jueves, diciembre 15, 2016

El pez que fuma llega al TTC

Excelente ensayo del pasado viernes en el TTC.
Por quinta vez, en 49 años, hará temporada el espectáculo teatral El pez que fuma, basado en la obra original de Román Chalbaud. En esta ocasión, Alfredo Caldera la produce para la Compañía Nacional de Teatro y la autoría escénica es de Ibrahim Guerra. En términos gastronómicos, ya que el buen teatro es alimento para el alma del espectador, podemos decir que ese pabellón criollo está en su punto, solo faltan la mesa, el mantel y los cubiertos, porque los comensales únicamente esperan la dirección del restaurante donde podrán consumir tan magnifico plato venezolano y un dulce de lechosa como postre, además un jarra de papelón con limón, todo eso después de las seis de la tarde.
¿Dónde se exhibirá el acabado montaje de El pez que fuma? Inicialmente era para el teatro Nacional, pero la muerte y el duelo de Fidel Castro, además del monumental evento Suena Caracas, alteraron dicho calendario y ahora se  muestra en el sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreñ,del 17 al 19 de febrero.Va al Teatro de la Opera de Maracay y retorna al Teatro Nacional de Caracas.
 Mientras se hacen los ultimos ajustes para este histórico estreno, conviene recordar que este montaje trascurre en un burdel venezolano, de los años 60 del siglo XX, y ahí, como dice su autor, está los personajes que él inventó, quienes le dictan lo que quieren ser y así los presenta. No intentó jamás explicar sus obras teatrales, ni tampoco sus películas, dejó que el público las digiera y saque sus propias conclusiones. Los prostíbulos son sitios donde, especialmente los hombres, drenan pasiones y tratan de conseguir por horas ese amor que se sale no solo por la boca. Hay muchos sueños o anhelos que ahí se forjan o que naufragan. El poder y el amor son las dos grandes pasiones de los seres humanos y eso ahí está muy bien marcado o definido. Son el alfa y el omega del ser venezolano o quizás del ser básico de este irredento continente que tiene prestado hasta su nombre.
“El teatro es un espectáculo y los venezolanos son muy inteligentes y agarran todo lo que unos les dice y lo reitero yo que tengo más de medio siglo en estos avatares del teatro y el cine, además de la televisión”, ha dicho Chalbaud y lo recordamos aquí. 
 El pez que fuma es, pues, un bar de copas y prostíbulo, o burdel o lupanar, administrado por La Garza, quien confía en su amante de turno, Dimas, para que deposite las ganancias en el banco; pero este es un dilapidador del dinero ajeno y además la engaña con otras meretrices. Desde la cárcel, Tobías, ex amante de La Garza, conspira, y le manda a Juan quien se encarga de emponzoñar todo y enamorar a la patrona del burdel. Dimas no se deja cambiar tan fácilmente y mata, sin querer, a la codiciada dama; termina en la cárcel y deberá resolver así su conflicto con Tobías. Una ópera tropical con música popular latinoamericana.
MONTAJE 2017
El director Ibrahim Guerra advierte que la obra ocurre en 1968 y no sabe si por estrategia o por picardía dramatúrgica, específicamente, el 10 de octubre, día del nacimiento de Chalbaud, en Mérida de 1931. Esto demarca un contexto histórico, y, desde luego, social. Pero la obra no habla ni se recrea en la historia patria. Se desarrolla dentro de su propia circunstancia argumental. Esa época, siendo la obra estrictamente venezolana, se desenvuelve dentro de un país resplandeciente por el brillo petrolero, que vivía en la abundancia, en el derroche. Es significativo que a una de las paredes del burdel le hayan crecido hongos. “Yo la tapo en el montaje con un cuadro de un campo petrolero, que vende un vendedor de baratijas”, advierte Guerra. Este y otros detalles hablan claramente de que se trata de una casa gastada y marginal, en medio de ese mundo de oropel. Sus personajes no están dentro de esa mecánica oficial, enriquecida, que caracteriza el medio social que los circunscribe. Están