sábado, octubre 11, 2014

La escalera del festival interclubes de teatro

"La escalera de Jacob" en el Club Hebraica.
Hasta el domingo 19 de  octubre se  prolonga el XXII Festival de Teatro Interclubes Bejayd (Unidos) en homenaje a la promotora cultural Dita Cohen. No menos de 500 personas, con optimismo y alegría, hacen posible los montajes de los 11 elencos participantes; han planificado y producido sus variopintos espectáculos en varios escenarios caraqueños, empeñados en demostrar que mientras soñemos viviremos y podremos además construir  un futuro.  
Este evento, único en el medio teatral venezolano porque se realiza sin cesar desde hace 22 años, busca estimular el trabajo cultural en los clubes, así como promover los intercambios entre las agrupaciones, fomentar las relaciones con todo el medio teatral y finalmente premiar el trabajo artístico mostrado.
El montaje inaugural, La escalera de Jacob, producido por el Nuevo Grupo de  Hebraica, exhibido el pasado 5 de octubre, bajo la dirección de Johnny Gavlovski, fue aleccionadora cátedra con las sagas de la comunidad judía y sus peculiares enseñanzas para continuar la vida y así subir, paso a paso, la bíblica escalera  que Dios le ofreció a Jacob, para ascender al cielo  (Génesis,28,11-19/Juan 1:51).
Es por supuesto una prédica religiosa sobre el devenir del hombre y su  inevitable destino final para salvarse o condenarse. Ahí, una vez más, el pueblo de Dios asume su destino y lucha para no dejarse vencer jamás y ascender la escalera.
Un derroche de buen teatro de texto, por la correctísima comunión del director y autor escénico con sus actores discípulos, dentro de un sobrio ritual como pocas veces se percibe en otros escenarios capitalinos. Todos trabajaron, con finas maneras profesionales (buen ritmo, movimientos precisos y hermosas dicciones), además de las precisas caracterizaciones de Morella Biaggini de Lustgarden, Nissim Cojocaru, Irene Russo, Etty Mizrahi de Mattout, Jacques Biggio, Abraham Jalfón, Alegría Benzaquén de Rodríguez, Sasha Bograd Lamberti, Emma Schwarz, George Rotker y Anita Katz de Seeman.
 Todos hicieron posible la estrujante metáfora escénica  que se inicia con la visita de Rebeca (Morella) al  abandonado viejo bar de su abuelo (Nissim), para enfrentarse con los fantasmas de las historias familiares y tomando de ahí las enseñanzas de éstas para seguir adelante con su  vida hasta la etapa postrera.
Magnifico teatro didáctico como  varias veces le hemos visto a Gavlovski, infatigable y versátil teatrero que interpreta textos de Elie Wiesel (Hombres de Dios) sobre la escalera de Jacob y los cruza con fragmentos de No puedo imaginar el mañana, Háblame como la lluvia y déjame escuchar y La marquesa de Lankspur Lotion, obras de  Tennessee Williams. Ahí, los horrores del Holocausto, como Treblinka, y los valientes del bund recordaron a los venezolanos que la maldad humana persiste, como se materializó con los totalitarismos de la Segunda Guerra Mundial.
Y por supuesto que hay todo un equipo de productores y directores, como son Morella Biaggini de Lustgarden, Andrés Vásquez y Oscar Briceño Curiel, básicos y creativos para la calidad de este producto artístico  del Club Hebraica.

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