Andy Pérez en su show teatral para el público de calle. |
A buena hora
reabrieron las salas teatrales de Unearte para las agrupaciones. Es por eso que
durante el último mes vimos tres espectáculos, los cuales, más allá de esmeradas y variopintas
estéticas, permitieron el lucimiento de nuevas generaciones actorales, esas
que, sino desertan o dan el salto de la talanquera, constituyen parte del
relevo de la primera treintena del azaroso siglo XXI, porque el teatro -el de
Caracas y las 24 regiones- no se ha detenido jamás.
Estado de Sitio (Albert
Camus) y Yo, Federico (Jan Thomas Rujano), dirigidos por
Dairo Piñeres, materializan el horror
del fascismo; y Lazarillo de Tormes, versión escénica de Somar Toro,
predica la necesaria viveza criolla para sobrevivir en un país que es reserva
para esta centuria. Estas depuradas producciones demuestran que sí hay gente
que trabaja bien y tiene aspiraciones y deseos de competir con calidad. El
público aplaudió sin mezquindades, porque logró la ansiada catarsis con sus
comediantes.
Este Lazarillo
de Tormes, ajustada versión de Cruz Noguera sobre la novela moralista de
autor anónimo, joya de la literatura española del Siglo de Oro, es la saga de
un humilde muchacho que crece y se salva de perecer por su habilidad con la
palabra y su inteligencia en bruto. No es más que una ardua carrera de
obstáculos para superar la pobreza,
derrotar el hambre y al final vencer a la soledad en aquellos tiempos de nobles y plebeyos en la península ibérica,
mientras aquí en América cazaban a los indígenas y los invasores trataban de conseguir el fantástico tesoro del dorado.
Felicitaciones para los actores Andy Pérez, Somar Toro y Yuzbely Añez por sus
correctas performances.
El teatro
criollo, en términos generales, avanza, con tropiezos, unas veces, y con los
inevitables hiatos negros por los mutis de creadores insustituibles. Pero sí
tiene suficientes artistas y escritores
y, por supuesto un acucioso público. Y hay hasta un tímido Estado y un
empresariado que invierten en su desarrollo, pese a las estúpidas
comparaciones que le hacen con las artes
de otras repúblicas.
Muy agradecido.
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