domingo, febrero 17, 2013

Caracas es puro teatro


En vísperas del Segundo Festival de Teatro de Caracas 2013, conviene recordar que la saga del teatro venezolano resulta imprecisa en sus orígenes. Algunos investigadores arrojan mínimas luces en medio de confusas cronologías de espectáculos y puntualizan que todo comenzó el 24 de junio de 1594, mientras otros, con mentalidades menos coloniales, lo ubican durante la tercera república, cuando el general Simón Bolívar firmó una serie de decretos que regularizaron la vida teatral en Caracas.
Sea, pues, con más de 500 años a cuestas o con escasos 200, en este siglo XXI,  al comenzar la segunda década, se dio un reventón artístico nunca antes visto, protagonizado por las autoridades políticas y los teatreros, además de los espectadores. Con el lema “Lo tuyo es puro teatro” se reactivó la escena, lo cual consistió en la recuperación de los espacios públicos y de las salas emblemáticas de la ciudad, gracias a las políticas del Gobierno Bolivariano, a través de la Alcaldía de Caracas y el Gobierno del Distrito Capital.
Todo eso permitió la realización, del 11 al 25 de noviembre de 2011, del Festival de Teatro de Caracas (FTC), evento que contó con la participación de 80 agrupaciones de Venezuela (44 de Caracas y 36 del interior del país), para más de 160 funciones. Eran no menos  de 600 actores para los escenarios de 13 salas de teatro, ocho espacios públicos recuperados (bulevares, plazas y parques) y 30 comunidades de las parroquias del Municipio Libertador.
En el marco de ese primera edición del FTC destaca la rehabilitación, reapertura y revitalización de los teatros Nacional, Municipal, Principal y Cristo Rey.
 La Plaza Diego Ibarra, uno de los espacios recuperados, fue la sede de la Ciudad Teatro y ahí todas las comunidades caraqueñas pudieron disfrutar de foros, talleres, presentaciones de libros, performances y más de 20 conciertos en su tarima central. ¡Un verdadero fenómeno de público nunca antes visto!
Mirada al 2011
En medio de un complejo panorama de incertidumbres y contradicciones para la sobrevivencia del arte escénico criollo, en Fundarte, las manos culturales de la Alcaldía de Caracas y el Gobierno del Distrito Capital, se planificó y materializó, pues, una muestra del teatro contemporáneo, ese que estaba en cartelera o en despensas de los teatreros, y fue así que se puso en marcha, el FTC 2011, el cual se inició con Seguimos o paramos, espectacular montaje de sainetes venezolanos, que dirigió Ibrahim Guerra, y todo culminó con La cantata del rey Miguel, creada por Tomás Jurado Zavala y Carlos Arroyo con el Teatro Negro de Barlovento. ¡Nunca antes se vio tantos montajes con sus ansiosos espectadores!
Fue un evento con las más importantes piezas teatrales representadas durante los últimos 30 años, además de ser un encuentro con exhibiciones del mejor  teatro de calle, gracias a la participación de las comunidades y agrupaciones no convencionales.
El FTC 2011 (cobraron 5 bolívares por cada boleto) arrojó cifras como 70 mil espectadores en salas, 18 mil en la calle y 10 mil en las comunidades, 1200 en Unearte y 100 mil en Ciudad Teatro.
Gracias, pues, al funcionario Freddy Ñañez  (presidente de Fundarte), el bálsamo teatral bajó la presión no solo a la ciudadanía. A las agrupaciones les cancelaron sus honorarios y algunas fueron invitadas a exhibirse en una mini muestra que se hizo posteriormente con motivo del Celac, vital evento de geopolítica latinoamericana.
Hay, pues, teatro vivo en esta Venezuela que sin miedo avanza en la centuria XXI.
¿Seguimos o paramos?
 En el momento perfecto y en el sitio indicado. Eso hizo el teatrero Ibrahim Guerra al inaugurar a las 7PM del 11 de noviembre, en el Teatro Municipal, el Festival de Teatro Caracas 2011 con inteligente y sentimental espectáculo que rescató y reivindicó al sainete criollo, la comedia popular venezolana, semilla del desarrollo del teatro nacional a lo largo del siglo XX, ese mismo que ahora avanza con sus luchas sociales en la actual centuria en pos de una expresión estética de acuerdo con los tiempos que vivimos.
¿Seguimos o paramos? fue un espectáculo creado especialmente por Guerra, apuntalado en diestro elenco y con el apoyo del veterano actor y cantante Cayito Aponte, a partir de textos escogidos de Leoncio Martínez (El salto atrás), Rafael Guinand, Andrés Eloy Blanco (Soneto de la rima pobre), Aquiles Nazoa (Exaltación del perro callejero) y Francisco Pimentel, utilizando además música cañonera, valses y pasodobles y el rucaneo que interpretó el conjunto Los Antaños de San José, para ubicar al montaje en los años de la dictadura del Benemérito Juan Vicente Gómez.
Guerra optó por tomar el camino del sainete porque sus autores no solo satirizaron los vicios de esa Venezuela, en Caracas especialmente, que se negaba a luchar por el progreso y que no conseguía salir del sopor del gobierno fuerte y de un cierto miedo ante la irrupción de una democracia que ya asomaba en el horizonte.
