sábado, enero 25, 2014

Icono del teatro gay: Fresa y chocolate a la venezolana

Un espectáculo contra la homofobia que acentúa la historia criolla.
A buena hora, el teatro criollo tercia y acentúa su presencia en la lucha  que se libra en  el mundo contra  ese crimen de odio que es la homofobia; enfermedad psicosocial que se caracteriza  por tener una profunda aversión hacia los homosexuales, otra más de las manifestaciones del fascismo. Conocen los teatreros que el mundo se divide entre países que persiguen la homosexualidad y los que reconocen y amparan los derechos de gays y lesbianas, pero que en unos y otros persiste el odio hacia las relaciones íntimas entre seres del mismo sexo. Y por eso los hacedores de las artes escénicas están en combate.
El grupo Actoral 80, con su líder  Héctor Manrique a la cabeza, ingresó oportunamente a la liza anti homofóbica con el excelente espectáculo teatral Fresa y chocolate, del cubano Senel Paz (1950). Bien actuado por Daniel Rodríguez, Juan Vicente Pérez y Wadih Hadaya, y con la pulcra producción de Carolina Rincón. 
Fresa y chocolate - nació del cuento El lobo, el bosque y el hombre nuevo y después se hizo cine (1994)  gracia a los directores Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío- llega al teatro Trasnocho para plasmar  la cruda realidad social de la Cuba revolucionaria, durante varias décadas del siglo XX. Plasma la relación de  amistad que brota y se establece entre Diego, artista gay que cree en la libertad y trata de ejercerla, y David, estudiante universitario cargado de prejuicios en contra de la homosexualidad, quien además sigue las orientaciones del régimen castrista. La personalidad racional y desenfadada y tierna de Diego penetra y conquista  finalmente la mentalidad del revolucionario  David, quien reevalúa sus concepciones no solo de la homosexualidad, sino también sobre lo que significa ser un auténtico revolucionario, a pesar de su homofóbico compañero Miguel quien planea utilizarlo para espiar a Diego, persona a quien el régimen considera "aberrante y peligrosa”. El desenlace es el  nacimiento  de una fuerte amistad entre Diego y David, quienes se separan porque el artista gay sale de la isla en pos de otras metas.
No tiene Fresa y chocolate  un final edulcorado ni nada que se le parezca, solo una propuesta para que el público analice y tome una posición, porque sí  entre los antiguos romanos, griegos, chinos y egipcios la homosexualidad  era solo una manifestación más de la sexualidad  del ser humano, sin calificativos ni otra relevancia, las religiones judeocristianas y la era moderna hicieron cambiar tal situación, hasta castigar, censurar y prohibir tal expresión, por intermedio de la homofobia, que puede incluso llevar a la cárcel o a la muerte. En Cuba el odio ha disminuido porque incluso Fidel Castro admitió que su régimen se excedió y hasta una sobrina suya, Vilma Castro Espin, ahora es líder y defensora de los derechos de los LGTB.
El montaje venezolano que deja sin aliento al público por la veracidad de su representación, exalta el talento que como sobrio puestista y director de actores tiene Manrique y las notables condiciones que han desarrollado Rodríguez, Pérez y Hadaya. ¡Verlo es decir no a la homofobia!
Respetable trabajo artístico que ahora participa en el Tercer Festival de Teatro de Caracas, organizado por Fundarte, el 17 y el 18 de abril, a las 5PM, en el teatro Municipal, para así llegar a más espectadores venezolanos con su oportuno mensaje antihomofóbico y contra todas  las discriminaciones. 
CODA
Hay que recordar al público venezolano que aunque la homofobia está prohibida en Venezuela, según la Carta Magna de 1999, esa enfermedad esta tan enraizada en que la sociedad venezolana, que se pasaran muchas generaciones hasta que el respeto hacia los demás sea norma de vida y para la educación, y en especial las artes, son las herramientas.
Y es por  todo eso que Manrique y el GA 80 han escenificado Fresa y chocolate. Ellos creen y manifiestan que “la razón fundamental  para montar esta obra es que en la sumatoria de todas las voluntades estará la solución de nuestros problemas como sociedad, en Fresa y chocolate se ejemplifica como la marginación en cualquiera de sus estados sólo lleva a la fractura íntima y pública del hombre y esas fracturas y desarraigos llevan al empobrecimiento de las personas”.  Y reiteran que “el amor es una fuerza modificadora. Creemos  que si hay algo que le está haciendo falta a nuestra sociedad es el respeto a la vida, a las ideas de los demás, porque nos enriquecen”.

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