miércoles, enero 04, 2017

NUEVA OBRA DE GUSTAVO OTT La brutalidad es premiada en Chicago

Gustavo Ott, a sus 54 años, sigue ganado premios teatrales 
El abuso del poder y el terror sobre las sociedades es la temática de Brutality, nueva obra de Gustavo Ott (Caracas, 14 de enero de 1963), con la cual recientemente ganó el Concurso de Dramaturgia Hispana de Aguijón Theater Company y el Instituto Cervantes de Chicago. Sobre ese texto y otros aspectos de su trabajo creativo lo hemos entrevistado.
Brutality, ¿qué aborda?
Explora la relación entre la humillación personal o colectiva con el abuso de poder y el terror. Siete personajes actuales se articulan a través de actos de violencia, pero su experiencia va disminuyendo con la rutina de la reacción: la noticia, la respuesta oficial, los expertos y el inevitable fin del ciclo mediático.
 Háblenos sobre esa humillación.
El proyecto investiga sobre la humillación que el más fuerte o privilegiado impone al débil y excluido. ¿No será que este desprecio sistematizado apunta al inicio de una Era de la Radicalización? 
 ¿Lo apunta?
Todo indica que sí. Una era de la Radicalización y del Resentimiento.
 Le llama Proyecto, ¿por qué?
Brutality pertenece a un proyecto que abarca otros dos espectáculos conectados. Se trata de tres piezas continuadas sobre la experiencia de siete personajes del primer capítulo que a su vez se relacionan con otros cinco de la segunda obra y estos cinco con seis de la tercera pieza. Un personaje pequeño de la primera pieza, por ejemplo, pasa a ser el principal en la segunda. Las tres obras podrían representarse en una sola tanda o por separado.
 ¿Y eso está listo?
No, para nada. Sólo la primera, Brutality. Haremos una lectura el 27 de marzo en Chicago, lo que ayudará a pulirla. Mientras tanto sigo trabajando en las otras dos piezas que faltan. Suena sencillo pero no lo es, créeme.
 ¿Cómo lo está realizando?
Entrevistas, investigación y desplazamientos: es decir, periodismo puro, pero llevado al teatro.
 ¿Queda algún tema en el tintero o en la computadora que no haya abordado? 
La realidad siempre genera ideas. Pero lo más complicado para mí es el tratamiento del contexto, que intento ubicarlo en un plano simbólico, buscando una mitología mayor, construyendo además formas con complejidad y contradicciones. Lo más importante son los personajes, claro, sumergidos en ritmos compuestos, que disparan sobre todos los aspectos. A mis alumnos les recuerdo que uno debe intentar entrar en la vida interior de otras personas como si fuera la vida interior de la sociedad, con toda la riqueza de gradaciones; penetrar en la mente de una persona o una familia, y en seis líneas entrar en otra y con todas ahondar también en tu época.
 ¿Cuál es su método de trabajo para materializar una obra?
Disciplina y paciencia. Una obra de 70 páginas leíbles me lleva un año y unas 450 páginas de basura en el Tras de la Mac. Aunque de Picasso aprendí que el rojo que sobra del zapato es el mismo rojo de los labios de las Señoritas de Avignon, al final nada es destruido. Escribo mucho, eso sí, todos los días, de lunes a viernes. Aunque no siempre es escribir; hay mucho de corregir, repasar, releer. Lo que sea, como sea, pero siempre a la misma hora y todos los días. Disciplina y paciencia.
 ¿Y los concursos?
Para mí, el concurso no solo forma parte de la profesión, sino que se ha convertido en parte de la obra también. Brutality, por ejemplo, la terminé casi en la fecha límite de envío al premio de Chicago. Sin esa fecha tope, de entrega, probablemente aún estaría haciéndole correcciones. Los concursos me ayudan a establecer períodos de trabajo. Ganar o perder pasa a ser un beneficio agradecido o una contrariedad periférica, frente a la obra terminada. Porque antes que los reconocimientos, las puestas en escena, las opiniones políticas, declaraciones, escritos teóricos o estallidos de cólera, lo único que nos define es la obra.
¿Hay una velocidad mayor de escritura que de producción escénica? ¿Eso le preocupa?
Claro que sí. Se trata de una de las preocupaciones más peligrosas en el creador: que lo que escriba no tenga salida. Los tiempos de producción son pesados, y esa lentitud afecta al escritor, lo desanima, lo enceguece y a veces lo obliga a tomar decisiones fatales, como acelerar los procesos o desistir de lo complejo, único e importante por lo fácil, repetido y banal. Escribir sin consecuencias te paraliza y puede acabar con la vocación porque hay quien decide escribir porque tiene historias que contar, quiere ser escritor, tiene fe en el poder de la literatura. Pero hay otros que escriben porque no pueden dejar de hacerlo. Me refiero a esos que tienen un deseo incontrolable y que su decisión es más consecuencia de una enfermedad, como si se tratara de una adicción mortal. Si no escribes, no pueden funcionar en la vida diaria, y son dependientes de ese estimulante. A estos, lo que suceda con su obra una vez terminada, no les afecta tanto porque lo que les motiva a vivir es su adicción, su obsesión por las palabras. Y cuando andan por la calle no están interactuado con otros, ni experimentando sensaciones, en las redes no tienen perfil social, más bien van por ahí como zombies, viendo únicamente jeroglíficos vivos en todo. Yo, ahora lo sé, formo parte de estos últimos: los adictos, los enfermos.
¿En qué idioma la escribió? ¿Cuántas obras ?
La escribí en español. Vivo en Washington DC, hacia Alexandria, ¿recuerdas? Y sigo haciendo cosas con EL Teatro Hispano Gala de Washington. No sé cuántas obras llevo, seguramente demasiadas, creo que 45.



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