miércoles, noviembre 14, 2018

Promoción en honor a sus padres


Elio Palencia está a Madrid a donde regresó para recargar sus baterías existenciales, después de haber vivido unos cuantos años difíciles en su patria. Y desde allá pregunta por el teatro venezolano y en especial por el montaje, el segundo, que le hacen a su obra Promoción en honor a sus padres, la cual adelanta temporada en el Celarg, dirigida por Jennifer Morales e interpretada con un elenco de ambiciosos intérpretes, encabezados por Jeizer Ruiz, Verónica León, Wilker Smith, Andrés Moros, Edyson Mata, John Terán y Aquiles Aldazoro; la producción es de Laura Marquina y Natacha Pérez, teniendo a Adriana Bustamante en la dirección actoral.
Esta Promoción en honor a sus padres, que fue estrenada durante la temporada de 2010 por Rufino Orta y producida por Francisco Alfaro, con un elenco de egresados de los talleres de la Fundación Rajatabla, no es otra cosa que una  básica fiesta playera de una hembra y seis varones bachilleres quienes se reúnen para celebrar su graduación colectiva.
 En esa mítica playa de la costa venezolana, ahora en el crucial 2018, son siete los jóvenes “con la vida por delante”, recién graduados de bachilleres en la Unidad Educativa “Símbolos Patrios” de Río Guarura, municipio Guaricongo, quienes se reúnen para celebrar una irónica, por no decir loca, fiesta donde se dejan colar conflictos que rozan temas como la apatía, el machismo, la competitividad, los prejuicios sobre el aborto y la homosexualidad, así como las esperanzas secuestradas por una frustración heredada de sus mayores,  permitiendo así que afloren sus ambiciones momentáneas y también las futuras que han de vivir.
Y hay, por supuesto, personajes que dicen, sin vacilar y con estremecedor convencimiento, que “vivimos en una sociedad donde nos multiplicándonos devotamente, entre tambor y tambor gracias a la felicidad del pobre. Fermentando desesperanza, envidia y resentimiento, frustraciones”.
Elio (Caracas, 1963) escribió este texto, el cual se estará mostrando hasta el 25 de noviembre (sábados y domingos a las 4PM), para seguir dando rienda suelta a sus fantasmas, preocupaciones e incógnitas, tanto intimas como colectivas, que puedan ser expresadas estéticamente en el teatro y compartidas con otros creadores y con el público; para continuar jugando en serio a través de la escena y, por supuesto, ofrecer ese acto lúdico al imaginario de los demás.
 Ha dicho que “mi texto surge de muchas imágenes que tienen que ver con la juventud, con toda  esa energía y esa vitalidad esperanzadora que se destilan en nuestra esquinas así como de las inquietudes  que me generan en cuanto a la autoconciencia, aprovechamiento de oportunidades y la dificultad para asir referencias a recurrencias no necesariamente halagüeñas o autocomplacientes. De alguna manera, mi pieza  se imbrica con  en las visiones de otros venezolanos que han tenido esas inquietudes, desde la novela Reinaldo Solar de Rómulo Gallegos hasta Cuando quiero llorar no lloro de Miguel Otero Silva o Campeones de Guillermo Meneses. A mí me gusta indagar en nuestra gente desde lo hermoso, pero también desde lo terrible, más que para da respuestas, para compartir preguntas”.
Vimos en dos ocasiones este montaje de la temporada 2018 porque queríamos valorar más las actuaciones, que es lo notable e importante por la presencia de una nueva generación, cuyas edades promedio no superan los 25 años. Son gente ambiciosa y con innegable talento. Así lo notamos y aquí quisiéramos exaltar a cada uno de sus personajes.
La dirección fue severa, pero dejó a los comediantes que aportaran, que jugaran con sus nada fáciles entes escénicos, como es el caso de Verónica y su Oneida (19 años) ante el aborto que se provoca con un gancho para colgar ropa y Andrés que desarrolla al complejo Tista (22 años), quienes  se arriesgaron hasta el límite, para nombrar a estos dos comediantes,  por ser muy críticas sus situaciones: la muchacha que decide abortar porque no puede desarrollar una preñes  y al gay que no se asumía públicamente y se dedicaba a cuestionar a los demás compañeros, especialmente a uno que lo encontró en plena faena con un alemán erotómano y drogomano. Al final: todos lo sabían, pero no lo comentaban, por el silencio que impone la amistad, casi siempre. Los trabajos escénicos de los otros muchachos son más que satisfactorios. Todos le dan una calidad digna de gran aplauso al espectáculo gracias a sus labores escénicas.
Ya perdimos la cuenta de los montajes recientes que le hemos visto a la joven directora Jennifer Morales, pero este que ha logrado con Promoción en honor a sus padres nos atrapó porque logra recrear una playa con su pedazo de mar para que sus siete muchachos vivieran o sufrieran su presente y hasta soñaran con el futuro posible. Las atmósferas logradas son patéticas y se obtienen por el verismo y la entrega de los comediantes, tarea nada fácil. Hay, pues, una directora con imaginación y con manos severas para guiar a sus actores y actrices. Buena suerte en el largo viaje que ya transitan.

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