jueves, junio 16, 2016

Un Proyecto Laramie a la venezolana

Diana Volpe encabeza un elenco muy comprometido con el espectáculo.
En Venezuela y Estados Unidos se cometieron decenas de miles de crímenes de odio contra sus habitantes, a quienes se agredió o exterminó bien sea por su edad o sexo, identidad de género o religión, raza o etnia, nivel socioeconómico o nacionalidad, ideología o afiliación política, discapacidad u orientación sexual.
Mientras que en el año 2009 el gobierno estadounidense promulgó la Ley Matthew Shepard para castigar severamente a todos los crímenes de odio, actualmente los habitantes de Venezuela no tenemos estadísticas de esos delitos de odio ni tampoco hay leyes precisas que castiguen a tales criminales, aunque en el seno de la Carta Magna de 1999 está la semilla contra todas las discriminaciones habidas y por haber.
Y escribimos de los crímenes de odio en estos dos países, porque hace temporada en Caracas (La caja de fósforos) el montaje Proyecto Laramie, de Moisés Kaufman (Caracas, 1963), versión escénica de Orlando Arocha, la cual alude a una ejemplar investigación de campo que adelantó un grupo de teatro neoyorquino en la población de Laramie, Wyoming, donde fue asesinado Matthew Shepard, de 22 años, por ser gay, el 12 de octubre de 1998.
La agrupación Tectonic Theater Project (fundada por Kaufman y su socio Jeffrey Lahoste en Nueva York) escribió y estrenó en Manhattan The Laramie Proyect porque el asesinato de Mathew se había convertido en estupor y vergüenza para Estados Unidos. Ellos entrevistaron a la comunidad para comprender porqué a ese joven lo habían torturado y asesinado. A partir de esas conversaciones pergeñaron la obra, como  símbolo de la lucha contra la intolerancia y la discriminación hacia lesbianas, homosexuales, bisexuales y  transgénicos, la cual hasta ahora sido vista por más 200 millones de personas no solo en Estados Unidos, desde 2000, y dos años después se convirtió en película de HBO. Tiempo después vino la legislación para combatir a los crímenes de odio, pero los mismos no han desaparecido porque el problema es cultural y solo una profunda revolución en los hogares y en la sociedad entera eliminará esa plaga del género humano.
The Laramie Project vertido al castellano y trasformado en Proyecto Laramie se exhibe, hasta el próximo 10 de julio, gracias al Festival de Teatro Contemporáneo Estadounidense, bajo la severa y creativa dirección de Arocha y la cómplice y existencial entrega de 25 actores que materializan y dan sus voces a unos 70 personajes del pueblito de Laramie, que termina siendo metáfora de Estados Unidos o de toda ciudad o nación donde revienten los crímenes de odio.
El espectáculo Proyecto Laramie es, pues, un excelente trabajo de producción, logrado por la pasión que le pusieron todos los artistas ahí involucrados, ejemplar muestra que si hay talento venezolano para crear y lograr un montaje de calidad como pocas veces hemos visto en este siglo XXI, muestra de que se ha trabajado en función de una colectividad que cada vez más exige a sus artistas un faro o una guía para sobrevivir en los tiempos difíciles.
Proyecto Laramie es modelo de cómo investigar y escribir un teatro sacado de la misma vida de un pueblo, muestra del talento de Kaufman y de los venezolanos que ahora lo han mostrado.
Hay, por supuesto una producción muy cuidadosa y una utilización perfecta  de efectos visuales  y videos vitales para crear las atmosferas, especialmente en la etapa del juicio y el show mediático que se armó por la muerte de Matthew y el  juico de su asesinos, además  de un espacio escénico múltiple bien, concebido y bien ejecutado. Es, sin lugar a dudas, una de las mejores producciones de La Caja de Fósforos en sus dos años de labores.
Y del amplio y valiente elenco debemos decir que lo encabeza Diana Volpe y la secundan, correctamente, toda una generación de nuevos y jóvenes intérpretes, auténtico semillero para las temporadas venideras.
El estreno de este espectáculo ha coincidido, lamentablemente, con la masacre de Orlando, donde un disociado mato a 50 e hirió a otra cincuentena de personas que se divertían en una discoteca gay. No hay palabras para rechazar ese múltiple crimen de odio, que nos advierte como el teatro y la vida se nutren no solo de sagas literarias sino también de sangre joven, además.

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