miércoles, noviembre 15, 2017

Regresa el sainete para revalorizar las raíces del teatro contemporáneo

Un sainete al estilo 2017.
 La Compañía Nacional de Teatro (CNT) creada el 22 de mayo de 1984, por decreto del Ejecutivo y cuyo primer presidente fue el dramaturgo Isaac Chocrón, es actualmente una institución renovada, adscrita al Ministerio del Poder Popular para la Cultura, comprometida con los cambios que vive nuestra sociedad y participa activamente en las manifestaciones de la actividad teatral que se desarrollan en las distintas latitudes del país. La investigación, la capacitación, la documentación, la conservación, el trabajo con las comunidades y el rescate de la memoria del teatro se suman a su repertorio, como lo atestiguan sus largos 33 años de labores continuas, las cuales han apuntalado el desarrollo del teatro venezolano e incrementado el público con sus largas temporadas en el coso de la esquina de Cipreses, el teatro Nacional, que es su sede artística.
Recordamos esto porque la CNT para cerrar su programación 2017 ha programado y exhibirá hasta fin de año sendas versiones escénicas de tres montajes del conocido sainete El rompimiento de Rafael Guinand (1881-1957), dirigidos, respectivamente por Livia Méndez. Luis Domingo González y Arturo Santoyo, los cuales estarán haciendo temporadas en la Casa Natal del Libertador, en el teatro Nacional y en la plaza Bolívar, con un elenco global de 30 actrices y actores.
A buena hora, la CNT ha mirado por el retrovisor de la historia y mostrado en este siglo XXI a El rompimiento, legendario texto, por cuanto el sainete en Venezuela llega a parodiar situaciones sociales y retrata tipos característicos cuyo perfil fue ironizado e invertido, como lo hizo Rafael Guinand (1881-1957), actor y sobresaliente escritor de sainetes y diálogos cómicos, periodista y, ocasionalmente, poeta festivo. “Fue el más importante creador de personajes populares en la Caracas de su época y uno de sus mejores intérpretes en escena. Sus personajes están arraigados en las zonas marginales o arrabaleras de la capital”, según lo apunta la acuciosa investigadora Mireya M. Vásquez Tortolero.
EL ROMPIMIENTO
Estrenado en el Teatro Nacional de Caracas el 05 de enero de 1917, El rompimiento muestra la doble moral expuesta a través de un venezolano personaje caricaturesco (Esparragosa), que es la excusa perfecta para representar algunas de las costumbres éticas y morales imperantes en la primera década del siglo XX en Caracas. Detrás de este sainete se oculta una sátira aguda sobre el tipo de vida que hacían las madres y las niñas casaderas, el lleva y trae de los vecinos, el jovenzuelo que enamoraba a unas cuantas mujeres y a pesar de todo sale airoso de sus embrollos. Un personaje que ha sobrevivido a través de los años, aunque haya cambiado de atuendos y lenguajes, pero sigue siendo el casanova criollo: Esparragosa.
El rompimiento se materializa en la sala de una casa de familia de clase media baja y su acción escénica se desarrolla durante un día lunes, en una vivienda de la Parroquia San José en el año de 1912. El vestuario de los personajes va acorde con la época. En el curso de la acción se observa cómo en el seno de la familia Mota se desenvuelve el engaño de que es objeto Tomasita, sobrina de Ramona e Hilario, por parte de Narciso Esparragosa. Éste le hace creer a la joven que se casará con ella después de dos años de noviazgo, para así evitar los comentarios de los vecinos. Pero es descubierto, por su doble juego amoroso cuando Catalina Mijares, amiga de Ramona, llega a la casa de ésta y en medio de la conversación queda en claro la situación que dicho individuo vive en las dos familias, además de estar engañando también a la hermana de Braulio, quien trabaja en la casa de los Mota, resume Vásquez Tortolero la argumentación, quizás un poco ingenua para estas tiempos, creemos nosotros.
