"Fresa y chocolate" no es venezolana pero el montaje del GA80 la nacionalizó. |
Culminó la fiesta de 16 días del
Tercer Festival de Teatro de Caracas. Espléndido evento que exalta a los
artistas y al laborioso equipo de Fundarte, quienes trabajaron para no menos de
150 mil espectadores. Hay varios análisis que se desprenden del FTC pero queremos hacer hincapié en las
piezas de Román Chalbaud, Gustavo Ott,
Karin Valecillos y Elio Palencia, las cuales deberían ser programadas
para más exhibiciones en el Circuito Teatral.
Chalbaud estrenó Bingo, comedia sobre un quinteto de personajes de la tercera edad y
sus libidinosas maneras para sobrevivir a las angustias del tiempo y la muerte.
Una lección depurada de óptima dramaturgia y hermosa y lúdica visión del autor sobre esa
etapa de la vida para la cual nadie se
prepara.
Ott con Lirica, lanzada en la
temporada 2011, dramatiza hechos
ocurridos durante el 2006 en una escuela del suroeste caraqueño, entre dos
niños de nueve años. Aborda los temas del odio, la venganza y el perdón y
los imbrica con la poesía, la música y el amor. Las armas nobles de la
utopía humanista contra la irracionalidad del poder y los extremismos
ideológicos. Utopía que predica el cultivo de la sensibilidad humana a partir
de las artes e incluso el amor o la amistad para lograr ese mundo en el cual
soñamos todos los seres humanos sensatos.
Valecillos con Jazmines en el Lídice, desde el 2012, solicita paz y una sincera reconciliación entre los
venezolanos que demuestren firme voluntad de luchar para impedir más muertes y
que convenza a todos del final de agresiones
que amargan la cotidianidad de esta Tierra de Gracia, las cuales diezman a la
juventud y arremeten contra la sociedad en general. Es una manera dramática, pulcra,
sensible y altamente creativa, de acercarse desde lo humano al universo de esas
venezolanas que perdieron a sus hijos y cuyas sus historias son punto
de partida para recuperarnos como sociedad. Es también un hermoso homenaje a
las mamas que se yerguen y prosiguen luchando por la vida.
Palencia, en el 2012, con Tierra Santa atrapa por la sencillez de su anécdota cómica
y la naturalidad de sus criollos personajes, soñadores por los cuatro costados,
aunque semicontrolados por celulares y televisión escapista y alienante. ¿Otro
sainete con ribetes dramáticos en medio de nostalgias propias de la vida semi
rural que ha sido desplazada por la civilización urbana, pero sin perder el
léxico y otras conductas? No está muy lejos el autor de un costumbrismo
contemporáneo y va más allá: aborda ese limbo social donde moran millones de
hombres y mujeres de edad madura, mientras las nuevas generaciones luchan por
emerger, instalándose en las ciudades grandes para lograr un trabajo, mientras
las mujeres, que también migran, deciden entregarse a la reproducción, además de estudios universitarios
o técnicos a su alcance. ¡Pueblo de trabajadores!
¡Nadie puede negar que el teatro criollo está de frente a la realidad
que vivimos y como prueba estas cuatro piezas!
Y por que esta una foto de Fresa y chocolate encabezando esta publicación, si habla sobre las obras venezolanas?
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