miércoles, octubre 31, 2018

El método Moisés Kaufman

Caraqueño nacido  el 21 de noviembre de  1963.

Nunca un teatrero venezolano llegó tan lejos en Estados Unidos, pero el éxito no ha cambiado la personalidad de Moisés Kaufman (Caracas, 21 de noviembre de 1963). Él ha reconocido que su venezolanidad está muy adentro y, después de largos 30 años de ausencia, aún se considera venezolano y “eso será hasta siempre, hasta el día que me muera. Además eso me hace feliz y diferente al resto de mis colegas aquí en Nueva York, donde además añoro las playas de mi país, entre otras cosas”.
No le gusta que se lo recuerden, pero hasta ahora es el único caraqueño que ha logrado estrenar en Broadway, pero como director ya había debutado con una pieza que fue premiada (I am my own wife de Doug Wright), a la cual después mostró en el Festival de Caracas 2006.
Kaufman ahora es noticia porque la familia de Matthew Shepard, protagonista temático de su pieza más reconocida e internacional, The Laramie Project, ha llevado sus cenizas a las Catedral Nacional de Washington, en una ceremonia con centenares de personas, porque ya es todo un símbolo de la lucha por los derechos gays en Estados Unidos. Esa obra teatral, llevada al cine, fue el primer montaje de Kaufman que vimos en Nueva York. Y fue su definitivo lanzamiento al estrellato, que precisamente él no perseguía.
"Hace años, precisamente durante unos días de abril de 1987, me presenté por última vez en un escenario criollo. En ese entonces yo era el protagonista de la comedia El enfermo imaginario, de Moliere, espectáculo que dirigía mi maestro Fernando Ivosky. Después regresé, al mismo sitio, a la Sala Anna Julia Rojas del Ateneo de Caracas en el año 2006, pero para mostrar uno de mis más exitosos espectáculos, I Am My Own Wife, de Doug Wright, actuado por Jefferson Mays, quien en dos actos plasma la historia del transexual Charlotte von Mahlsdorf, ser extraordinario que logró sobrevivir a las dictaduras de los nazis y los comunistas en su Alemania natal.
Está satisfecho por lo logrado en sus décadas de estudio y trabajo en Nueva York. "Siempre se comienza con mucha fe en el trabajo y especialmente en las artes narrativas, que son la base del teatro mismo. Es la importancia de contar cuentos, de reanimar la historia, de tratar de comprendernos y de comprender a los demás. Y cuando el trabajo trasciende y lograr llegar al público, es muy emocionante. Es una de las pocas veces cuando uno se siente parte de la humanidad. Me parece que a eso aspiramos todos. Ya sea que tengamos a un espectador en la platea o a un millar".
El triunfo no lo ha envanecido y es por eso que se niega a hablar de claves o secretos para el oficio teatral exitoso, pero revela que tiene "anclas o nortes que lo han guiado y lo guiarán siempre: el primero es seguir indagando: ¿Qué es el teatro? ¿Cómo contamos cuentos en el escenario? ¿Cuál es la magia del arte escénico y qué cuentos se benefician de ser contados desde un escenario? Estas preguntas nos llevan un cuestionamiento formal: ¿Cómo logramos que el teatro, en un mundo contemporáneo que está en las manos del cine y la televisión, mantenga un diálogo con el riguroso planteamiento estético? Creo que mucho de nuestro trabajo tiene resonancia porque sigue un riguroso planteamiento estético. Y la otra razón es que los temas que trato de abarcar deben permitirnos dialogar con un público de hoy. Necesito que el material al cual nos dedicamos sea válido en nuestro momento histórico. Esas anclas han sido los fundamentos de mi trabajo y de mi organización".
Las palabras de Moisés Kaufman sobre su estética están corroboradas por lo que ha mostrado sobre el escenario. Buscó temas que atrajeran al público y lo hizo con la etapa trágica de Oscar Wilde, la sórdida tortura y crucifixión del joven Matheus Shepard y la rocambolesca vida del travestí Charlotte von Mahlsdorf (Lothar Berfelde). Tres homosexuales, de tres épocas y tres diferentes países, son los protagonistas de esa trilogía que lo catapultaron porque el público los "devoró" e incluso uno, The Laramie Project, está ahora en las videotecas y es símbolo de esa América oscura, excluyente, que está ahí, agazapada, para dar otro zarpazo cuando menos lo espera la gente.
¿Existe el Método Moisés Kaufman?
“Poco a poco se genera un método. Sí, mi grupo Tectonic Theater Project da clases a cientos de estudiantes al año, es porque esa gente sí está interesada en seguir nuestra investigación teatral. Dictamos talleres en Estados Unidos para enseñar los métodos que hemos usado para crear nuestras obras. Muchos de nuestros cuestionamientos del teatro son válidos para diferentes tipos de trabajos escénicos. Nuestro trabajo se basa en una indagación profunda de lenguajes teatrales, porque queremos saber cómo seguir avanzando, aun cuando el cine y la televisión se han convertido en importantes creadores de narrativas audiovisuales, nos preguntamos todavía: ¿Qué le queda al teatro? ¿Para qué hacemos teatro? O, quizás más importante: ¿para qué vamos al teatro? Todo mi trabajo de los últimos 20 años se ha basado en esas preguntas. Partimos de preguntarnos ¿cómo hacemos un teatro diferente al cine y la televisión e incluso a la Internet de los actuales momentos y qué puede hacer el teatro que no pueda hacer ni el cine, ni la televisión, ni la Internet? ¿Podemos otorgarle al teatro la posición de vanguardia que tiene o que ha tenido? ¿Cómo hacer para que el teatro vuelva a participar enérgicamente en un diálogo en la sociedad en que se desarrolla?
Kaufman asevera que uno de los graves problemas del actual teatro es que se desarrolla en lenguajes realistas o naturalistas, géneros que el cine o la televisión hacen mucho mejor que el mismo teatro. “¿Cuáles son los lenguajes o vocabularios teatrales que tenemos que investigar o que tenemos que inventar para seguir manteniendo el teatro con nivel en el siglo XXI? Yo pienso que todo depende de la técnica de trabajo y, por supuesto, los conceptos que se aplican. Generalmente, en Estados Unidos, se agarra un texto teatral y se entra a una sala y después de cuatro semanas de ensayos se ha montado un espectáculo. Eso hace que la mayor parte del teatro que se representa sea un teatro basado en textos, pero ¿qué pasaría si ingreso en un sala de ensayo sin ese texto pero sí con un plan claro para una auténtica creación teatral?”.
Precisa que gracias al método que él y su equipo aplican, buscan cuales son las formas realmente teatrales o cómo construir lenguajes teatrales. “Todas las técnicas que usamos es para descubrir cómo se escribe teatro y no cómo se escribe un texto. Todas las técnicas que hemos desarrollado son para explorar profundamente cómo escribir teatro y no cómo escribir textos teatrales .Mi anhelo más importante es reinventar lo que es el teatro y como se puede lograr que el teatro sea vigente y mágico y que sea un lugar donde podamos tener la conversación más importante de nuestra sociedad”.
¿Satisfecho?
No, no estoy satisfecho y el día que lo llegue a estar dejaré de trabajar; por ahora, pues, no estoy satisfecho y sigo trabajando.



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