era: “El último que se vaya que apague la luz”. Una muestra más del neocapitalismo o del capitalismo salvaje que se impuso “a sangre y fuego” o a punta de “chequerazos” en América Latina y en Europa hasta ahora. Y hay que aclarar que el autor no militó nunca en el comunismo criollo o  tendencia socialista alguna.
Los diálogos corales de los personajes acentúan las similitudes con diversas etapas de la historia venezolana y brotan de inmediato las comparaciones. Isaac Chocrón Serfaty, pues, abre los ojos a las nuevas generaciones, de espectadores y artistas especialmente.

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