jueves, agosto 25, 2016

El pez sigue fumando

Tremendo reto para Ibrahim Guerra
El quinto montaje de la obra El pez que fuma, de Román Chalbaud, con el cual se relanza a la Compañía Nacional de Teatro, bajo la dirección de Ibrahim Guerra, se realizará en el teatro Nacional, producido por el Centro Nacional de Teatro, que comanda Alfredo Caldera, a mediados del venidero mes de noviembre, en el Teatro Nacional.
TURBIOS AMORES
El pez que fuma es un próspero bar de copas y prostíbulo, o burdel, administrado por La Garza, quien confía en su amante de turno, Dimas, para que deposite las ganancias en el banco; pero este es un dilapidador del dinero ajeno y además la engaña con otras meretrices. Desde la cárcel, Tobías, ex amante de La Garza, conspira, y le manda un “Judas” (Juan), quien se encarga de emponzoñar todo y enamora a la patrona del burdel. Dimas no se deja sustituir tan fácilmente y mata, sin querer, a la codiciada dama; termina en la cárcel y deberá resolver su conflicto con Tobías. 
Ha dicho Chalbaud que “escribo mis obras a partir de los personajes que me invento, después los uno y nace toda la obra. Esos entes teatrales me dictan lo que quieren ser y así los presento. No intento explicar mis obras teatrales, ni tampoco mis películas, dejo que el público las vea, las digiera y saque sus propias conclusiones. Los prostíbulos son sitios donde, especialmente los hombres, se drenan pasiones y se trata de conseguir por horas ese amor que se sale no solo por la boca. Hay muchos sueños o anhelos que ahí se forjan o que naufragan. El poder y el amor son las dos grandes pasiones de los seres humanos y eso ahí está muy bien marcado o definido. Además, a todos nos atrae un burdel, porque en esos antros pasan muchísimas cosas. En estos tiempos hay otros sitios o espacios que han intentado sustituirlos, pero los lupanares siguen existiendo. El teatro es un espectáculo y los venezolanos son muy inteligentes y agarran todo lo que unos les dice y lo reitero yo que tengo más de medio siglo en estos avatares del teatro y el cine, además de la televisión”. 
CUATRO MONTAJES
El estreno de El pez que fuma se hizo para la temporada de El Nuevo Grupo, en el teatro Alberto de Paz y Mateos, en  1968, contó con un elenco maravilloso: Gloria Mirós sustituyó a Hilda Vera, quien después protagonizó la versión cinematográfica; trabajaron, entre otros, Herman Vallenilla, Rafael Briceño, José Ignacio Cabrujas, Humberto Buonocore,  Maira Chardiet,  José Luis Silva, Hercilia López, Rodolfo Parra, Nirma Prieto, Alexander Milic, Raúl Medina, William Moreno y debutó  José Salas, quien además diseñó el vestuario y la escenografía. “Yo la dirigí”, dijo Chalbaud.
Nunca más montó su burdel, pero sí dejó que otros lo hicieran: en 1994, Cabrujas lo escenificó en el teatro El Paraíso, y ahí trabajaron, por cierto, Mimí Lazo como La Garza y Luis Fernández era Juan, quienes hoy son asombrosos esposos y grandes trabajadores del teatro; en la temporada 2009, Dairo Piñeres lo montó, en la sala Rajatabla, para la graduación de los alumnos de Unearte. Y durante la temporada 2013, nada menos que en el teatro Trasnocho, lo mostró Elba Escobar. “Para mí son tres, de verdad, hasta ahora y el que firma Elba Escobar”.
CATIA Y NO LA GUAIRA
Chalbaud, para que la historia teatral sea clara, comenta que nunca visitó ni tampoco sabía la historia del prostíbulo venezolano “El pez que fuma”. Supo que había existido y hasta tomó notas de algunos detalles sobre sus administradores y el tipo de clientela que tenía, porque un taxista, negro  y anciano, se lo contó durante una noche del año 1953, tras llevarlo a la plaza Sucre para que se reuniera con sus compañeros de trabajo de la Televisora Nacional, en el bar “El canario”. Gobernaba el general Marcos Pérez Jiménez y la Seguridad Nacional, policía política del régimen, hacia honor al nombre, al menos en Caracas. Ese lupanar, que nunca vio, pero que se lo describieron o pintaron con muchos detalles, funcionó en las inmediaciones de la plaza Sucre y fue muy famoso durante la dictadura del general Juan Vicente Gómez. Le gustó su nombre, resultaba absurdo, poético y visto ahora hasta resulta garciamarquiano por ese realismo mágico que evoca: un pez fumador o fumón. Pero fue 15 años después, de tal revelación en Catia, que terminó y estrenó su obra, a la cual bautizó El pez que fuma, porque además transcurre en un burdel. Comentó que el original burdel “El pez que fuma”  no estaba en La Guaira, existió en Catia, y dejó huellas o secuelas; en las inmediaciones de La Guaira sí existía otra mancebía famosa, “La Pedrera”, “donde rodaron la versión cinematográfica de El pez que fuma, hacia 1976 y 1977. “Nuestro público tiende a confundir la realidad con el cine, eso hasta es bueno a veces. Supe, años después, que en Francia hubo, o todavía existe, un burdel llamado El pez que fuma, en francés por supuesto”, dijo.


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