marginados, por lo que no es difícil suponer que posean sus propias formas de vida. Conforman una especie de estado paralelo, que tiene leyes y normas, y en el que la economía se rige por las cifras escritas en papelitos en los que se anotan los consumos de los clientes del burdel. La Garza, la dueña, los contabiliza y administra. No es una economía formal, es un parasistema administrativo propio, en el que está prohibido que las putas firmen vales, pero, que, se hacen, para extraer a escondidas de la dueña, dinero de la caja registradora, valga decir, de las arcas del burdel, dice Guerra.
LO VISTO
Gracias al director Guerra hay muchísimos detalles en la pieza para que pueda pensarse que se trata de una recreación firme de una situación país. Puedo destacar el tráfico de influencias, el ejercicio del poder a través del sexo, las turbias relaciones y los tratos sobre colchones desvencijados y manchados de sangre seca. Todos podrían identificar a un pais que luce corrompido, sin historia. En este sentido, si se puede decir que la obra marca su momento histórico. ¿Superado? No lo sabemos, ni tampoco le corresponde a obra, ni a mí ni al director, determinarlo. Ella marca ese momento, y hay que asumirlo con propiedad vivencial, y calidad de testigo de excepción. Pero, tal vez esa no sea esta la intención de la obra, sino, simplemente, contar “lo que ocurre en un burdel, con putas de vaginas frágiles y corazones ardientes que lo habitan”. Pienso, desde lo personal, que el país sigue funcionando con los mismos mecanismos de la desvergüenza, porque, no creo que sea un asunto de época, ni de política, buena o mala, sino de cultura, de forma de ser. Por eso lo comparamos con un pabellón criollo no solo por sus significativos placeres sino por    la huella de una cultura barroca, de una forma de hacer las cosas. A 50 años de haber sido escrita, parecer que acabara de salir de la computadora o la cocina de Chalbaud.
El montaje de Guerra no es atemporal. Hay especial hincapié en acentuar los elementos de época, tanto del texto, como en algunos de caracterización.  Se mantiene fiel a la época tratada, porque cree que la Venezuela de hoy en día, para bien o para mal, es otra completamente distinta a la del año 68. Venezuela cambió a raíz de Chávez. “Eso es un hecho indiscutible, pero, tal vez, el deseo consumista siga siendo el mismo, aunque no ejercido de la misma manera, y por la misma gente, o clase social de antes. Ahí está la vigencia universal y eterna de la pieza. Muestra un universo que está latente en todos los venezolanos y que muchos añoran, y que, de hecho, es la que el mundo conoce cuando describe a Venezuela como el país más rico del mundo, ahora empobrecido.  Muchos de estos aspectos aún persisten en nuestra esencia anímica, en nuestra mentalidad venezolana, y seguirán existiendo mientras sigamos añorando la riqueza y el resplandor ardiente de los fuegos infernales y efímeros que generan los pozos petroleros. Mientras sigamos atados a ellos, tanto en lo financiero como en lo mental, seguiremos prostituyendo nuestras ilusiones, porque nos alienta el dinero y no la producción” lo dice Guerra y yo lo refrendo,
El espectáculo en sí, es monumental, gracias además al trabajo del escenógrafo Armando Zullo y la dinámica de los personajes y su composición. Sobre todo ese conglomerado habrá que escribir cuando se haga el estreno oficial. Mientras tanto esperamos volver a  ver y disfrutar de aquellos maravillosos personajes y sus intérpretes:  La Garza (Francis Rueda),  Tobías (Ludwig Pineda), La Argentina (Aura Rivas), El Profesor (Luis Domingo González), Dimas (Jesús Hernández), Robín (Francisco Aguana), Juan (Larry Castellanos), Marlene (Juliana Cuervos), Ganzúa (Citlalli Godoy), Batman (Keudy López),Bagre (Andy Pérez), Jacinto (Jean Manuel Pérez), La colombiana (María Alejandra Tellis),Selva María (Marcela Lunar) y  Muñeco (Ángel Pelay).



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