sábado, abril 26, 2014

Cuatro teatros para la historia criolla

"Fresa y chocolate" no es venezolana pero el  montaje del  GA80  la nacionalizó.
Culminó la fiesta de 16 días del Tercer Festival de Teatro de Caracas. Espléndido evento que exalta a los artistas y al laborioso equipo de Fundarte, quienes trabajaron para no menos de 150 mil espectadores. Hay varios análisis que se desprenden  del FTC pero queremos hacer hincapié en las piezas de Román Chalbaud, Gustavo Ott,  Karin Valecillos y Elio Palencia, las cuales deberían ser programadas para más exhibiciones en el Circuito Teatral.
Chalbaud estrenó Bingo, comedia sobre un quinteto de personajes de la tercera edad y sus libidinosas maneras para sobrevivir a las angustias del tiempo y la muerte. Una lección depurada de óptima dramaturgia y  hermosa y lúdica visión del autor sobre esa etapa de la  vida para la cual nadie se prepara.
Ott con Lirica, lanzada en la temporada 2011, dramatiza hechos ocurridos durante el 2006 en una escuela del suroeste caraqueño, entre dos niños de nueve años. Aborda los temas del odio, la venganza y el perdón  y los imbrica  con la poesía, la música y el amor. Las armas nobles de la utopía humanista contra la irracionalidad del poder y los extremismos ideológicos. Utopía que predica el cultivo de la sensibilidad humana a partir de las artes e incluso el amor o la amistad para lograr ese mundo en el cual soñamos todos los seres humanos sensatos.
Valecillos con Jazmines en el Lídice, desde el 2012, solicita  paz y una sincera reconciliación entre los venezolanos que demuestren firme voluntad de luchar para impedir más muertes y que convenza a todos del final  de agresiones que amargan la cotidianidad de esta Tierra de Gracia, las cuales diezman a la juventud y arremeten contra la sociedad en general. Es una manera dramática, pulcra, sensible y altamente creativa, de acercarse desde lo humano al universo de esas venezolanas que perdieron a sus hijos y cuyas sus historias son punto de partida para recuperarnos como sociedad. Es también un hermoso homenaje a las mamas que se yerguen y prosiguen luchando por la vida.
Palencia, en el 2012,  con Tierra Santa atrapa por la sencillez de su anécdota cómica y la naturalidad de sus criollos personajes, soñadores por los cuatro costados, aunque semicontrolados por celulares y televisión escapista y alienante. ¿Otro sainete con ribetes dramáticos en medio de nostalgias propias de la vida semi rural que ha sido desplazada por la civilización urbana, pero sin perder el léxico y otras conductas? No está muy lejos el autor de un costumbrismo contemporáneo y va más allá: aborda ese limbo social donde moran millones de hombres y mujeres de edad madura, mientras las nuevas generaciones luchan por emerger, instalándose en las ciudades grandes para lograr un trabajo, mientras las mujeres, que también migran, deciden entregarse a la reproducción,  además  de  estudios universitarios o técnicos a su alcance. ¡Pueblo de trabajadores!
 ¡Nadie puede negar que el teatro criollo está de frente a la realidad que vivimos y como prueba estas cuatro piezas!


1 comentario:

  1. Y por que esta una foto de Fresa y chocolate encabezando esta publicación, si habla sobre las obras venezolanas?

    ResponderBorrar