martes, enero 06, 2015

El mutis de Pedro Riera

Pedro Riera
Lo conocimos durante los años 70, en el histórico Teatro del Triángulo, frente a la plaza Tiuna, espacio donde debutaron dramaturgos de valía, como Gilberto Pinto y Rodolfo Santana. Ahora nos toca despedirlo en su mutis, ocurrido el pasado domingo 4 de enero. Era Pedro Riera  y tenía 73 años, de los cuales más de 50 dedicó a la promoción y difusión de la cultura venezolana, en especial el teatro y los títeres en Caracas y en las comunidades del estado Vargas.
Pedro,  revolucionario a toda prueba,  fue postulado por la Red Nacional de Teatro y Circo para los Premios Nacionales de Cultura mención Teatro 2012-2014. Dedicado al teatro, desde 1959, perteneció a la primera promoción de la Escuela Ramón Zapata,que aún funciona en Valencia, donde la base de su formación cultural, artística y teatral fue producto especial de Eduardo Moreno y de los maestros Luís Luksic (pintor, poeta y titiritero), Eulalio Toledo Tovar (pintor y muralista), Pedro León Castro (pintor y grabadista), Nina Socolova (maestra rusa de danza clásica), Alfredo Anzola (docente de Psicología), los titiriteros Alexis Antiques (Argentino) y Jaime González Portal (Peruano) y en especial de Cesar Rengifo (pintor y dramaturgo) quien con su amistad influyó en su formación.
Realizó actividades de docencia teatral y de educación secundaria, creatividad infantil, actor en teatro y cine, director teatral, dramaturgo, titiritero, articulista de temas culturales, escenógrafo, cineasta, promotor cultural y dirigente sindical.
Como actor, en los años 60 en Valencia, se recuerda su participación en la obra de Cliford Odets  Despierta y canta o recientemente en Caracas y en el Estado Vargas donde lo recuerdan en el monólogo  La semana de la Patria  de Néstor Caballero; así como también en los espectáculos  Vamos de cuentos  y en  Los cuentos de la abuela María.
Trabajó como docente en diversas escuelas  de teatro  y en liceos. Fue  director escénico de los grupos teatrales con la ACAT (Asociación Carabobeña de Arte Teatral), Pequeña Compañía de Teatro Venezolano,  Teatro La Huella, Teatro Tilingo, Teatro del Triángulo,  del cual fue su director general desde 1978, y el grupo infantil del Ateneo de Valencia.
Su inquietud social lo obligó a participar, conscientemente, como directivo en las instituciones UTIVE (Unión de Titiriteros de Venezuela), Centro Teatral La Guaira (La Guaira), INPREC. (Instituto de Previsión Trabajador Cultural y cinematográfico), Sindicato Profesional de Radio, Teatro, Cine, Televisión y Afines del Distrito Federal y Estado Miranda y la Coordinadora de Titiriteros de Caracas.
Como dramaturgo escribió 36 piezas,  entre comedias, dramas, sátiras, teatro para niños y títeres, donde se observa gran variedad de temas y formas, destacándose, en lo que él llamó teatro para adultos, piezas como El sueño de las tortugas,  la cual ha sido montada por más de 90 grupos, desde que fue escrita en 1961. Gran impacto causo su pieza PAM (Pobre Anciana Millonaria)  por la forma y contenido en 1964, y también con los textos La historia conocida y  La señora Rosa vive ahí, donde destaca su capacidad como dramaturgo al colocar en el escenario temas de la actualidad social venezolana.
La mayoría de su producción dramática está inédita, al igual que la mayoría de los dramaturgos venezolanos; sin embargo los grupos se las han arreglado para montar sus textos, en especial aquellas que están dirigidas tanto al público infantil como los de contenido político, como ha ocurrido con la pieza ecológica Hubo un árbol y  Vamos de cuentos, dirigida por Sylvia Mendoza.  
La dramaturgia de Pedro Riera, orientada al teatro como servicio social, presenta  conflictos, personajes y situaciones propios del entorno social donde convivió. Busca  propiciar la conciencia crítica del espectador con su sociedad, sin llevar sus propuestas escénicas, hacia el panfleto, la disertación filosófica o el recurso didáctico hacia lo social, ya que por su experiencia, como director escénico, le permitió tener presente el carácter estético de la creación artística, por lo que  uso, en algunas de sus obras, un lenguaje que puede considerarse poesía dramática. Amplió su creación hacia el teatro para niños y los títeres, apoyado en el concepto de que todos los temas del ser humano son aptos para ser disfrutados por el niño, con la única cualidad de escoger correctamente la forma en que se le presente, para divertir y formar.
Además, fue fundador y miembro de la Red Nacional de Teatro y Circo de Venezuela. Como promotor cultural y dirigente sindical, defendió y reivindicó la dramaturgia venezolana.
Por su prolífera obra, recibió varios premios de instituciones públicas y privadas. Entre ellos, una placa y reconocimiento público por la trayectoria y aportes al desarrollo del teatro venezolano en el XXVIII Festival Internacional de Oriente (2004).
Lo sobreviven su hijo Raúl y su  esposa Emma Soler.


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