sábado, julio 19, 2014

Carlos Márquez en su teatral despedida

El director Ibrahim Guerra y el primer actor Carlos Márquez en el camerino de Unearte.
Arrancó la despedida  del primer actor Carlos Márquez (Guanoco, 19 de abril de 1926) con su hermoso e instructivo monólogo Inolvidable, escrito por José Gabriel Núñez a partir de la biografía Lo que me tocó vivir del comediante, desde aquel 20 septiembre de 2013, en la sala de conciertos de Unearte.
Marquez decidió retirarse de las artes escénicas, como expresó  el año pasado, porque “a los 87 ya no se está para actuar, sino para esperar la muerte en la tranquilidad del hogar”. Por eso su espectáculo avanza desde Guanoco a la eternidad de la cultura criolla, haciendo escala a lo largo de 70 años en numerosos escenarios, sets y platós de Caracas donde hizo su vida artística.
Exaltamos la decisión de Márquez para su original despedida - se escenificó durante dos fines de semana en Unearte y desde entonces lo ha mostrado 16 veces más en otros escenarios, como ocurrió la semana pasada en el teatro Principal- la cual aplaudimos a rabiar por la honestidad de tal acto celebratorio, logrado  gracias al afecto, la paciencia y la creatividad  que aplicaron el dramaturgo Núñez (consumió 18 meses en la redacción del guión) y el director Ibrahim Guerra.
Ellos hicieron que Inolvidable no fuese únicamente un revisión existencial  del artista, sino que diese valiosa información sobre varias décadas de los avatares del teatro y una excelente demostración de las  dotes histriónicas que él conserva.
El histrión le contó a  Núñez varias facetas de su vida y este estructuró el unipersonal, con apoyatura musical en vivo de Tony Monserrat. Lo obtenido  es una deliciosa recreación, a partir del monólogo El canto del cisne (1886) de Antón Chejov, enriquecido con anécdotas del artista, como sus desencantos por los personajes que anheló hacer y nunca se los dieron, como aquellos legendarios príncipes Hamlet y Segismundo, de  Shakespeare y Calderón, metas consagratorias para muchísimos  comediantes en etapa cruciales de sus profesiones.
Tal como lo plantea Chejov, Márquez encarna el anciano cómico Vasili Vasílievich que termina la función con la cual finaliza su carrera teatral y  se queda  viendo desde el escenario la sala vacía para iniciar un melancólico viaje a través de sus recuerdos.
Inolvidable es un gran tributo a la nostalgia que ha acompañado a este comediante, quien luchó denodadamente para llegar a ser lo que es: primera figura en el arte de la interpretación, la cual es la actividad más arraigada, genéticamente, en todo ser viviente, y más, si a este lo complementa el intelecto, tal es el caso de  Carlos Márquez.

Aristóteles pide en todo acto teatral un conflicto para la expiación de la audiencia y  Márquez lo obtiene con su  saga de amor, sus luchas y el amargo  final, tal como ocurrió con la pionera Juana Sujo, su  primera esposa, insigne actriz y productora del mejor teatro de arte de los 50 y 60. Desaparecen las risas y el silencio es elocuente, pero el público estalla minutos después cuando interpreta el tango Cuesta abajo y el bolero Inolvidable. ¡Cae el telón!

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