Hay que advertir que el sainete como técnica literaria ha sido desechada por las nuevas generaciones, pero es útil  y didáctica porque plasma un imaginario específico que afecta y filtra una percepción de la vida, produciendo una imagen nueva en la elaboración de un relato de la cotidianidad, por lo que estos  personajes saineteros , como los de Guinand,  son una verdadera mina donde se pueden encontrar en diversos estereotipos, lo cuales   pueden exagerar sus características y actuaciones para de esa manera producir el impacto deseado en el espectador. Toda una tentación para los escritores, bien sea de teatro o de televisión, subrayaríamos nosotros.
Para Vásquez Tortolero el sainete es una forma de “fictivizar” la historia cotidiana y sus elementos durante las dos primeras décadas del siglo XX. “Cabría hacer la aclaratoria de que el término fictivizar ha sido utilizado por Susana Reinz de Riverola (1979) con la acepción de ficticio. La autora afirma que ficticios son todos aquellos objetos y hechos cuya manera de ser se modificará intencionalmente por alguien durante cierto lapso. El acto de ficcionalizar incide directamente en la construcción de la pieza teatral y en el rol del autor, de los personajes y de la voz narrativa que articula el texto, como sostiene Reinz de Riverola”.
 TRES MONTAJES
Los tres directores que ahora presentan sus versiones escénicas comentan, como es el caso de Livia Méndez, vinculada por primera a la CNT en la temporada de 1986, y quien lleva su musical a la plaza Bolívar, que el sainete es una pieza breve jocosa y tradicionalmente popular, “nunca pierde vigencia porque refleja siempre la realidad y retrata los arquetipos sociales”.
Ella manifiesta que en su montaje, creado para exhibirlo en la plaza Bolívar caraqueña, u otros espacios similares, sus actores además cantaran, durante la escenificación de una retreta con orquesta. “Mis actores son una maravilla y así lo demostrarán al público. Creo que El rompimiento está muy vigente, 100 años después. Y además esto hace parte de un homenaje de la CNT a Rafael Guinand y Rafael Briceño, quien  lo hizo travestido en las temporadas de los años 80 de la Compañía Nacional de Teatro, que para ese época la dirigía Isaac Chocrón, su fundador”.
 El director y actor Luis Domingo González considera que el sainete como estructura teatral es universal y tiene una total vigencia para el público venezolano por la viveza criolla de sus personajes. “Mi montaje es tradicional y mi elenco ha cuidado mucho sus personajes porque deben adecuarse al lenguaje de la época. Se mostrara en el teatro Nacional”
Arturo Santoyo, el más joven de los puestistas y quien trabaja con una puesta en escena no tradicional, no duda en afirmar que el sainete, y en particular El rompimiento, es una pieza teatral de alto contenido critico a la sociedad de su tiempo y también alude a la época actual venezolana, por su arquetipos, "porque seguimos siendo los mismos, cien años después. Hemos cambiado en el vestuario y en la música, pero las costumbres son las mismas. Mi montaje sale de los espacios escénicos tradicionales y buscar llegar o contactar al público más directamente. Lo debo mostrar en una casa colonial, en su patrio central. Mi elenco ya capto la esencia de los personajes y lo que pretendía el autor”.
PREESTRENO EN LOS TEQUES
Fuimos a la sala Emma Soler, en Los Teques, el pasado sábado 11 de noviembre, para ponderar la versión escénica que logra González, que él considera “clásica”. Y hemos quedado más que satisfechos porque es respetuosa del texto y de los caracteres que propone el autor. Es una feliz combinación de talentos y una muestra de cómo las nuevas generaciones ahí presentes se calzan eso personajes que son contemporáneos. Ya el público, el crítico de las mil cabezas, dará su opinión o sus aplausos.
El texto tiene total vigencia porque casanovas pululan en estos tiempos y quizás un poco más atrevidos porque utilizan las tecnologías comunicacionales además.  Sus seis personajes son encarnados, alternamente, por Aura Rivas, Citlaly Godoy, Zair Mora, Randimar Guevara, Rosana Marín, Jhuraní Servellon, Andy Perez, Angel Pelay, Wahari Meléndez, Nitay de la Cruz y Juan Manuel Pérez.
El sainete, pues, es nuestro contemporáneo y El rompimiento recuerda las definiciones que de la feminidad y la masculinidad hizo Carl Gustav Jung (Suiza, 1875/1961): amor por encima de todo y seguridad y estabilidad como normas de vida.

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