jueves, septiembre 20, 2018

UN CIRCO POBRE EN UNA CIUDAD VIOLENTA

Una mujer enamorada que se niega a dejar de vivir

No es frecuente, para no decir que no es costumbre, en los medios teatrales hablar de quienes aprendieron las primeras letras o páginas del infinito ABC del teatro. La razón o la sinrazón de esa conducta anómala que hemos detectado a las largo de 49 años de inmersión en los meandros escénicos venezolanos, tiene mucho que ver con el natural miedo a no ser exactos o a no ser tomados como otra cosa, o simplemente por la atávica mezquindad del género humano, de la cual casi nadie se salva.
Pero Carlos Arroyo (Paraíso de Chabasquén, Estado Portuguesa, 1964) sí disfruta revelando quienes fueron sus maestros y las enseñanzas recibidas… y espera tener otros más porque su viaje a la mítica Ítaca recién comienza. Gilberto Pinto le descubrió el amor al teatro, mientras que Alberto Ravara y Eduardo Di Mauro le hicieron aprehender al teatro como un oficio, pero son Herman Lejter y Carlos Giménez quienes lo lanzaron al misterio de la puesta en escena y lo destinaron a ser un director de teatro, lo que es ahora, cuando ya cuenta no menos de 70 montajes y nunca olvida que estudió teatro y se graduó en la Escuela Porfirio Rodríguez, en Petare.
Sobre Carlos Giménez reitera que es querido, odiado, abucheado, aplaudido, alabado, injuriado, rechazado, solicitado, pero nunca ignorado. Para él, Carlos Giménez se quedó para siempre en la historia del mejor teatro venezolano, tras escribir de forma altamente creativa, a lo largo de 23 años, valiosas e inmensas páginas en la saga de las artes escénicas venezolanas y mundiales, como lo hizo con El coronel no tiene quien le escriba.
Rememora que Giménez destacó en la producción y en la dirección de espectáculos, al tiempo que pretendió enseñar su técnicas a quienes quisieron aprehender, pero no tuvo éxito en esa difícil docencia, salvo en el caso de Daniel Uribe que si captó algunas características de su creatividad para realizar montajes. Hay que recordar que Carlos Giménez no tuvo tiempo para organizar sus memorias ni llevar la mayor parte de sus postulados estéticos al papel. Era un creador a tiempo a tiempo completo y cada uno de sus montajes era una clase maestra.
Gimenez enseñó que el paisaje teatral debe crear sus reglas en cada espectáculo que se produzca, como lo hace la naturaleza, y entonces el público lo aceptará y disfrutará porque habrá nacido así la poesía teatral. Y cita, casi de memoria: “Veo con tristeza cuando el teatro huye de la poesía, cuando los actores vagan por la escena falsamente engañados   por directores que no lo son. Hay que dudar de aquel que no se enamora del escenario, que no te convence del profundo significado de una puerta que se abre, de una luz que se enciende, un trozo de cielo que se inventa con que solo mires hacia arriba”. Sabias palabras que Carlos Giménez materializó.
-¿Usted admite estar influenciado por Carlos Giménez?
Sí, muchísimo, y siempre recordaré sus maravillosos montajes y los otros espectáculos que vinieron a los festivales internacionales de teatro de Caracas, la mayor escuela teatral el mundo que se mostró aquí en Caracas a lo larga de décadas. Imposible olvidar su  Peer Gynt, El alma honesta de Se_Chuan, El señor presidente y el espectáculo más famoso en la historia del teatro venezolano: El coronel coronel no tiene quien la escriba.
OSCURO, DE NOCHE
 Carlos Arroyo está ahora ante uno de sus mayores retos creativos, cual es dar vida escénica al texto Oscuro, de noche de Pablo García Gámez, que obtuvo el Tercer Premio de Dramaturgia Nacional Apacuana y mostrarlo desde el 27 de septiembre, en el teatro Alberto de Paz y Mateos.
¿Cómo abordó la puesta en escena de ese texto?
No soy de los que sigue las acotaciones o didascalias de los autores sobre cómo deben ser representadas sus obras. Para mí la lectura del texto, con mis actores, es la guía que me lleva hacia la puesta en escena, En Oscuro, de noche está presente la soledad del ser humano, el miedo, la inhumanidad y la violencia que convierten en un infierno a las ciudades densamente pobladas.  Creo, pues, que el texto, el actor y el director son los elementos básicos de cada espectáculo. Ellos hacen ese mapa teatral que se materializa en el escenario, en este caso el Teatro Alberto de Paz y Mateos. Para Oscuro, de noche   trabaje la idea de un peculiar circo pobre que llega a una ciudad y cuenta una historia dramática, pero tomando en cuenta a los personajes con sus angustias y ambiciones. He contado con un excelente equipo humano    y con un equipo técnico que ha realizado mis exigencias. Trabajé bajo una especie de monumental carpa de circo enclavada en una colina de Caracas, hacia donde los espectadores caraqueños buscarán sus verdades. Llego la hora de que el público hable y de sus opiniones, sobre la parejita que no pudo amarse porque la muerte se los impidió y ella queda sola, montada en una medialuna o lira circense. Debo subrayar que me inspiré mucho en la pieza El viaje de los cantores de Hugo salcedo, un texto que materialicé, en donde se combinaron los espacios y la maneras de contar lo que ahí acontece, espectáculo que hice en Guanare, hacia la temporada 2002.
Creo que el público caraqueño disfrutará de lo que ahí se le mostrará, además hay de una creativa pista musical de ritmos caribeños para darle más calor al dramón escénico. No podemos olvidarnos jamás del melodrama a la latinoamericana, aunque los ingleses y los españoles, nos enseñaron sus melodramas. No soy partidario de contar como son los espectáculos, sino de mostrarlos y que ellos hablen.

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