jueves, agosto 04, 2016

Volvieron "Niños lindos"

El espectáculo, con cambios actorales, ha madurado.
Durante la temporada teatral 2014 se pudo conocer al periodista y escritor Fernando Azpúrua (Caracas, 1990), gracias a su ópera prima Niños lindos, la cual mereció el Premio de Dramaturgia Isaac Chocrón y además fue bien escenificada en La Caja de Fósforos, conducida por Rossana Hernández y con las pulcras actuaciones de José Manuel Suárez, Héctor Zerpa y Teo Gutiérrez, y la participación del cantante Víctor Valdez.
Aquel fue un impactante espectáculo moralista que culminó derramando la sangre no del victimario sino no de la víctima: un hombre enamorado de su violador, quien lo cambió por otros, sin mayores explicaciones. Una historia de homosexualismo criollo en un núcleo familiar, donde el primo mayor seduce al menor, se hace público el abuso, viene la huida, pero más temprano que tarde estallan los reclamos amorosos y se desencadena la tragedia con el suicido del violentado y a su vez frustrado enamorado.
 Niños lindos demostró, pues, la audaz y moralista visión de un venezolano que pide respeto hacia la inocencia y exige actitudes racionales en las diversas conductas sexuales para no dañar a los demás. Plasma en su discurso escénico el desenfadado comportamiento gay para resolver sus pulsiones eróticas y advierte o subraya como la Internet es la gran Celestina de este siglo, aunque es también la más gran biblioteca que la humanidad nunca jamás soñó. No dicta pautas ni propone cartillas, solo que hay cuidarse del amor, pero nunca olvidarse de tal pulsión, para no complicarse la existencia, aunque la pasión romántica es incontrolable y avasalladora. Y tiene un desenlace amargo porque la realidad es más dura que la ficción.
Este apasionado y comprometido trio actoral hizo de Niños Lindos un montaje muy humano por la ingenuidad de las relaciones amorosas nacidas espontáneamente y no por intereses crematísticos, aunque sí dejó un amargo sabor de sangre en la boca, porque Julio (Suárez) se mata por “el canalla” de David (Gutiérrez), mientras que Zerpa logra a Martín, el erótico gay prototipo. La directora se atrevió a usar un espacio no convencional, para recrear el mínimo apartamento donde se desarrolla la singular tragedia, y además logró atmosferas básicas y cuidó de   tiempos y   exigencias actorales satisfactoriamente. Así, pues, debutó Azpúrua con un codiciado galardón y un satisfactorio montaje.
A dos años de esa positiva irrupción que lo lanzó a una sólida carrera profesional, Azpúrua aceptó la reposición de su obra, con la misma dirección de Rossana, pero con Luis Mayer en el rol del disoluto Martín y la participación del vocalista Eduardo Daza. Suárez y Gutiérrez repitieron en sus roles. Una producción de Deus ex Machina que hace temporada en el espacio Plural del Trasnocho Cultural.
Volver a ver el montaje 2016 de Niños lindos nos ha permitido comprobar fehacientemente que Azpúrua es un dramaturgo, ya que el tiempo ha sido la prueba de la solidez de su escritura y de la seriedad con que se ha tomado su oficio. Todo un artista comprometido con lo que piensa, siente y transmite, a sus 26 años.
Esta reposición es mucho más rápida o veloz que el anterior trabajo artístico, los comediantes están más comprometidos y seguros con sus personajes, e incluso la dimensión de la tragedia es más obvia y hasta más palpable, porque el desamor como la homofobia siguen matando   o destruyendo las ganas de vivir que deben tener todos los seres humanos y mucho más cuando se es joven y se vive en Venezuela, porque la pieza incluso ahora es más caraqueña o contemporizada
El cambio del espacio escénico, que en La Caja de Fósforos era muy reducido, en el Trasnocho Cultural luce más generoso, hay mejor iluminación y la sonorización adecuada. Son detalles de calidad de producción que deben atrapar y estremecer a los espectadores interesados en degustar a uno de los mejores montajes de la temporada del 2014.

A manera de colofón, reitero que entre Edipo y David  o entre Sófocles y Fernando hay una distancia de más de  cuatro mil años, pero tanto los entes teatrales y sus creadores están unidos por las más antiguas pautas  moralistas  de la cultura occidental, especialmente esas que advierten que se pagará, incluso con la vida,  todo aquello que atente contra la inocencia de la niñez y quienes profanen o irrespeten los sagrados fueros de la hospitalidad, amistad y  pureza, esos que reclaman respeto  y pulcritud en las relaciones básicas de la sociedad.

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