El espectáculo era el ensayo de unos actores, acosados por apuros económicos y retos existenciales, quienes interpretaban al delicioso sainete El salto atrás, donde Martínez advierte y fustiga las costumbres racistas y clasistas de una incipiente clase media, que no quiere aceptar su pasado y pretende purezas de linaje. Una vez más, la crítica inteligente de Martínez se exhibió airosa y demostró su  presencia y continuidad también en esta segunda década del siglo XXI, cuando hay una sociedad empeñada en defender y acentuar los derechos humanos, sin negociaciones maniqueas. Tenía un colofón sobre las vicisitudes del artista, especialmente sus penurias financieras, y sus anhelos de amar, porque saben que sin amor es imposible hacer arte...y hasta vivir.
No podía faltar un "fin de fiesta" y la voz y desenfado actoral de Cayito Aponte animaron al público para que coreara sus canciones y movieran también el esqueleto.
Esta apertura festivalera y preñada de venezolanidad contó además con la entrega muy profesional de los comediantes José Luis Useche, Karina Velásquez, Yalitza Hernández, Iliana Hernández, Ivor Muñoz, Julio Liendo, lula Bertucci, Walter Andrés y la participación del niño Sebastián Bretón, entre otros.
Mimí en el 23 de Enero
Entre las sorpresas artísticas del FTC 2011 estuvo Mimí Lazo (Ana María Lazo, Caracas, 23.11.54), actriz y exitosa productora de espectáculos, quien fue al teatro Cristo Rey, del 23 de Enero, para predicar la necesaria lucha reivindicativa de las mujeres venezolanas con su monólogo El aplauso va por dentro, escrito y dirigido por Mónica Montañés y Gerardo Blanco, en la sala de conciertos del Ateneo de Caracas, desde el 7 de junio de 1996.
Ahí plasmó la historia de Valeria, divorciada y con dos hijos, y una carrera profesional en ascenso, mientras espera la llamada del hombre con el cual ya compartió algo más que una noche. Definió presente y futuro de su vida, el mismo día que cumplía 40 años. Transcurre su rutinaria clase de aeróbicos, y entre un ejercicio y otro, el espejo le ratifica la pérdida de la juventud, su miedo a la soledad, a darse cuenta que desde hace mucho sólo vive para los demás, y que solo lleva dentro...un silencioso aplauso por todo lo hace, como es luchar denodadamente para sacar adelante a su familia y conquistar un espacio decente dentro de la sociedad competitiva en que se desempeña; al tiempo que duerme sola y rumia frustraciones hasta que consiga que un verdadero hombre se fije en ella y la haga feliz, porque nunca pierde las esperanzas de amar recíprocamente.
Mimí y la autora Mónica lo que hicieron fue un llamado de atención a las féminas para que no decaigan en sus luchas particulares porque estén sin la compañía estimulante de un varón. Y por el contrario esperan que los hombres cambien más temprano que nunca y se den cuenta que son necesarios y que ellas los reclaman para sí y sus hijos, porque la patria necesita hogares estables, difícil tarea para hacerla bien y solas.
El espectáculo, donde participaba Luis Fernández (su esposo) como profesor de los aeróbicos, tenía atmósferas intimistas donde no faltaron satisfactorios momentos románticos, como cuando Valeria sueña y baila con su novio, pero también se torna ácido y cruel porque la desprecian y la dejan para el día siguiente. Ahí estaba la clase práctica de resistencia y lucha que Mimí imparte a sus compañeras de género cuando son abandonadas y están para hundirse. Aquello lo vimos el domingo 13 de noviembre, con la sala a reventar.
Ni complaciente ni frívolo
El teatro venezolano ha sido, es y será revolucionario. Sus artistas, sus dramaturgos y su oceánico público así lo han demostrado a lo largo de 200 años, aunque en ocasiones surgen detractores y enemigos encubiertos que tratan de asfixiarlo, de quitarle espacios, de desviarle los recursos del Tesoro Nacional que le pertenecen por ser una crítica manifestación cultural, y hasta han pretendido matar por hambre a sus hacedores. No es complaciente, ni frívolo, ni tampoco tarifado, ni servil; prefiere comerse las migajas del banquete antes que deshonrarse.
Hasta ahora nadie ha podido hacerlo claudicar ni desaparecer de los escenarios y el boom del mal llamado “teatro comercial” es muestra de cómo sus creadores si pueden sobrevivir gracias a su imaginación pero sin claudicar en su filosofía de denuncia contra  injusticias, contra desatinos gubernamentales y  exclusiones. La comedia aparentemente sosa o banal tiene su veneno dirigido contra el poder, porque el teatro es arma revolucionaria y por eso le temen o pretenden ignorarlos los poderosos. El teatro siempre ha estado en la acera del frente pero sin poner en tela de juicio su amor patrio.
El teatro no feneció ni siquiera ante el plomo de las pistolas adecas y copeyanas. Hay que recordar como el régimen de Rómulo Betancourt liquidó a tres teatreros- el actor, además de periodista  y educador, César Burguillos; Oswaldo Orsini, estudiante de arquitectura de la UCV; y el estudiante Reinaldo García, hijo de la actriz María García- quienes participaron en revoltosos alzamientos contra ese gobierno.
¡Historias e ideologías para ser analizadas!


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