jueves, julio 20, 2017

Nuestras troyanas son metáfora americana

La CNT se puso al día con el teatro clásico,ya era hora.
El teatro es un espacio conceptual y real perfecto para soñar, viajar y experimentar nuevas y mejores emociones y fomentar pensamientos. Fue creado para criticar, analizar o proponer reflexiones sobre situaciones que atañen a la sociedad o a las comunidades, en lo general o en lo particular. Por eso y para eso lo inventaron los griegos hace varios miles de años; a partir de sus poetas o dramaturgos y con sus actores dramatizaron y llevaron mensajes llenos de sentimientos y cargas emocionales ante sus audiencias, como ocurrió y todavía sucede al cabo de dos mil largos años, no solo en la vieja Grecia sino en el mundo entero.
¿Qué pasa con el teatro en Venezuela al promediar los primeros 17 años de este siglo XXI? Pululan respuestas, porque sus artistas se encargaron de hacerlo y analizarlo, pero las mismas deberían ser llevadas ante foros de discusión, precisamente en estos tiempos de plebiscitos y asambleas constituyentes, para asumirlas y proponer desde ahí precisas leyes u ordenanzas necesarias para financiar su desarrollo y sacarlo así de su atraso. El teatro criollo necesita de una ley para su libertad y que no dependa de las hormonas de los gobiernos de turno.
No debemos olvidar que un pais sin teatro es un pais sin alma, o, como enseña Federico García Lorca, el teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso. ¿Cómo está el teatro de nuestra cara Venezuela? ¿Avanza o se ha comercializado en el peor de sus significados o los venezolanos esperan todavía que sus dramaturgos les marquen los caminos? ¿Cuantos Chalbauds, Cabrujas, Santanas, y Chocrones vienen en camino u otros talentos están esperando turno para saltar a los escenarios?
POSVERDADES TEATRALES
 Mientras se escuchan preguntas y respuestas, al tiempo que los colectivos teatrales, oficiales o privados, asumen sus compromisos, hay que subrayar que no es frecuente en las temporadas teatrales caraqueñas la presentación de selectos textos del teatro clásico griego. Los más pesimistas afirman que no hay elencos ni directores, ni tampoco recursos económicos. Esto, por supuesto, es una posverdad.
Hay artistas y los aportes financieros necesarios, algunos provenientes del sector privado, embajadas foráneas o el mismo presupuesto nacional. Y para eso está la Compañía Nacional de Teatro (1984), institución del Estado venezolano creada para aupar el desarrollo actoral y dramatúrgico, la cual ahora presenta el espectáculo Troyanas nuestras, basado en cuatro tragedias griegas y creado por Costa Palamides. No es la primera vez que la CNT se atreve a escenificar un texto griego; durante la temporada de 1996 mostró la comedia Lisistrata, de Aristófanes (Atenas, 450 a.C. / 385 a.C), dirigida por Orlando Arocha, fantástica poetización de la primera rebelión sexual de los mujeres contra sus maridos los guerreros atenientes y destinada lograr sino la paz definitiva al menos la racionalización de la guerra.
VERSIÓN AMERICANA
A 21 años de ese montaje las mujeres vuelven a ser las heroínas o el pretexto para reflexionar sobre las necesidades de un continente y se lo debemos a Costa Palamides.
Ahora en ocasión del estreno de Troyanas nuestras debemos advertir que se trata de un ambicioso trabajo de versión escénica adelantado a partir de las tragedias Troyanas y Hécuba de Eurípides (Salamina, 484-480 a. C. /Pella, 406 a. C.), Agamenón de Esquilo (Eleusis, 525 a.C. / Gela, Sicilia, 456 a.C) y Electra de Sófocles (Atenas, 495 a.C/ 406 a.C.). Una valiente y estética propuesta artística y política que reitera la defensa de las mujeres americanas enfrentadas al machismo y marginadas por sistemas sociales de producción que discriminan por el género. Todo un espectáculo con 20 actrices y actores del elenco estable de la CNT que estará no menos dos meses en temporada en Caracas y después, es posible, que vaya a las ciudades más cercanas.
