miércoles, septiembre 26, 2018

Mariña por Miartus y que vivan las técnicas del mapping y el videobean


Quisimos “repetir” el buen espectáculo Ningún hombre es una isla, muy bien escrito, dirigido y además protagonizado por José Tomás Angola Heredia (Caracas, 1967), apuntalado en los correctos actores Andrea Miartus y José Manuel Vieira, el cual habíamos disfrutado durante la temporada del pasado mes de enero en el teatro Humboldt. Y por eso volvimos el sábado 15 de septiembre a ese moderno edificio teatral que mantiene la comunidad alemana en el San Bernardino caraqueño, sin sospechar que tendríamos que ver, por tercera vez, el mismo espectáculo, como en efecto ocurrió, porque debíamos ponderar así al nuevo talento para la actuación que se subía a esas tablas: Andrea Mariña, un bella y espigada estudiante de periodismo, ya que Andrea Miartus había sido sustituida perentoriamente tras una delicada operación de apendicitis, en la mañana del domingo 16, y suspender sus presentaciones hasta otra temporada,
Sí, una vez más, la naturaleza nos recordaba que los actores y las actrices son mortales y en ocasiones, hasta milagrosas, emergen  otras artistas que asumen el reto de sustituirlas para que el espectáculo continúe, como ocurrió el pasado domingo 23, teniendo, además, entre el público a la convaleciente Andrea Miartus. Gracias, pues, a la pericia médica y a la buena suerte de la Miartus, no hubo mayores problemas y el teatro venezolano cuenta ahora con una nueva actriz, Andrea Mariñas, quien está muy entusiasmada además con sus estudios universitarios y tiene muchos sueños para materializar en las artes escénicas.
Fuimos, pues, testigos preferenciales de un hecho – y repito- milagroso o mágico en el mundillo teatral criollo, donde ya se aprecian las ausencias y abundan las quejas porque no todo lo que emerge tiene calidad. Pero ese será tema para otro artículo, porque no se deben jurungar las heridas sociales y menos si son del sector cultural.
HEMINGWAY EN TERCERA TANDA
Debemos, pues, reiterar nuestras preguntas sobre cuáles son la vasos comunicantes culturales y existenciales entre el contemporáneo teatrero venezolano José Tomás Angola Heredia con el bardo místico inglés John Donne (1572/1631) y el novelista estadounidense Ernest Hemingway (Oak Park, 1899/ Ketchum, 1961) ¿Por qué se suicida el gringo aquel si aparentemente lo poseía todo? ¿Tenía miedo a vivir o a seguir luchando para escribir más obras famosas por su calidad literaria? ¿Vale la pena vivir a pesar de los obstáculos sociales y políticos? ¿Para qué vivir si debes renunciar a tus afectos o tus placeres? ¿Para qué vivir hasta envejecer acosado por las enfermedades o las desilusiones que proporcionan los seres amados?
Las   respuestas las descubrió o las dedujo el teatromaníaco que en Caracas acudió a la sala Alexander Humboldt, en la calle Juan Germán Roscio, en San Bernardino, donde precisamente hizo una  notable temporada el ponderado espectáculo Ningún hombre es una isla.
Solamente en un espacio escénico como el de Humboldt podía Angola Heredia hacer y lucir lo logrado. Un estremecedor homenaje al ya legendario Hemingway durante el último año de su vida, por intermedio de un bien caracterizado y exhaustivo monologo existencial del célebre intelectual, con los precisos y convincente soportes de Miartus -.y después la Mariña- y Vieira y la magia audiovisual que le proporcionó la correcta utilización de las técnicas del mapping y el videobean para ambientar la larga y exhaustiva, además de patética, despedida del autor de Por quién doblan las campanas y otras novelas.
Angola Heredia revisa además con su texto la poesía y la filosofía de Donne, en especial su poema Ningún hombre es una isla, que es una amarga meditación sobre los seres humanos y circunstancias existenciales en las sociedades que les ha correspondido vivir, concretamente, como lo canta en su poema: Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”.
El aburrimiento y desencanto existencial de Hemingway, agravado por su dependencia alcohólica  se materializa en la escena gracias al encuentro mágico entre el escritor y los protagonistas de su novela Por quién doblan las campanas, lo cual permite ponderar el escritor en charlas con  Robert Jordan y su enamorada María, y avanzar hacia su final: el suicidio, utilizando  una de sus famosa escopetas de cazador, después de haber sido obligado a salir de Cuba por la llegada de la revolución de Fidel Castro y sus guerrilleros de la Sierra Maestra.
Y aquí debemos reconocer que en ocasiones los arboles no nos dejan ver el bosque, y que es precisamente ahora cuando hemos evaluado y disfrutado tres veces las montajes de Un hombre no es una isla cuando nos impactó la técnica teatral-audiovisual, denominada mapping-video, aplicada a la escena, con la cual lleva cerca de cinco años experimentando el teatrista Angola Heredia.
Pero, como le mismo lo admite, lo usó por vez primera en la pieza Chirimoya flat que protagonizaran Laureano Márquez, Crisol Carabal y los ya desaparecidos Cayito Aponte y Levy Rossell. “Siempre he estado vinculado a los medios audiovisuales y siempre tuve la curiosidad de intentar fusionar el teatro y la multimedia. Pero lo quería hacer desde una visión diferente. El video se ha usado mucho sobre las tablas, pero sentía que siempre se manejaba de la misma manera: como efecto, interrumpiendo el discurso dramático, o como recurso informativo. No se incorporaba como herramienta de lenguaje para el drama. El mapping como tecnología tiene poco tiempo de estarse usando. Apenas la vi por primera vez entendí que esa era la manera como debía usarse en el escenario. En mis últimas cinco seis piezas lo he aplicado sistemáticamente, desde la construcción de escenografía virtual hasta para modelar personajes que permitan la interacción con el actor real. Desde el video estereoscópico para acentuar atmósferas oníricas o psicologista, hasta la creación de espacios que rompan las unidades de tiempo y lugar tan clásicas del teatro”. 
 Afirma Angola Heredia, y de eso damos fé, que hay muy poca gente experimentando con estas técnicas dentro del teatro venezolano y creemos que es temor a lo nuevo o desconocimiento, pero Angola Heredia advierte que en realidad el diseño es la clave de todo. La visión que el puestista tenga de la pieza y su traducción en un código más visual y plástico. “Los temas de costos, mayores o menores, están asociados a los equipos de proyección que ciertamente son caros en su alquiler pues no son equipos cualquiera, sino con grandes capacidades de proyección y luminancia. Pero empleando el criterio y razonando el uso del recurso se pueden realizar cosas prodigiosas que alcancen las limitaciones presupuestarias de la producción”.
Por lo pronto, reitera el artista, seguirá en este camino que pone a su grupo, La Máquina Teatro, en la vanguardia de las más recientes producciones teatrales del mundo. “Es un honor y un orgullo poder hacerlo y demostrar que el talento escénico venezolano sigue siendo de primer orden”.
Y nosotros, como críticos, aprendimos algo que será vital para posteriores montajes, porque el ejemplo de Angola Heredia ya cunde en esta Caracas.

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