sábado, junio 28, 2014

El silencio tiene memoria

Lo estrenaron en la UCAB y ahora lo muestran en Santa Fé
Por ahora seguirán presentándose en el Teatro Santa Fe los viernes y esperan viajar  a Miami durante el venidero octubre. Esos son los planes de Virginia Aponte y su AGOteatro, la veinteañera agrupación profesional de exalumnos de la Universidad Católica Andrés Bello, quienes insisten en mostrar un  espectáculo, bien actuado y de amargo rotulo  poético. Este Memoria  del silencio es vital e importante para el ahora de Venezuela y América entera, porque replantea un descarnado análisis desde la  razón, la sinrazón  y los sentimientos de las existencias de quienes viven o vivieron el proceso revolucionario de Cuba, iniciado aquel 1 de enero de 1959.
Memoria del silencio es el testimonio de las hermanas Lauri y Menchu, separadas por la revolución. Una, a los 18 años, va a Estados Unidos para seguir a su amado Robertico, y la otra se queda en La Habana por estar con su adorado Lázaro. Después de 40 años, cuando ya no tienen a sus caballeros,  se  reúnen y materializan sus historias vividas desde experiencias tan distintas que podrían parecer irreconciliables. Tal reencuentro les permite soltar fantasmas  creados durante cuatro décadas de silencios y martirios, y es así cuando se preguntan si conocieron la felicidad, o si todos fueron sueños o espejismos fugaces. Y cuando despiertan  deben proseguir su ruta hacia la salida, tras admitir que fue engaño o equivocación, pero al menos vivieron y conocieron ramalazos del amor. ¡Existencialismo a la cubana!
Memorias del silencio es una estrujante versión, adelantada por Virginia, de la novela homónima de  Uva de Aragón sobre hechos que ella vivió y sufrió, quien además la puso en escena para que la encarnaran Soraya Siverio, Lucrecia Baldasarre, Carlos Domínguez y Unai Amenabar, todos patéticamente entregados a sus pensados y sentidos roles humanos.
Hacía muchos años que no veíamos correr lágrimas de verdad ni contemplábamos el húmedo sudor de cuatro seres, empeñados  en enseñar con sus personajes dos amargas historias de soledades y desatinos, donde la realidad solo se recupera en pocos momentos: cuando devoran sendos helados de chocolate en platillos metálicos, o bailan los cálidos ritmos cubanos.

Con Memorias del silencio continúa Virginia Aponte suscitando y proponiendo urgentes reflexiones sobre temas trascendentales para la comunidad caraqueña, como son la necesidad del encuentro y el afecto. Ninguna otra artista adelanta tal proeza y Venezuela se dará cuenta de tan valiosa acción cultural cuando sus artífices se marchen a otros destinos. Ella (llegó de La Habana hace unos 50 años) no se muda ni deserta todavía. Y menos ahora que ha producido y exhibido este espectáculo, que no es exaltación ni anatema, sino dolorosos y lacrimógenos testimonios de dos hembras que se descubren abusadas y solitarias. Hay millones de féminas quienes  se preguntan el por qué y el para qué de tantos desatinos con  ellas y sus familias por ideologías que aún son irreconciliables.

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