 Palamides (Caracas,14 de junio de 1959) advierte que su espectáculo Troyanas nuestras es un contundente cuento teatral sobre las mujeres de Troya después que perdieron la guerra contra Grecia y fueron esclavizadas por los vencedores. “Para mí, y la gente que me han acompañado en este proyecto, es una metáfora sobre lo que pasó en América, continente que fue conquistado, masacrada su población originaria, invadida y además tuvo que aceptar a otros pueblos esclavizados y traídos en barcos de vela cual si fuesen animales. Este crisol de pueblos y sus culturas, que se ha logrado en los últimos 500 años, ya creció y se ha rebelado contra sus antiguos amos o los descendientes. Es, un espectáculo eminentemente de factura política, utilizando los temas y los argumentos que nos dan los cuatro grandes maestros griegos”, declara Palamides.
No queda duda alguna que Troyanas nuestras es la bandera de un pueblo que ha sufrido y que ahora ha logrado tener una identidad propia y trata de diseñar y hacer su vida. Es lo que propone Palamides con esta contundente recreación escénica de los personajes que plasmaron Sófocles, Esquilo y Eurípides en sus obras originales. Una metáfora americana de lo que pasó con los legendarios pueblos griegos y troyanos como los cantaron sus poetas.
Es una reflexión teatral a partir de la guerra y la posguerra de Troya que desembocan metafóricamente en el descubrimiento, la conquista y la colonización de un continente  desconocido, llamado después América y todos los sucesos posteriores, como fueron los procesos de independencia política y los intentos para instalar sistemas gubernamentales republicanos con regímenes militares o civiles. El existencialismo acabo con las tragedias, diría Jean-Marie Domenach.
MONTAJE
El espectáculo es denso e intenso. Los personajes usan atuendos de época hibridados y utilizan garrotes (no olvidar jamás el tamunangue), además recitan sus textos y cantan arias precisas sobre el dolor de las mujeres esclavizadas. Son no menos de 150 minutos de bailes, danzas y movimientos rituales en medio de atmosferas sórdidas. No es precisamente una fiesta aquello sino todo lo contrario: es la lucha por la sobrevivencia y para no perder la dignidad de un pueblo oprimido pero digno. Hay que agarrarse a la silla porque es estremecedor aquello, gracias al verismo de su puesta y la calidad histriónica ahí alcanzada. ¡La libertad viene a ser la suma del amor, el llanto y el parto de una mujer y exige sangre, entre otras cosas!
Costa Palamides no está solo, por supuesto, lo acompañan, además de un selecto equipo técnico y la excelente coreógrafa  Carmen Ortiz , un grupo de intérpretes comprometidos como Aura Rivas (Hécuba), Francis Rueda (Clitemnestra), Ludwig Pineda y Luis Domingo González (Agamenón y Taltibio), Livia Méndez y Maria Alejandra Tellis (Casandra), Juliana Cuervos (Electra), Marcela Lunar (Helena, Polixena e Ifigenia), Citlaly Godoy (Andrómaca y Crisótemis), Rosanna Marín (Andrómaca), Edilsa Montilla (Polixena y Crisótemis), Varinia Arráiz (Polixena y Crisótemis), Zair Mora (Helena e Ifigenia) ,Jesús Hernández y Jean Manuel Pérez (Egisto y Polinéstor), Arturo Santoyo (Odiseo, Menelao, Orestes, Polidoro y Pilades), Francisco Aguana (Orestes y Polidoro), Keudy López (Odiseo, Menelao y Pedagogo), Alejandro Restrepo (Pedagogo) y Julio García (Pilades). Nuevas y veteranas generaciones actorales. Todos ellos se lucen no solo por su plasticidad sino por la pasión que dan a sus textos. Difícil señalar aquí a los mejores, cuya calidad está marcada por la fuerza dramática de sus personajes.
 La escenografía son simples telones que suben o bajan; además de las caracolas y los garrotes como elementos de utilería que utilizan, además de unas abstracciones de máscaras de diablos danzantes. Mención aparte merece la musicalización especial que hace Pantelis Palamides para todo el espectáculo y la ambiciosa producción general del director de la CNT, Alfredo Caldera.
 Es una demostración que si se puede hacer teatro griego con contenidos americanos, ya que además hay poetas que dan su colaboración al texto utilizado, como el chileno Pablo Neruda, el cubano Virgilio Piñera, el ecuatoriano Peky Andino Moscoso, el chileno Marco Antonio de la Parra y el venezolano Elio Palencia, quien escribió especialmente para este montaje el comprometido monólogo final de Clitemnestra (Francis Rueda), tremenda lanza contra la violencia de género y a favor de la igualdad de derechos para la mujer americana.
Este montaje nos recuerda que la tragedia griega ha sido transformada en apología a la libertad lograda después de un gran baño de sangre por las revoluciones y porque definitivamente el monoteísmo desplazó a los dioses paganos, tema para otros teatros.

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